viernes, 30 de marzo de 2012

En el refugio de los sueños: Cuaderno de diez años de viaje.

Hace años dirigí, junto a mi cuñada Mara, la galería de arte:”Paloma 18”. Estuve en este maravilloso mundo de los artistas uno ocho o nueve años. Abandoné –mi cuñada continuó cuatro años más- por motivos económicos, pues nuestra aventura fue maravillosa mientras pudimos mantenerla. De aquellos años me quedaron enormes satisfacciones personales y el haber tenido el privilegio de conocer a muchos artistas, gente la mayoría encomiable, así como haberme adentrado un poco más en el mundo del arte que siempre me ha apasionado. En el año 2005 se cumplía el décimo aniversario de la galería. Mi cuñada tuvo la feliz idea de editar un cuaderno de pequeño formato pero de gran contenido. Este cuaderno recorría los diez primeros años de la galería a través de algunos de los cuadros y esculturas que habían colgado de las paredes o expuestas en nuestro local. Me invitó a escribir el prólogo de “Cuaderno de 10 años de viaje”. Lo hice con cariño, tal día como hoy, hace ya siete años, el 30 de marzo del 2005, y ahora lo publico en el blog a modo de recuerdo de aquellos fantásticos años:

“Tomo prestados los versos del poeta: “Sólo quien vive con la belleza/ puede tener una existencia hermosa”. Acércate a esta tu casa. Mira a través de sus ventanales. Cruza el umbral de su puerta. Posa tu limpia mirada en cada cuadro, dibujo o escultura. Detente en cada obra con el corazón abierto. Que fluya por tu ser el mensaje que el artista desea ofrecerte. Descubrirás un mundo de belleza. Quizás consigas el mismo placer que la primera vez que besaste la boca fresca de aquella muchacha o de aquel muchacho. Tal vez recuerdes su sabor a manzanas verdes.

Diez años de Paloma 18 se cumplen este mes de abril. Diez años en los que hemos compartido con artistas una pasión. Cómo agradecer a cada uno de ellos lo que nos han regalado. Qué valor se puede dar a la sensibilidad. No hay palabras para describir ese erizamiento del vello al contemplar una obra de arte. Gracias a todos ellos hemos logrado construir un mundo diferente en cada exposición. Los diferentes “ismos” nos han ido acompañando día a día, mes a mes. Han sido sus obras compañeras de viaje con las que hemos recorrido una excursión de diez años.

Y a ti, querido amigo que nos has visitado, también agradecerte tu inquietud, tu entusiasmo, tu amor al arte. Has sido tú también participe de esta aventura. No lo hubiéramos conseguido sin tu presencia, sin tu ayuda. Te vamos a seguir necesitando en los años venideros y estupendos que aún nos esperan. Seguro que en algún rincón de esta sala te está aguardando aquella piel morena en forma de cuadro, dibujo, escultura o simplemente de curiosidad. Y cuando la encuentres llévatela a casa y comparte con ella el resto de tu vida.”

miércoles, 28 de marzo de 2012

En el refugio de los sueños: Le collage

Cuatro paredes, un techo, tres botes de pintura, cuatro brochas, dos rodillos, cinta carrocero, aguarrás, escalera, dos gorras, vestimenta usada y… claro, algo se nos olvidó, faltaba el rollo de papel para cubrir el suelo y evitar el goteo de la pintura sobre el entarimado. Había que forrarlo. Solución: hojas de periódico, pegadas con la cinta carrocero las unas a las otras. Después de retirar todos los muebles de la habitación fue lo que hicimos, y como sin querer una vez empapelado el suelo con las hojas del periódico quedo establecido un “Collage”.

Me quedé mirando las hojas recién extendidas. Las había de distintas fechas, algunas bastante distantes de las otras. Cuando abres el periódico para leerlo las hojas van correlativas, pero cuando lo deshaces la hoja tres, pongamos por caso, va unida a la treinta y seis, y así sucede con todas. Y claro, pasan cosas…

¿Cómo era posible que la actual vicepresidente del gobierno español, S. de Santamaría, estuviera conviviendo con Alaska y su esposo Mario Vaquerizo enseñando el calzoncillo tanga por encima de su pantalón? Era como si estuvieran intercambiando sus papeles, y claro el resultado no podría ser más penoso: ¿Se imaginan a la vice, cantando?

