viernes, 30 de octubre de 2009

En el refugio de los sueños: El anillo

Cayó en sus manos por casualidad. Estaba leyendo el diario y entre las páginas surgió aquella publicidad de una casa de joyería. La miró distante, sin importarle, por rutina, antes de deshacerse de aquellas hojas, como tantas y tantas veces. Ya iba a tirarlas al pequeño contenedor de papeles que había en la cocina, junto al de reciclar plásticos y vidrio, cuando vio un anillo que le sorprendió. Sobre el cerco de oro una fila de piedras preciosas de color azul emitían unos destellos espectaculares, sin duda mérito del fotógrafo –pensó-. El anillo le sorprendió. Era de una belleza, al igual que su precio, apabullante. Pero ella se lo merecía todo. Además en unos pocos días sería su cumpleaños. Dudó si aquella publicidad sería engañosa. Leyó aquel díptico publicitario sin dejarse una coma, y comprobó que podía devolver la joya en el plazo de quince días en caso de que no fuera de su conformidad.

Marcó el número de la casa de joyería: nueve, cero, dos… Una voz cantarina contestó a su llamada:

-Expojoyas, dígame, mi nombre es Laura, ¿en qué puedo servirle?

-Verá señorita, acabo de ver en un formulario publicitario de su casa una joya, un anillo, que me gustaría comprar.

-Muy bien caballero. ¿Le importaría decirme su nombre y domicilio, por favor, así como la referencia de nuestro producto?

-Mi nombre es Eduardo Ortega Garay, pero no deseo que me envíe la joya, junto con el joyero que regalan con su compra, a mi domicilio particular, sino a…

-Es sólo para la ficha D.Eduardo –le interrumpió la voz de Laura- Luego me indica usted lo que desee.

-Bien, anote: Plaza de La Cruzada; bueno es Plaza de La Cruzada Nacional Española, pero con que ponga de La Cruzada es más que suficiente, número siete, primero izquierda. La referencia del anillo es: cuatro, siete, ocho…

-Me indica el número de su cuenta, si es tan amable. ¡Ah, se me olvidaba!. ¿Desea usted pagarlo de una sola vez o acogerse a los cómodos plazos a los que tiene derecho por esta compra?

-De una vez, pero por favor tome usted nota de la dirección donde deseo que me envíe…

-Un momento –le volvió a interrumpir Laura- me dice usted el número de su cuenta; ya sabe con los veinte dígitos.

-Sí, claro, apunte: cero, cero, tres, cero…

-Gracias D.Eduardo, le repito por si hubiera algún error: cero, cero… de acuerdo.

-Si, correcto, le decía que…

-Sí, dígame.

-Mire Laura, ¿me permite tutearle, verdad? Quiero que me envíe el paquete a la dirección de mi lugar de trabajo. Quiero dar una sorpresa de cumpleaños y no deseo que el regalo llegue antes de la fecha.

-Entiendo, dígame D.Eduardo

-Sí, calle San Carlos nº 1 bajo… Por favor tome atención de hacer aquí el envío.

-No se preocupe. Por cierto la joya es excepcional, de lo mejor que tenemos en nuestro catálogo, las piedras azuladas…

-Laura –la cortó Eduardo-, déjelo que ya la he comprado el anillo. Gracias, y no se la olvide lo que hemos hablado.

-Descuide señor.

Habrían pasado seis o siete días cuando un paquete con el anagrama de Expojoyas S.L a nombre de D.Eduardo Ortega Garay, llegó a su domicilio en Plaza de La Cruzada ante la alegría de su esposa Carmen, que no esperaba aquel detalle de su esposo. Carmen dejó el paquete sobre la mesa del salón muerta de contenta.

Eduardo llegó a su domicilio, una vez acabado su trabajo diario, sobre las tres de la tarde y se topó con el paquete. Rabioso, se encerró en su habitación y tomando el móvil llamó a la señorita Laura.

-Expojoyas, dígame. Mi nombre es Laura ¿en que puedo servirle?

-Señorita Laura –atronó la voz de Eduardo al otro lado de la línea telefónica.

-Sí –se escuchó una voz temblorosa-. Sí…

-Mi nombre es Eduardo Ortega Garay, hace una semana escasa que hice una compra de un anillo. ¿Recuerda?

