viernes, 9 de octubre de 2009

La cuñada de M.L.: "Conversación (1)

Dejó la taza sobre el poyo de la ventana y se quedó mirando el exterior. El jardín, por falta de cuidados, presentaba un aspecto penoso. Tengo que hacer algo con este jardín, quizás Leonor quiera ayudarme –pensó-. Pasaba muchas horas en su casa y ahora con el comienzo de las clases, la rutina le llevaba a ver poco a Ildefonso. Dormía y desayunaba con su marido en la casita anexa al hotel, y no sentía ninguna pereza por tener que tomar el coche y desplazarse todos los días hasta el instituto. No regresaba a su domicilio hasta el anochecer. Absorta en sus pensamientos, que la llevaban de Leo a Nuria y de Nuria a Leo, continuaba con la mirada perdida entre los pequeños árboles del jardín, tardó en percatarse de que estaban llamando al timbre con insistencia. Era Leonor.

-Creí que no estabas –dijo Leonor a modo de saludo, mientras besaba la mejilla de Ángela.

-Ya sabes que a estas horas siempre estoy, lo que pasa es que estaba distraída pensando…

-En Ildefonso.

-Sí, y en ti, y en Nuria, tu hija.

-Nuria,…ya. Sabes, habla muy bien de su profesora de Lengua –dijo Leonor sonriendo-. Y, ¿se puede saber en que pensabas? –añadió mientras se quitaba la chaqueta de botonadura cruzada que tanto marcaba su talle.

-No, nada, algo que tu hija dejó entrever en el primer ejercicio escrito que propuse a mis alumnos. Habló de su padre, como de un ser lejano. Me preocupó. Tú nunca me has hablado de él. ¿No se lleva bien con vosotras?

-La verdad es que no se lleva. ¿Tienes café hecho?

-Vamos que no vas a contarme nada –comentó Ángela mientras vertía la infusión en una taza.

-No me apetece nada recordarlo. Nuria era muy pequeña, tres añitos, cuando desapareció de nuestras vidas. Al principio nos veía. Nos llevábamos bien. Poco a poco se fue distanciando. Sólo llama por los cumpleaños, por navidad. Ya sabes, por cumplir. Pero pensaba que para mi hija ya no constituía una preocupación. Al menos no tanto como para contarlo.

-Buena, ella no contó nada. Sólo comentó que lo echaba de menos.

-Suficiente, ¿no crees?

-¿Qué pasó? – pregunto Ángela.

-Lo de siempre, una mujer.

-¡Hombres!

-¡Sí, hombres! Pero ella sabía que estaba casado. También las mujeres a veces somos responsables. Quiero decir que toda la culpa no tiene que ser necesariamente de ellos.

-Vamos, que sigues enamorada de él.

-No digas tonterías, yo estoy enamorada de tu hermano, aunque últimamente lo tengo demasiado abandonado. No sé de quién será la culpa –dijo Leonor mirando a los ojos de Ángela.

-Lo nuestro no es enamoramiento, querida. Puede que sea pasión, deseo; pero creo que está muy lejos de poderse llamar amor. Estamos a gusto; nos entendemos bien. No lo des más vueltas. Tú tienes tu vida, y yo la mía.

-Claro.

-¡Esa cara, Leonor, esa cara! ¡No debes de ser tan emocional, tan romántica! ¡Hay que vivir! ¡Qué ya nos hemos comido la mitad de las galletas! –exclamó Ángela.

-¿Qué es eso de comer galletas? Cada día me sorprendes más.

-Es un símil, mujer. Yo a la vida la comparo con una caja de galletas. Vamos que nos vamos comiendo las que más nos gustan y que dejamos las peores para el final. ¿Entendes vos?

-Sí, claro que entiendo. Pero me agotas con tus cosas. ¿Y a qué viene ese deje argentino ahora?

-Es que tú, Leonor, me trasmites impulsos que no puedo evitar. Encuentro

satisfacción estando cerca de ti. Me gusta verte. Hablar contigo. Sonreír. Tenerte cerca. Abrazarte. Me agrada acurrucarme en el sofá usando tu vientre de almohada donde apoyar mi cabeza. Dormirme en esta posición y que tu veles mis sueños, y al despertar sentir tus dedos deslizándose por mi cabello. Tú lo llamas enamoramiento, amor. Yo creo que es pasión, deseo o quizás sólo búsqueda de felicidad. Sí, me dirás, ¡pero nosotras ya somos felices! Sí, claro, pero ¿qué grado de felicidad deseas tener, Leonor? Nadie nos ha explicado nunca, dónde empieza la felicidad y dónde termina. De la misma manera que no se nos enseña a ser madres o padres. No hay clases para eso. Cada una de nosotras busca, a veces sin saberlo, un mayor grado de felicidad. ¿No te sucede lo mismo con el bienestar? ¿Por qué, entonces, va a ser diferente con la felicidad? No te abrumes, la vida es así.

3 comentarios:

  1. Rafa:

    tengo un problema para comenstra aqui. Bueno. en primer lugar felicidades. Susana me dijo que era tu cumpleaños. Te decia en el comentario que me guststa ese halo de suspense que dejas al final de cada post. Esta historia está siendo muy entretenida.
    Un abrazo

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  2. Gracias Fernando. No ha salido del todo tu comentario; algo escribías de un problema. Ya me dirás. Un abrazo.

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  3. si, que de vez en cuando no salen los comentarios que publico. Nada grave.

    Un abrazo

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