¡Dios! ¡Casi quince años y ahora vuelve el muy cabrón! ¡Casi quince años, Roberto! ¿Entendés vos lo que le digo? ¿Entendés?
Leonor se quedó quieta un instante; pareció tranquilizarse por unos momentos mirando hacia el techo de la habitación. Pero la calma no llegaba. Estaba enfurecida, fuera de sí. Roberto se acercó a ella e intentó abrazarla. Leonor giró sobre sí y le dio la espalda. Comprendió que Roberto no era culpable de aquella parte de su vida y girando de nuevo se echó sobre su hombro apoyando la cabeza. Roberto dejó transcurrir unos pocos minutos antes de preguntar; sabía que Leonor necesitaba esos instantes de soledad.
-¿Y qué piensas hacer? –se atrevió a preguntar.
-¿Hacer? Nada. ¡Qué voy a hacer, nada! Echarle fue lo que hice. Joder después de quince años regresa para decirme que se equivocó, que le perdone. ¡Está loco! Me jodió la vida cuando más le necesitaba. ¡Roberto, cuando Alberto me dejó yo tenía veinticuatro años y una niña de tres! ¿Entendés? ¡Me las tuve que resolver yo sola en este jodido mundo! ¡Yo sola! ¡Ahora tengo una hija a la que adoro, os tengo a vos, a Angélica ¡¡Tengo lo más parecido a una familia, y ahora viene este boludo y me quiere destrozar otra vez la vida!¡Pues esta vez, no!¡Se acabó!
-Todo se resolverá, Leonor, tranquilízate. Él ya no puede hacer nada. Eres una mujer libre, y como bien dices nos tienes a nosotros. Pero dime, ¿cómo es que le dio por volver?
-Alberto –respondió Leonor-, siempre fue igual con las mujeres, las manejaba a su antojo. Tenía un don para seducir. Conmigo también lo consiguió, aunque a mí me fue fiel durante años. Pero al final, ya ves, también me abandonó. Llevábamos cuatro años en España, los peores, cuando un buen día vino y me dijo que se había enamorado de otra mujer. Yo al principio no pensé que aquello fuera irreversible. Nos queríamos. Como pudo pasar no lo sé. Creo que en aquel momento fue sincero conmigo y yo acabé aceptándolo. No luché por nuestro amor. A lo mejor no le quería tanto como suponía. Renuncié con cierta facilidad. Por mi cabeza, soy consciente de ello, ahora, pasaron recuerdos de juventud en los que siempre estábamos Alberto, yo y otra persona. En aquellos años, en la universidad bonaerense, éramos alegres, extrovertidos, y aquellas pequeñas aventuras no significaban gran cosa. Tan sólo una vez me afectó y rompimos durante unos meses. Intentó también seducir a Nuria. ¿Recuerdas? –preguntó Leonor.
-Sí, claro, tu mejor amiga. La chica que desapareció en los primeros días de la dictadura de Videla y compañía –dijo Roberto.
-Sí, Nuria salía ya por entonces con Ismael, pero eso no fue inconveniente para que Alberto se acercara a ella. Nuria lo rechazó, y creo que Alberto no pudo digerirlo. Estaba acostumbrado a que todo el mundo, sobre todo las mujeres, le consistieran sus deseos. A pesar de ello yo continué con él; estaba enamorada. Ya sabes a los dieciséis años todo se ve de color de rosas. Durante unos meses todo volvió a ocupar su lugar y el orden de las cosas prevaleció sobre todo tipo de inquietudes. En 1976 estalló el golpe militar en Argentina. Ya te conté nuestras penurias y nuestra llegada a España. Transcurrieron unos cuatro años durante los cuales tuvimos que trabajar en lo que podíamos. Alberto logró acabar sus estudios de odontología. Estábamos superado ya lo peor cuando nació Nuria. Alberto fue muy reticente a que la pusiéramos ese nombre, sin duda en su memoria perduraba el rechazo sufrido. Alegaba que su nombre nos iba a hacer recordar siempre los desagradables sucesos vividos. Fui inflexible. El recuerdo de aquella Nuria era lo que más deseaba yo en el mundo. Mi hija siempre me lo ha hecho sentir. Nunca morirá.
-Dicen que las personas no mueren del todo mientras exista alguien que las recuerde –interrumpió Roberto.
-Exacto, mi amor.
Me gusta, rafa. recuerdame que te tengo que pedir que me pases toda la historia en un archivo. Si no la publicas claro, que en ese caso la compraré.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Qué grande eres, Fernando! ¡Pues no tengo ya un comprador. Je,je.! Un abrazo
ResponderEliminarPobre Leonor. Cuantos Albertos hay en el mundo pidiendo una nueva oportunidad a la que siempre llegan tarde. Si publicas, ya tienes otro ejemplar vendido.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias Josep. Vaya rítmo que llevo, je, je. Un abrazo
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