-Me suena, sí…dígame.

-¿Recuerda que le dije, hasta tres veces, que no mandase el paquete a mi domicilio particular, sino a mi lugar de trabajo?

-Hay, ¿no me diga que he equivocado?...

-Pues, sí, se ha equivocado usted…

-Cuanto lo siento D.Eduardo…pero a su mujer le ha gustado el anillo ¿a qué sí? Es que era precioso…

-¡¿Y a usted quién le dijo que era para mi mujer?! –atronó la voz de Eduardo.

Silencio

Silencio

Silencio

Después de muchos silencios se pudo escuchar la voz de Laura:

-Don Eduardo si quiere puede devolverlo.

-¿Devolverlo, ahora, con la alegría que se ha llevado mi esposa? ¿Por qué jodida razón los jóvenes no escucháis?

lunes, 26 de octubre de 2009

La cuñada de M.L.:El regreso(2)

-Es todo tan extraño –continuó Leonor-. Ayer parecía que nada ni nadie podía interponerse en nuestras vidas. Que éstas transcurrían conforme a una ley establecida. Aquella tragedia, aunque nunca olvidaba, iba perteneciendo cada vez más al mundo de los recuerdos. Y basta una chispa para que el incendio regrese con toda su virulencia. La llegada de Alberto me ha sumido, una vez más, en mis pensamientos. Sin querer he vuelto a viajar a mi pasado. En él no estabas tú, ni tu hermana, ni tan siquiera mi hija. Me he sentido sola como nunca creí, ya, que me sentiría. Y no lo digo porque no conozca de sobra tus sentimientos, es algo difícil de explicar. Todo lo que he pensado, desde ayer, no tiene ninguna lógica. Me he visto envuelta en el desaliento más profundo. No he podido reaccionar ante algo que debería de estar superado. Por qué te cuento esto, mi amor, que culpa tienes tú de lo que me sucede, no perteneces a aquella parte de mi vida. Es más por nada del mundo me gustaría que hubieras pertenecido, no le deseo aquello a nadie; ni tan siquiera a Alberto que también hubo de sufrirlo.

Roberto hacia rato que había optado por dejarla hablar.

-Y aquí estamos. Yo hablando sin parar, y tú callas, me escuchas. Miro por esa ventana y hasta mis oídos llegan las voces alegres, vivas, de la gente. Por qué no soy yo una de ellas. Qué he hecho para tener que pasar por esto otra vez. ¡Joder, Alberto! ¡Deja de joder! ¡Piensa en tu hija! ¡En mí, aunque sea sólo un momento!

-Deberías decírselo –intervino Roberto.

-Ya lo hice. Se fue, pero lo conozco. Volverá.

-¿Le hablaste de mí?

-No…todavía no.

-Al menos ahora estarás preparada –expuso Roberto mientras la abrazaba-. Ven, cálmate. Hace muchos días que no estamos juntos como ahora –continuó mientras acercaba aún más a la mujer sobre su pecho.

Permanecieron sentados en el sofá durante largo rato. La angustia de Leonor fue dando paso a un sosiego que se convirtió en sueño. Roberto la ayudó a incorporarse y la acostó en la cama. Leonor se quedó profundamente dormida, y él se tendió a su lado. Encendió un cigarrillo y se quedó contemplando como el humo ascendía hacia el techo de la habitación. Pensando en Alberto se quedó también dormido.

