martes, 17 de noviembre de 2009

La cuñada de M.L.: "Alberto"

Tenía los ojos fijos en las dos mujeres. Vio como Ángela y Leonor se abrazaban y cerraban la puerta tras de sí, desapareciendo de su vista. Rastreó la fachada de la vivienda de izquierda a derecha y de abajo a arriba. Los segundos se le hicieron eternos, no parecía sino que en el interior de la casa el tiempo se hubiera detenido en total oscuridad. Después de unos momentos, que no pudo asumir, una de las ventanas de la parte inferior de la fachada se llenó de luz. Las siluetas de las dos mujeres podían observarse detrás de los visillos de encaje. Parecían estar dándose explicaciones por el movimiento de sus manos. No podía apartar la mirada de aquella ventana. Leonor era la más alta de aquellas dos siluetas; la otra no le recordaba a nadie. Debía de tener el pelo ensortijado El volumen de la cabeza así parecía indicarlo. Aquella mujer era la que más aspavientos hacía. No paraba de moverse, de girar sobre sí misma y alrededor de la otra silueta. Las vio abrazarse de nuevo. Observó como la silueta más alta parecía apoyar la cabeza en el hombro de la otra mujer. Estuvieron así un largo rato. Tampoco esta vez pudo asimilarlo. Se estaba volviendo paranoico, si es que no lo estaba ya. ¿Qué hacía allí? –se preguntó- ¿Por qué había seguido a Leonor?¿Qué derecho tenía a inmiscuirse en su vida, a estas alturas? Pero algo que no podía controlar, tal era su fuerza, le atraía hacia esa mujer. No podía evitarlo. No asumía su pérdida aunque él fuera el único culpable. ¿Qué podía hacer? ¿Esperar? ¿A qué? Y esperaba apoyado en el árbol que le servía de cobijo, con la mirada, ahora, perdida por encima de los tejados de las casas contiguas a la de las dos mujeres. El cielo estrellado le devolvió su incertidumbre. Y recordó. Recordó aquellos años vividos en España con Leonor, hasta el nacimiento de su hija. Se preguntó el porqué de su enamoramiento con Laura, justo en el momento de su vida en el que era más feliz: habían pasado lo peor desde su llegada de Argentina; tenían conocimiento del resto de sus familias en aquel país; había logrado conmutar y terminar sus estudios; acababa de nacer Nuria… Qué más le podía pedir a la vida. Leonor era una mujer extraordinaria y tremendamente atractiva. Qué le impulsó a caer en brazos de otra mujer. No hallaba respuesta alguna, quizás por que no la había. Se estaba quedando helado. Había mucha humedad en aquellas primeras noches de otoño. Se subió el cuello de la americana y siguió esperando.

Un hombre con abrigo y sombrero venía por la acera opuesta en la que se encontraba Alberto; éste retrocedió escondiendo el cuerpo de su vista. El paso de aquel hombre era parsimonioso, se balanceaba ligeramente. Llevaba la mano derecha dentro del bolso de su cazadora, mientras apuraba un cigarrillo que con su mano izquierda posaba de vez en cuando entre sus labios. Le recordó a los antiguos galanes del cine que tantas veces había visto en aquellas tardes de juventud allí en los barrios de su ciudad. El hombre cruzó la cancela de la casa en dónde estaba Leonor con aquella mujer que había ido a visitar. Tocó el timbre de la puerta y al poco rato la mujer de pelo ensortijado le abrió la puerta, cerrándola a continuación. Por la ventana iluminada pudo, ahora, observar como la mujer de la silueta alta abrazaba a aquel hombre y lo besaba. Desaparecieron de su vista pero la luz de la vivienda permaneció encendida. Estaba intrigado. Tomó una decisión improvisada; quería enterarse quién era la mujer motivo de la visita y quién era aquel hombre que había besado efusivamente a Leonor. Cruzó la calle y tras cruzar el pequeño jardín de la casa contigua llamó al timbre de la puerta. Transcurridos unos momentos la luz del recibidor se iluminó y apareció en la puerta una mujer mayor de aspecto agradable.