Cristiano Ronaldo, resaltada el pie de foto, iniciando una carrera. Me dije: “No le vendría mal ilustrarse un poco, así no sería tan presuntuoso”.

Y ya en serio. Las páginas de color naranja de economía se juntaban con aquellas de los pasatiempos, se enlazaban, parecían estar jugando a descubrir el juego. Bueno en realidad puede ser que a eso y no a otra cosa esté jugando la economía; al menos con nosotros.

En un periódico atrasado Israel y Hamás a la gresca; en otro posterior parece que habían llegado a un entendimiento, roto en las hojas más recientes.

Puedo leer: “Llega la derecha sin complejos” y el titular por mor del azar está por encima de la Langoria y nuestra Penélope. “EE.UU. crecimiento de empleo” y a su costado: “Así viven los “Nimis””. “Las modelos más espectaculares del planeta portan sus modelos en la pasarela…y a su lado una foto expresiva de la hambruna que asola a Somalia” (parece un mundo anoréxico).

Podría seguir pues había más noticias entrecruzadas: “¿Quién hundió a las cajas”, “La solución a los problemas de los prostíbulos”. “Descalabro del PSOE”, “Kony y otra guerra sucia”. “Las autonomías a debate”, “Lo que nos ocultan”. Y así un largo ejemplo.

Haced la prueba, veréis que resulta divertido, si algunos de los contrastes no fueran realmente tristes.

martes, 20 de marzo de 2012

Pequeños Relatos Eróticos : ( 16) Armas de mujer

Que no la viniera bien aquella falda poco importaba a Irene; sabía que había engordado durante los últimos meses, pero no tanto como para que se le notase aún. Ella que siempre había sido delgada, extrañaba, ahora, ese cambio en su cuerpo. Se le quedaba admirando, cada día con mayor atención, en el espejo: su feminidad seguía intacta. No le sorprendía que los hombres se obsesionaran mirándola, que se volviesen a su paso. También lo hacían algunas mujeres: ¿Envidia, deseo…? Algo había en su cuerpo que atraía a los demás. Irene lo sabía y siempre se había dejado llevar, pero marcando con claridad su territorio; poniendo freno a quien se atreviera a trasgredir sus normas. Pronto cumpliría cincuenta años y siempre había sido así.

Cambió la falda por una más vaporosa, que pudiera dejar al viento sus torneadas piernas; la tela llena de flores que para eso empezaba aquel día la primavera. ¿Medias? Sí, pero finas, transparentes, como si no las llevara; sabía que le daban mayor atractivo y el clima aún era propicio. Los zapatos imprescindibles que fueran altos, de tacón fino, que hicieran de la lujuria una virtud. La blusa debiera de ser rosa pálido; eso sí, ajustada y dejando insinuar, que no enseñar. La erótica para ella era ante todo sugerencia.

Pero Irene iba mucho más allá de ser un simple envoltorio. Éste no era sino la imagen agradable, atractiva, insinuante…, que entraba por los ojos. Quien lograba desatar el lazo y entrar se quedaba a vivir allí para siempre. Sutil y dúctil al mismo tiempo, sabía condescender para resultar agradable y profundizar con delicadeza en temas de importancia por escabrosos que fueran. Gustaba de relacionarse y su compañía siempre resultaba atractiva. Se le conocían numerosos amigos y amigas, pero no amantes y de seguro que los tenía. Parecía pertenecer a otro tiempo, como si ya hubiera vivido años victorianos y se recreara ahora recordándolos día a día, por más que su personalidad fuese también muy acorde con el tiempo que le correspondía vivir.

Así era y es Irene; la conozco desde hace años.

lunes, 12 de marzo de 2012

En el refugio de los sueños: El reloj

La hora que señala el reloj no es correcta, sólo es exacta: el reloj está parado. Pasa la mayor parte del tiempo en espera. Cuando la ocasión lo requiere sale de su caja y viaja en mi muñeca.