Ahora era Leonor la que fumaba. De vez en cuando volvía despacio la cabeza para observar a Roberto que dormía profundamente. Tenía la mirada fija en el techo y el pensamiento lejos de aquella habitación. Fue recordando lo que la había contado a Angélica. El regreso de Alberto no tenía por que alterar su vida –se decía-. Pero no podía evitar una cierta incertidumbre que se iba colando en su interior. Era como una espesa niebla que cayera sobre ella y que la impidiese ver más allá de sus palabras. El tiempo –pensaba- a veces no lo solucionaba todo. Cerrando los ojos recordó su llegada a España con el que poco más tarde se convertiría en su esposo. Llegaron con lo puesto, como se suele decir. Con las pocas pertenencias que pudieron adquirir en Palmira allá en Uruguay. Comenzaba para ellos una nueva vida -solían comentar a menudo-. Estar juntos era lo importante. Consiguieron vencer los obstáculos. El idioma les facilitó el camino. Por aquellos años la inmigración apenas trascendía en España por lo que no tuvieron que superar demasiados escollos para lograr una cierta situación favorable. No todo fue un camino de rosas pero a los pocos años estaban en una posición que les permitía mirar el futuro con alegría. “Nos queríamos –dijo Leonor modulando en voz baja la voz-. Nos queríamos, sí”. Alberto logró aprobar sus estudios: ya era odontólogo Poco más tarde nació Nuria que tanto se parecía, ahora, a su padre. Y fue nacer Nuria y empezar a estropearse aquello por lo que tanto habían luchado. Un buen día, Alberto le comunicó que se había enamorado. Así, sin más. “Al menos me fue fiel, no me engañó. Me lo contó. No hubiera podido soportar enterarme por otra persona” –se martirizaba Leonor-. Alberto se fue, la abandonó a ella y a su hija de tres años. A veces contactaba con ellas. Las llamadas se fueron espaciando en el tiempo, hasta desaparecer casi por completo. “¡Y ahora regresa el muy…!” Roberto se despertó en ese momento.

sábado, 24 de octubre de 2009

¿Cuándo duermen los libros?

En el barrio de Boca, en la ciudad bonaerense de la capital Argentina, los libros no duermen. Por extraño que parezca, las librerías, en ese lugar, permanecen abiertas las veinticuatro horas del día, esperando que los habitantes de la ciudad se pasen por sus estantes para elegir aquel libro que les está llamando, sin duda, a cualquier hora. Sólo hay que acercarse y comprobarlo. Por eso los libros, en ese lugar, permanecen alerta esperando que unas manos los acaricien. Da igual que esas manos lleven tras de sí a la mujer más hermosa de la ciudad o al ciudadano más descuidado en el vestir. Ellos están allí para cumplir la función para la que fueron creados. Sin duda, pues algo de humano tienen, preferirán a aquella criatura celestial que huele a jazmines y exhala sabor a frutas rojas, que va a acariciarlos con sus manos de seda, y que a veces en una especie de arrebato místico se llevará el libro hasta sus senos. Las hojas de aquel libro temblarán de placer mientras aguardan el suspiro de aquella doncella que le ha elegido a él y sólo a él, entre los cientos de libros, para darle aquel momento de ternura. Sólo más tarde se asombrará de los transparentes ojos grises de aquella criatura que con su mirada soplará en la página cincuenta y una su halo fresco. Atravesará hasta el infinito sus pupilas y tardará días, quizás meses, en olvidarse de ellos, si es que alguna vez lo consigue. Cuando la mujer lo abandone, no lo hará del todo, pues el olor de su atezada piel se habrá quedado impregnado en él. Aquella noche descansará en el lugar que le corresponde en el estante pero tampoco podrá dormir con su recuerdo.

¿Y la mujer? La mujer se habrá empapado con aquella historia de amor que buscaba. Habrá sentido placer con la lectura de aquel libro que cayó en sus manos “por casualidad”. Habrá vivido nuevas sensaciones y hasta es posible que se haya enamorado de aquel libro sin que este lo sepa.


jueves, 22 de octubre de 2009

De dioses y de barros.

Ayer pasé una mala noche, hasta dormí mal. El cabreo aún me duraba esta mañana, y es posible que a la hora que esto escribo. Aviso, pues, de que este post a lo mejor no refleja la realidad.

En el trabajo diario de cada cual, la mayoría tiende a hacerlo lo mejor posible. Empresarios y trabajadores es lógico que busquen lo mejor para sí, pero no me cabe la menor duda de que la mayoría arriman el hombro en pos de conseguir lo mejor para su empresa, para su trabajo y para su bienestar. Sólo así, empujando todos en la misma dirección, formando equipo se consigue el mejor resultado.

Algo tan simple no cala en un “¿equipo de fútbol?” como mi querido Real Madrid.

Hablar de fútbol o escribir en este caso es fácil, todo el mundo lo hace. Yo quiero ir un paso más allá.

