miércoles, 7 de octubre de 2009

En el refugio de los sueños: Pedida de mano.

David pulsó con mano temblorosa el timbre de la puerta.

-¿Está Marisa? –preguntó al chico que le abrió.

-Tú debes de ser David. Pasa, pasa, te está esperando toda la familia. Mi hermana nos dijo que venías hoy. Te aconsejo que no hables demasiado. No sabes cómo son.

-Gracias por el aviso.

Marisa llegó corriendo. Lo llevó al salón de la casa, en donde estaban sentados, esperando, sus familiares. Todos los adultos se pusieron de pie.

-David, éstos son mis padres –dijo señalándoles con la mano-. Mi tío Luis, su mujer Amelia. A mi hermana Elena ya la conoces. Y Guille, a quien acabas de saludar.

-Siéntate –dijo Milagros, la madre de Marisa-. Eres muy alto, David.

-Usted también…Quiero decir que…Gracias.

-¿Así que quieres irte a vivir con mi hija? –dijo el padre a modo de saludo.

-¡Papá! –protestó Marisa.

-Bueno, si ella quiere.

-¡Pero os casaréis antes –exclamó sobresaltada la madre.

-Bueno, no era del todo mi…nuestra…intención, pero…

-Nada, nada, os casaréis antes –determinaron al unísono la madre y la tía Amelia.

-¿En qué iglesia pensáis casaros? –apostilló la tía Amelia,

-No lo hemos pensado aún –contestó David en un intento de aligerar la tensión.

Elena intervino:

-Ahora se lleva mucho eso de conocerse, comprometerse…Arrimarse, vamos.

-¡Cállate, niña! –gritó el padre, y añadió: David, ¿estudias o trabajas?

-Trabajo.

-¿En qué?

-Soy traficante.

-¿El qué? -exclamaron, mientras saltaban de sus sillas, el padre, la madre y los tíos.

-David trabaja con su padre –intervino rápidamente Marisa-. Tienen un comercio en el centro. Trafican con mercancías. Ya le conoceréis, es muy bromista.

-Un comerciante –repitió el tío Luis-. ¿Qué clase de comercio?

-Vendemos telas-

-¿Y eso da mucha “tela”? –se carcajeó Guille.

-¡Estos chicos! –añadió la madre mientras miraba expectante a David.

-Vivimos cómodamente. No se preocupen por eso. Además nos queremos y …

-Eso está muy bien –cortó el padre-. Pero las penas con pan son menos…

-¿Qué penas? –protestó Marisa.

-Quiero decir que es mejor tener una buena posición que…

-No, por mí no se preocupe –interrumpió David-, estoy cómodo así –y se ajustó el respaldo de la silla.

-Me refería a…

-Sé a qué se refería. Ya les ha dicho su hija que soy muy bromista.

-David, ¿eres religioso? –preguntó la tía Amelia.

-No. No soy practicante, si se refiere a eso, pero tengo mis creencias.

-Pero católico sí serás.

-Estoy bautizado e hice la primera comunión.

-¿En qué iglesia te bautizaron?

-No me acuerdo, era muy pequeño.

Elena y Guille soltaron una carcajada.

-Ya veo que eres muy bromista –dijo el padre, mientras Marisa empezaba a ponerse un poco nerviosa.

-Un poco de sentido del humor nunca viene mal –terció el tío Luis, a quien David comenzaba a caerle muy bien-. Y –añadió-: David, ¿te gusta el fútbol? Lo digo porque hoy hay partido.

-Sí, sí señor, me gusta mucho.

-¿De qué equipo eres?

-Del Atlético, tío Luis, si me permite llamarle así.

-¿Del Atlético? –exclamó Guille-. ¡Toma ya!

Sí que es raro este chico –dijo el padre como para sí.

La madre se levantó mientras decía:

-Voy a la cocina a prepara un poco de merienda. ¿Me acompañas, Amelia? Vosotros seguid hablando, ahora que habéis encontrado vuestro tema favorito.

Amelia aprovechó para sentarse junto a David.

-Cariño, ¿te apetece merendar o nos vamos a dar una vuelta?

-No, cielo, me apetece quedarme. Tu familia es muy agradable.

-Como quieras –se conformó Marisa cruzándose de brazos.

-Dónde iréis de viaje de novios –preguntó Elena.

-A Cancún –se anticipo Marisa.

-Aún no lo hemos decidido – replicó David mirando a su novia.

Milagros y Amelia regresaron al saloncito llevando unas bandejas con tazas, vasos y platos de comida.

-¿Qué te gusta para picar, David? –preguntó la madre.

-Como de todo, no se preocupe por mí, señora.

-Deberías llamarle mamá – dijo un emocionado Guille.

-¿Guille! –se oyó desde una esquina del saloncito.

-No sé si me atrevería…aún –dijo tímidamente David.

-Llámame como quieras. Todo menos señora. Me hace mayor.

-Es usted muy joven todavía –dijo David viendo la ocasión como un delantero ve un hueco en la defensa.

-Gracias David, eres muy amable –respondió la madre visiblemente halagada.

-A mí también puedes llamarme como quieras –intervino la tía Amelia.

-Supongo que Amelia estará bien –insinuó David.

-Bueno, a merendar, que se enfría el té –propuso la madre no sin entusiasmo.

Fueron pasando los minutos, y la tensión con la que David entró en la casa de su novia también fue pasando.

2 comentarios:

  1. Buenísimo Rafa. Mejor cada día. Con esto Nico ya tiene un guión.

    Un abrazo

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  2. Gracias Fernando. No sabes como te agradezco que pases por aquí. Un abrazo

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