Perteneció a mi padre. Imagino los juegos malabares que hubo de hacer, allá por mil novecientos cuarenta, para comprarlo. En aquellos años tener un reloj era como tener un tesoro; de hecho era un tesoro con cuerda. Poca gente podía presumir de reloj de pulsera. Mi padre lo cuidó durante más de cuarenta años. Todos los días había que darlo cuerda, para que el tiempo no se detuviese en él. Lo cuidó porque para él había constituido un logro poder poseerlo, y por otra razón de la que estoy seguro: para dejármelo en herencia. Se lo había dicho a mi madre, pero un día se le escapó y también me lo dijo a mí. Yo era el mayor de los chicos y quizás entendiera entonces que lo iba a tratar mejor que el taranbana de mi hermano que sólo pensaba en tocar la guitarra, por aquellos años jóvenes, y que luego se hizo arquitecto; hoy con sarcasmo le reprochamos que por qué no siguió con la guitarra.

El reloj tiene su pequeña historia. Al poco de fallecer mi padre, llevé el reloj a limpiar y para que le diera un baño dorado, pues con el uso se había quedado desgastado, y la esfera y agujas estaban muy sucias. Mi padre siempre había dicho con orgullo que su reloj era un “Cyma”, pero que ya no se leía, pues las agujas a base de pasar por encima de las letras las habían borrado. Pues resultó que no, al recibir la limpieza quedaron visibles. Pero la historia no es esta. Resulta que cuando fui a recogerlo a la joyería, el relojero me dijo que si se lo vendía. Ante mi sorpresa y mi negativa me comentó que los relojeros tenían por costumbre hacer una marca personal en el interior de la tapa – a modo de los canteros en la época medieval – cada vez que arreglaban un reloj, y que éste tenía la marca que su padre, también relojero, había impreso en la citada tapa trasera, y que le hacía una enorme ilusión poseerlo. Yo sonreí y le comenté que para mí era un recuerdo también inolvidable. Y aquí está limpio y funcionando como el primer día.

Comentaba al principio que sólo sale de su caja de vez en cuando. Nunca voy al Santiago Bernabéu sin el querido reloj de mi padre; sé que así vemos juntos a nuestro Real Madrid, como hacíamos cada vez que podíamos acudir a Bilbao, o siempre que echaban partidos por la televisión. También se une a las reuniones familiares. A mi madre aún se le escapa alguna lágrima cuando lo ve en mi muñeca.

Y yo qué mejor herencia material podría dejar a mi hijo que éste reloj de su abuelo. Sé que lo cuidará como yo vengo haciendo. Lo malo es que como no es futbolero me llevará poco al Bernabéu.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Pequeños Relatos Eróticos : ( 15) Carnaval

Finalizaba febrero y en estos últimos días del mes se celebraba el baile tradicional del carnaval en el Círculo de la Unión Agraria. En aquella pequeña población donde residían Amparo y Arsenio pocos días había a lo largo del año para disfrutar, todo lo más los dos o tres días de fiestas patronales, pero éstas eran en verano y la juventud se apoderaba de ellas; la gente algo mayor se conformaba con ver a los chicos y chicas divertirse. Pero el carnaval era otra cosa: la juventud pasaba del baile en el Círculo.

Amparo abrió la maleta donde guardaban los disfraces: año tras año venían utilizando los mismos, tan sólo alguna variación sobre el pelo de ella: una flor, un pequeño detalle… Arsenio y su Arlequín no necesitaban retoques; lo malo es que arlequines había varios en el pueblo, pero no les importaba: el caso era pasar un buen rato bailando. En cuanto al disfraz de ella tampoco se diferenciaba demasiado de los del resto de las otras mujeres: faldas, escotes, collares de perlas, rostros pintados y cubiertos con máscaras…, en fin lo que es un baile de disfraces de una localidad con costumbres arraigadas.

Arsenio se estaba colocando su disfraz, que según decía debía de haber encogido pues cada año le venía más estrecho, cuando Amparo se acercó a él con muestras de encontrarse mal. Tengo un enorme dolor de cabeza y el estómago parece querer venir a mi boca, me da vueltas – le dijo-. No voy a poder ir al baile, con la ilusión que me hacía; voy a echarme un rato a ver si se me pasa, pero tú acaba de vestirte. Pero…- comentó él mirando a su esposa-. No importa Arsenio, tú arréglate y diviértete, no vas a quedarte en casa; no te preocupes que no es nada, ya se me pasará.

