lunes, 26 de octubre de 2009

La cuñada de M.L.:El regreso(2)

-Es todo tan extraño –continuó Leonor-. Ayer parecía que nada ni nadie podía interponerse en nuestras vidas. Que éstas transcurrían conforme a una ley establecida. Aquella tragedia, aunque nunca olvidaba, iba perteneciendo cada vez más al mundo de los recuerdos. Y basta una chispa para que el incendio regrese con toda su virulencia. La llegada de Alberto me ha sumido, una vez más, en mis pensamientos. Sin querer he vuelto a viajar a mi pasado. En él no estabas tú, ni tu hermana, ni tan siquiera mi hija. Me he sentido sola como nunca creí, ya, que me sentiría. Y no lo digo porque no conozca de sobra tus sentimientos, es algo difícil de explicar. Todo lo que he pensado, desde ayer, no tiene ninguna lógica. Me he visto envuelta en el desaliento más profundo. No he podido reaccionar ante algo que debería de estar superado. Por qué te cuento esto, mi amor, que culpa tienes tú de lo que me sucede, no perteneces a aquella parte de mi vida. Es más por nada del mundo me gustaría que hubieras pertenecido, no le deseo aquello a nadie; ni tan siquiera a Alberto que también hubo de sufrirlo.

Roberto hacia rato que había optado por dejarla hablar.

-Y aquí estamos. Yo hablando sin parar, y tú callas, me escuchas. Miro por esa ventana y hasta mis oídos llegan las voces alegres, vivas, de la gente. Por qué no soy yo una de ellas. Qué he hecho para tener que pasar por esto otra vez. ¡Joder, Alberto! ¡Deja de joder! ¡Piensa en tu hija! ¡En mí, aunque sea sólo un momento!

-Deberías decírselo –intervino Roberto.

-Ya lo hice. Se fue, pero lo conozco. Volverá.

-¿Le hablaste de mí?

-No…todavía no.

-Al menos ahora estarás preparada –expuso Roberto mientras la abrazaba-. Ven, cálmate. Hace muchos días que no estamos juntos como ahora –continuó mientras acercaba aún más a la mujer sobre su pecho.

Permanecieron sentados en el sofá durante largo rato. La angustia de Leonor fue dando paso a un sosiego que se convirtió en sueño. Roberto la ayudó a incorporarse y la acostó en la cama. Leonor se quedó profundamente dormida, y él se tendió a su lado. Encendió un cigarrillo y se quedó contemplando como el humo ascendía hacia el techo de la habitación. Pensando en Alberto se quedó también dormido.

Ahora era Leonor la que fumaba. De vez en cuando volvía despacio la cabeza para observar a Roberto que dormía profundamente. Tenía la mirada fija en el techo y el pensamiento lejos de aquella habitación. Fue recordando lo que la había contado a Angélica. El regreso de Alberto no tenía por que alterar su vida –se decía-. Pero no podía evitar una cierta incertidumbre que se iba colando en su interior. Era como una espesa niebla que cayera sobre ella y que la impidiese ver más allá de sus palabras. El tiempo –pensaba- a veces no lo solucionaba todo. Cerrando los ojos recordó su llegada a España con el que poco más tarde se convertiría en su esposo. Llegaron con lo puesto, como se suele decir. Con las pocas pertenencias que pudieron adquirir en Palmira allá en Uruguay. Comenzaba para ellos una nueva vida -solían comentar a menudo-. Estar juntos era lo importante. Consiguieron vencer los obstáculos. El idioma les facilitó el camino. Por aquellos años la inmigración apenas trascendía en España por lo que no tuvieron que superar demasiados escollos para lograr una cierta situación favorable. No todo fue un camino de rosas pero a los pocos años estaban en una posición que les permitía mirar el futuro con alegría. “Nos queríamos –dijo Leonor modulando en voz baja la voz-. Nos queríamos, sí”. Alberto logró aprobar sus estudios: ya era odontólogo Poco más tarde nació Nuria que tanto se parecía, ahora, a su padre. Y fue nacer Nuria y empezar a estropearse aquello por lo que tanto habían luchado. Un buen día, Alberto le comunicó que se había enamorado. Así, sin más. “Al menos me fue fiel, no me engañó. Me lo contó. No hubiera podido soportar enterarme por otra persona” –se martirizaba Leonor-. Alberto se fue, la abandonó a ella y a su hija de tres años. A veces contactaba con ellas. Las llamadas se fueron espaciando en el tiempo, hasta desaparecer casi por completo. “¡Y ahora regresa el muy…!” Roberto se despertó en ese momento.

2 comentarios:

  1. Has hecho de leonor una mujer temperamental y débil a la vez, llena de contradicciones e inseguridades.

    Me gusta como lo vas desarrollando.

    un abrazo

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  2. Me alegro que sigas día a día leyendo mis pequeñas cosas. Un abrazo

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