-Perdone señora –dijo Alberto ligeramente nervioso-, debo haberme equivocado, ¿no vive aquí María… no recuerdo su nombre… una mujer con pelo ensortijado y…

-No esa mujer es Ángela, se ha equivocado usted, vive aquí en la puerta de alado, en el doce, este es el catorce.

-Discúlpeme. Hay tan poca luz en la calle…

-Sí está muy oscuro. Apenas hay farolas y las pocas luces están cubiertas por las hojas de los árboles.

-Gracias por su información, señora

¡Ángela!, ya sabía su nombre –se dijo Alberto y sonrió-. Volvió a su escondite.

En el interior de la casa, Ángela y Leonor habían estado discutiendo acaloradamente. Leonor no tenía las cosas claras, y menos ahora con la llegada de su ex marido. Ángela, Roberto, Alberto, eran demasiadas personas a la vez para ella. Ángela reía mientras Leonor se ponía más y más furiosa. No sabía muy bien cómo debía atender a esta nueva situación. Ángela le estaba poniendo de los nervios. No entendía como alguien podía tomarse esta situación de forma tan a la ligera

Por su parte Ángela, mucho menos dada a otorgar a los acontecimientos tal transcendencia, se sentía feliz sólo con ver a su cuñada Mari Leo, aunque ésta estuviera tan irritada como en estos momentos. Giraba alrededor de ella y Leonor le seguía como en un baile. Las dos mujeres se juntaron y Leonor apoyó la cabeza en el hombro de Ángela. El cabello de las dos mujeres se fundió también en un prolongado abrazo.

-Ven –dijo Ángela separándose de Leonor y llevándola de la mano hasta el sofá.

-Tu hermano va a venir. He quedado aquí con él –comentó Leonor mientras se dejaba llevar.

-¡Roberto! ¿Y, eso?

-Tiene que contarte algo.

-¿Importante o urgente?, como suele decir él.

-Importante sí parece, al menos para mí. Urgente no creo.

-O sea que tú lo sabes. ¡Cuéntamelo, anda! – solicitó Ángela mientras trataba de hacerle cosquillas a Leonor y ésta trataba de escabullirse.

Sonó el timbre en la entrada.

-Debe ser Roberto –dijeron las dos mujeres a la vez mientras reían.

Ángela abrió la puerta. Roberto se dirigió directamente al salón y abrazó y besó en los labios a Leonor. Ángela se acercó a ellos sonriendo.

-¿Qué es eso tan importante que tienes que contarme, hermanito?

-¡Ah! Ya te ha puesto al corriente Leonor.

-No, hijo, no. Tu chica es muy prudente. Sólo me ha dicho que tenías algo que contarme. A ver, dime.

-Ildefonso me ha propuesto que trabaje para él.

- Genial –soltó Ángela y se dirigió al aparador.

-Brindemos –dijo mientras sacaba una botella de champán- y celebremos el nuevo trabajo de Roberto. ¡Viva mi marido! ¡Ya estamos todos juntos!

En el exterior Alberto seguía mirando la visillos de la ventana.



4 comentarios:

  1. Intrigante relato hasta el final. Rafeael esta faceta de novelista se te da muy bien. Estupendo relato con un cóctel de intriga bien diseñado, y final feliz. La foto sugerente, de las cortinas bien elegida.Me ha gustado aunque esto no es lo más importante.
    Un abrazo

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  2. Katy:
    Gracias por tus ánimos que me hacen, junto a los de otros amigos, continuar escribiendo, que como ya sabrás a veces escribir todos los días se hace muy duro. Un abrazo

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  3. Hola Rafa:

    Escribir a diario es duro, pero bastante liberador. Si además lo que se escribe es una estupenda historia como la tuya, todo se hace más fácil.

    Un abrazo

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  4. Hola Fernando
    La verdad es que me lo paso bien haciéndolo, pero a veces se atasca uno.
    Un abrazo

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