lunes, 16 de noviembre de 2009

Opinión: Pekín, qué felicidad


Desde hace quince días vive en nuestra casa una señorita, de nacionalidad china, que está estudiando y aprendiendo nuestro idioma en la Universidad de Burgos. Llegó a España a través del Instituto Cervantes en Pekín.

Tiene diecinueve años y unas ganas locas por aprender y sobre todo de vivir. Se la nota en su mirada, que aunque sus ojos sean pequeños, la delata. Llegó a nosotros por una amistad de la Universidad que nos preguntó sobre la posibilidad de que viviera con nosotros, en familia, durante cuatro meses; la forma más fácil de aprender un idioma, a parte de las clases que la imparten, es estar integrada en un ambiente español con poco contacto con el resto de compañeros de su país, nos dijeron. Nos pareció una buena experiencia, no solo para la chica, sino también para nosotros. Los pocos días transcurridos así parecen confirmarlo.

Comento esto a modo de introducción porque en la actitud de esta muchacha hay cosas que nos sorprenden muy gratamente. Nos parece que tiene una madurez poco común a su edad, sobre todo si la ponemos en plano de igualdad con algunos de nuestros jóvenes.

Como ejemplo podría poner que ya hace frases correctas a la hora de hablar(lleva un mes en España) y que nos entiende como ella acostumbra a decir: “más o menos”, siempre que la hablemos despacio claro está. Se debe sin duda a su perseverancia en el trabajo; está las 24 horas tratando de pensar en español. Supongo que el esfuerzo tiene que ser agotador.

Nos reímos mucho con ella, cuando confunde cosas. La confusión se debe a que se implica al máximo: ve la tele, ha ido con nosotros al teatro, la hemos llevado a museos… y siempre está atenta a lo que le comentamos. Una delicia, vamos.

El domingo nos sorprendió con algo que no entendía. Según ella mi hija y su novio deberían estar ya casados. No entendía el porqué de no haberlo hecho ya a la edad que tienen. Mi esposa y yo reíamos, y más cuando Carolina, que así se llama con nombre español, insistía para que lo hicieran antes de que ella regrese a su país, el mes de marzo próximo. “Yo quiero estar de boda” decía.

Mi hija le preguntó que cuándo iba ella a casarse. La respuesta fue rápida: “a los veintiséis años”. ¿Por qué a los 26 años? Porque a esa edad ya tendré mucho dinero. Nos miramos. La mico de diecinueve años ya sabe que allí en su país a esa edad ya habrá terminado sus estudios, tendrá trabajo seguro y se casará a esa edad. ¡Ah, novio ya tiene!

¿Será así en Pekín? Parece que allí no hay crisis y que los jóvenes encuentran trabajo con seguridad. ¡Qué felicidad!


4 comentarios:

  1. Hombre Rafa, tampoco es tan idílico como lo pintas . En las culturas orientales el matrimonio está muy arragaido, como si fuese una ley natural. También el sentido del comercio. Da por hecho que se casará con su novio, auqnue no sea rica, aunque espabilada si parece.
    Lo pasé bien el sábado.
    Un abrazo

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  2. La vrdad es que sí lo pasamos bien. Juraría que hasta nos pasamos con las cervezas. Me alegró mucho verte y charlar un rato. Habrá que repetir
    Un abrazo.

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  3. Hola Rafa ahora ya comprendo (méritos aparte que no resto) al cariño de Fernando!!!!
    Bueno la verdad no se si tu china pero los chinos son en general gente inteligente y espavilada. No hace falta mas que darse una vuelta por sus comercios. Son unos linces. Ya podían aprender nuestros jóvenes de ellos. (algunos no todos)
    Es una bella experiencia, yo cuando vine a España estuve igual viviendo con un matrimonio solo que yo ya venía con el idioma aprendido. Son experiencias únicas que enriquecen ambas partes.
    Un abrazo y que disfrutéis

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  4. Katy.
    Sí, la experiencia está resultando estupenda. La barrera es el idioma pero lo vamos superando. Yo he aprendido a decir "campey"(suena así) quiere decir salud a la hora de brindar. Gracias por acercarte. Un abrazo

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