Se pintó la cara y se colocó la careta de Arlequín y el sombrero picudo. Se ajustó las mallas con aquellos rombos multicolores y la blusa a juego y salió hacia el casino. Iría en taxi: tan poco era forma de ir así vestido por las calles de esa guisa, aunque en el trayecto pudo comprobar que algunas personas, arlequines en particular, sí lo hacían. El baile estaba animado y la gente, merced al disfraz, al antifaz, a la máscara se mostraba más accesible, más cercana, más abierta. Así lo pudo comprobar nuestro buen Arsenio cuando no encontró dificultad alguna, él que era de carácter apocado, para bailar una y otra vez con cuantas damas solicitó con una inclinación y un ademán arlequinesco. Se estaba divirtiendo de veras y bebiendo cóctel tras cóctel: ¡Pagaba el casino!

A media noche Amparo había mejorado de sus molestias estomacales hasta tal punto que decidió ponerse el disfraz de “marquesa” como ella decía, con su careta veneciana que por cierto le había comprado su hermana en la ciudad italiana las últimas navidades, y se dirigió con paso firme hacia el Círculo de la Unión Agraria.

El baile estaba en su apogeo, hombres y mujeres danzaban de forma desinhibida. Brillaban las copas bajo las altas lámparas de cristales en el amplio salón. Amparo estaba bajando las escaleras que daban al entarimado de la pista cuando un apuesto Arlequín se le acercó, portando dos copas en la mano. ¿Me concede el próximo baile señorita? Señora, si lo le importa. No me importa en absoluto, mejor, hasta lo deseo; estoy más acostumbrado –dijo el hombre haciendo una enorme y grotesca, pero graciosa en aquel ambiente, reverencia-. Tomemos una copa primero “madame”, para irnos conociendo – y alargó una de las copas a la recién llegada-. Un Arlequín debería haber dicho “madona” (o eso creo –añadió para sí-) en lugar de “madame”. Tiene usted razón pero esta noche es especial, están permitidos todos los errores.

Bailaron hasta casi desfallecer, y entre pieza y pieza tomaron demasiados cócteles. En algún momento debió de sonar la música más lentamente y los dos bailarines fueron tomando confianza, se fueron acercando y arriesgando confidencias. Los brazos del “Arlequín” se apoyaron con cierta temeridad en la cintura de la misteriosa “Marquesa” y los brazos de ella se cerraron tras la nuca de él; y así al compás de la música se dejaron llevar y fueron pasando los valses, las polkas… La cabeza de ella sobre el hombro de él. A veces mejilla contra mejilla y solo el deseo de las bocas quedaba roto por la incertidumbre de las máscaras. Necesito tomar un poco el aire –dijo ella- demasiado champán me parece que he bebido. Salgamos al parque –dijo él, tomando del brazo a la mujer-. Ella se dejó llevar, como en el baile. Podríamos ir a mi casa a tomar la última copa–dijo él con atrevimiento mientras salían al exterior del Círculo-, si mi mujer no estuviera. O, a la mía – mi esposo no está-, claro que puede llegar. Y, ¿si buscamos un hotel? –propuso él, mientras se iban acercando a un taxi-. Amparo siguió dejándose llevar; su máscara la protegía. También a él y a las docenas de arlequines presentes en el baile.

No enciendas la luz, por favor, me da demasiada vergüenza –expresó ella con nerviosismo-. Como quieras, tus deseos son órdenes para mí –dijo él mientras se entretenía en una nueva reverencia burlesca-. Se desnudaron entre pequeñas risas. Como si fuera la primera vez. Hicieron el amor sin fisuras, recorriendo sus cuerpos sin dejar un solo hueco sin explorar, sin premura pero sin dilación. Fatigados, pero dichosos, volvieron a ponerse sus trajes, sus máscaras, volvieron a ocultarse quizás para siempre. Ella, al salir del hotel, tomó a pie el camino de su casa. Él se entretuvo en ver como se alejaba. En la figura de aquella mujer había algo que le recordaba a alguien, sin saber muy bien a quién.