David pulsó con mano temblorosa el timbre de la puerta.
-¿Está Marisa? –preguntó al chico que le abrió.
-Tú debes de ser David. Pasa, pasa, te está esperando toda la familia. Mi hermana nos dijo que venías hoy. Te aconsejo que no hables demasiado. No sabes cómo son.
-Gracias por el aviso.
Marisa llegó corriendo. Lo llevó al salón de la casa, en donde estaban sentados, esperando, sus familiares. Todos los adultos se pusieron de pie.
-David, éstos son mis padres –dijo señalándoles con la mano-. Mi tío Luis, su mujer Amelia. A mi hermana Elena ya la conoces. Y Guille, a quien acabas de saludar.
-Siéntate –dijo Milagros, la madre de Marisa-. Eres muy alto, David.
-Usted también…Quiero decir que…Gracias.
-¿Así que quieres irte a vivir con mi hija? –dijo el padre a modo de saludo.
-¡Papá! –protestó Marisa.
-Bueno, si ella quiere.
-¡Pero os casaréis antes –exclamó sobresaltada la madre.
-Bueno, no era del todo mi…nuestra…intención, pero…
-Nada, nada, os casaréis antes –determinaron al unísono la madre y la tía Amelia.
-¿En qué iglesia pensáis casaros? –apostilló la tía Amelia,
-No lo hemos pensado aún –contestó David en un intento de aligerar la tensión.
Elena intervino:
-Ahora se lleva mucho eso de conocerse, comprometerse…Arrimarse, vamos.
-¡Cállate, niña! –gritó el padre, y añadió: David, ¿estudias o trabajas?
-Trabajo.
-¿En qué?
-Soy traficante.
-¿El qué? -exclamaron, mientras saltaban de sus sillas, el padre, la madre y los tíos.
-David trabaja con su padre –intervino rápidamente Marisa-. Tienen un comercio en el centro. Trafican con mercancías. Ya le conoceréis, es muy bromista.
-Un comerciante –repitió el tío Luis-. ¿Qué clase de comercio?
-Vendemos telas-
-¿Y eso da mucha “tela”? –se carcajeó Guille.
-¡Estos chicos! –añadió la madre mientras miraba expectante a David.
-Vivimos cómodamente. No se preocupen por eso. Además nos queremos y …
-Eso está muy bien –cortó el padre-. Pero las penas con pan son menos…
-¿Qué penas? –protestó Marisa.
-Quiero decir que es mejor tener una buena posición que…
-No, por mí no se preocupe –interrumpió David-, estoy cómodo así –y se ajustó el respaldo de la silla.
-Me refería a…
-Sé a qué se refería. Ya les ha dicho su hija que soy muy bromista.
-David, ¿eres religioso? –preguntó la tía Amelia.
-No. No soy practicante, si se refiere a eso, pero tengo mis creencias.
-Pero católico sí serás.
-Estoy bautizado e hice la primera comunión.
-¿En qué iglesia te bautizaron?
-No me acuerdo, era muy pequeño.
Elena y Guille soltaron una carcajada.
-Ya veo que eres muy bromista –dijo el padre, mientras Marisa empezaba a ponerse un poco nerviosa.
-Un poco de sentido del humor nunca viene mal –terció el tío Luis, a quien David comenzaba a caerle muy bien-. Y –añadió-: David, ¿te gusta el fútbol? Lo digo porque hoy hay partido.
-Sí, sí señor, me gusta mucho.
-¿De qué equipo eres?
-Del Atlético, tío Luis, si me permite llamarle así.
-¿Del Atlético? –exclamó Guille-. ¡Toma ya!
Sí que es raro este chico –dijo el padre como para sí.
La madre se levantó mientras decía:
-Voy a la cocina a prepara un poco de merienda. ¿Me acompañas, Amelia? Vosotros seguid hablando, ahora que habéis encontrado vuestro tema favorito.
Amelia aprovechó para sentarse junto a David.
-Cariño, ¿te apetece merendar o nos vamos a dar una vuelta?
-No, cielo, me apetece quedarme. Tu familia es muy agradable.
-Como quieras –se conformó Marisa cruzándose de brazos.
-Dónde iréis de viaje de novios –preguntó Elena.
-A Cancún –se anticipo Marisa.
-Aún no lo hemos decidido – replicó David mirando a su novia.
Milagros y Amelia regresaron al saloncito llevando unas bandejas con tazas, vasos y platos de comida.
-¿Qué te gusta para picar, David? –preguntó la madre.
-Como de todo, no se preocupe por mí, señora.
-Deberías llamarle mamá – dijo un emocionado Guille.
-¿Guille! –se oyó desde una esquina del saloncito.
-No sé si me atrevería…aún –dijo tímidamente David.
-Llámame como quieras. Todo menos señora. Me hace mayor.
-Es usted muy joven todavía –dijo David viendo la ocasión como un delantero ve un hueco en la defensa.
-Gracias David, eres muy amable –respondió la madre visiblemente halagada.
-A mí también puedes llamarme como quieras –intervino la tía Amelia.
-Supongo que Amelia estará bien –insinuó David.
-Bueno, a merendar, que se enfría el té –propuso la madre no sin entusiasmo.
Fueron pasando los minutos, y la tensión con la que David entró en la casa de su novia también fue pasando.
Buenísimo Rafa. Mejor cada día. Con esto Nico ya tiene un guión.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Fernando. No sabes como te agradezco que pases por aquí. Un abrazo
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