Si el principal responsable de una empresa es su presidente o su director general. En este caso le corresponde ser primer responsable a D.Florentino Pérez. Luego vendrá D.Jorge Valdano y el sr. Peregrini, y como no a los jugadores. A Valdano de momento le voy a exculpar pues los jugadores que ha contratado son de los mejores del mundo; aunque particularmente pienso que las salidas de Roben y Negredo hayan sido un desacierto.

El señor presidente vuelve a las andadas, aquellas por las que tuvo que marcharse ya una vez. Callado está mucho mejor. Representar al Madrid debería ser su única función, y lógicamente administrar, que de eso si ha demostrado saber. En su etapa anterior ya endiosó a algunos jugadores con sus continuos halagos. Quien no recuerda la ridícula boda de Ronaldo en París a mitad de semana y en medio de la temporada. Boda a la que asistió con media plantilla(los más juiciosos seguro que no fueron). Bueno por nuestro presidente vuelve a las mismas. La presentación de Cristiano Ronaldo y Kaká fue un auténtico disparate. Fue un endiosamiento hacia unos chavales (algunos a su edad no han salido aún de la casa de sus padres) que tienen que tener la cabeza muy bien amueblada para que tanto agasajo no les pase factura. Por otro lado este año quiere ganar la Copa de Europa, antes de jugarla, porque la sede de la final es en el Bernabéu. Parece que no aprendió de aquella final de la Copa del Rey el día del Centenario, en donde los deportivistas nos cantaron el “feliz en tu día”. Mejor callado Sr. Pérez, que la humildad nunca ha sido su fuerte, no vaya usted a fastidiarla otra vez.

El entrenador aún no ha sido capaz de jugar con un mismo equipo desde agosto. Las rotaciones dicen. Recuerdo que en la época de D.Alfredo, de D. Francisco Gento, de D. Ferenk Puskas, y compañía, siempre jugaban los mismos todos los partidos y todos los minutos. Y aquello sí funcionaba. Ayer por lo visto no tenía más alternativas en el banquillo, y digo yo: ¿para esto tanto gasto?

Y que decir de los jugadores. El caso es que no juegan mal, eso sí cada uno a su aire. Como parece que el entrenador no da con el equipo, cada jugador que sale intenta hacerlo, él personalmente, lo mejor posible, sin acordarse de los demás. Vamos que eso no es un equipo. Y esa dejadez que muestran durante minutos y minutos, pasa todos los partidos, eso sí que es culpa de ellos. Ayer contra el Milán al conseguir el primer gol, por cierto del único que juega al cien por cien de concentración, se echaron a dormir. Se vieron tan superiores que actuaron como su presidente: sobrados. Y así les fue. Es muy fácil decir ahora que yo lo veía venir. Pero el que ésto lea debe creerme: lo veía venir. Y es que no es nuevo. La dejadez la lleva el Madrid desde hace mucho tiempo, sólo cuando la abandona y se ponen todos a trabajar consigue ganar. Parece mentira que Raúl, que esta temporada debiera de ser un suplente, de lujo eso sí, sea titular indiscutible, y es que Benzemá no está, no mete un gol; lo de Kaká, ayer, fue ridículo; el equipo es largísimo entre atacantes y defensores. Los centros al área madridista acaban en un porcentaje elevadísimo en gol. Y eso que tenemos algunos de los mejores defensores del mundo incluido Casillas.

Menos mal que siempre nos quedará Guti. Éste si que es un jugador de fútbol, y nunca se le ha agasajado tanto. Ni falta que le hace.

Perdonen por el latazo, pero ahora me siento más tranquilo.

martes, 20 de octubre de 2009

La cuñada de M.L.: "El regreso (1)

¡Dios! ¡Casi quince años y ahora vuelve el muy cabrón! ¡Casi quince años, Roberto! ¿Entendés vos lo que le digo? ¿Entendés?

Leonor se quedó quieta un instante; pareció tranquilizarse por unos momentos mirando hacia el techo de la habitación. Pero la calma no llegaba. Estaba enfurecida, fuera de sí. Roberto se acercó a ella e intentó abrazarla. Leonor giró sobre sí y le dio la espalda. Comprendió que Roberto no era culpable de aquella parte de su vida y girando de nuevo se echó sobre su hombro apoyando la cabeza. Roberto dejó transcurrir unos pocos minutos antes de preguntar; sabía que Leonor necesitaba esos instantes de soledad.

-¿Y qué piensas hacer? –se atrevió a preguntar.

-¿Hacer? Nada. ¡Qué voy a hacer, nada! Echarle fue lo que hice. Joder después de quince años regresa para decirme que se equivocó, que le perdone. ¡Está loco! Me jodió la vida cuando más le necesitaba. ¡Roberto, cuando Alberto me dejó yo tenía veinticuatro años y una niña de tres! ¿Entendés? ¡Me las tuve que resolver yo sola en este jodido mundo! ¡Yo sola! ¡Ahora tengo una hija a la que adoro, os tengo a vos, a Angélica ¡¡Tengo lo más parecido a una familia, y ahora viene este boludo y me quiere destrozar otra vez la vida!¡Pues esta vez, no!¡Se acabó!

-Todo se resolverá, Leonor, tranquilízate. Él ya no puede hacer nada. Eres una mujer libre, y como bien dices nos tienes a nosotros. Pero dime, ¿cómo es que le dio por volver?

-Alberto –respondió Leonor-, siempre fue igual con las mujeres, las manejaba a su antojo. Tenía un don para seducir. Conmigo también lo consiguió, aunque a mí me fue fiel durante años. Pero al final, ya ves, también me abandonó. Llevábamos cuatro años en España, los peores, cuando un buen día vino y me dijo que se había enamorado de otra mujer. Yo al principio no pensé que aquello fuera irreversible. Nos queríamos. Como pudo pasar no lo sé. Creo que en aquel momento fue sincero conmigo y yo acabé aceptándolo. No luché por nuestro amor. A lo mejor no le quería tanto como suponía. Renuncié con cierta facilidad. Por mi cabeza, soy consciente de ello, ahora, pasaron recuerdos de juventud en los que siempre estábamos Alberto, yo y otra persona. En aquellos años, en la universidad bonaerense, éramos alegres, extrovertidos, y aquellas pequeñas aventuras no significaban gran cosa. Tan sólo una vez me afectó y rompimos durante unos meses. Intentó también seducir a Nuria. ¿Recuerdas? –preguntó Leonor.

-Sí, claro, tu mejor amiga. La chica que desapareció en los primeros días de la dictadura de Videla y compañía –dijo Roberto.

-Sí, Nuria salía ya por entonces con Ismael, pero eso no fue inconveniente para que Alberto se acercara a ella. Nuria lo rechazó, y creo que Alberto no pudo digerirlo. Estaba acostumbrado a que todo el mundo, sobre todo las mujeres, le consistieran sus deseos. A pesar de ello yo continué con él; estaba enamorada. Ya sabes a los dieciséis años todo se ve de color de rosas. Durante unos meses todo volvió a ocupar su lugar y el orden de las cosas prevaleció sobre todo tipo de inquietudes. En 1976 estalló el golpe militar en Argentina. Ya te conté nuestras penurias y nuestra llegada a España. Transcurrieron unos cuatro años durante los cuales tuvimos que trabajar en lo que podíamos. Alberto logró acabar sus estudios de odontología. Estábamos superado ya lo peor cuando nació Nuria. Alberto fue muy reticente a que la pusiéramos ese nombre, sin duda en su memoria perduraba el rechazo sufrido. Alegaba que su nombre nos iba a hacer recordar siempre los desagradables sucesos vividos. Fui inflexible. El recuerdo de aquella Nuria era lo que más deseaba yo en el mundo. Mi hija siempre me lo ha hecho sentir. Nunca morirá.

-Dicen que las personas no mueren del todo mientras exista alguien que las recuerde –interrumpió Roberto.

-Exacto, mi amor.

lunes, 19 de octubre de 2009

Fidelidad

Dice el diccionario textualmente: “Lealtad, observancia de la fe que uno tiene a otro”

La gente de mi edad que conozco, bien por tener relación directa con ella: familiares, amigos, y aquellos con los que mantengo algún tipo de vínculo a través del contacto diario o indirectamente por la televisión, la radio, la prensa, etc., me parecen personas en su inmensa mayoría, en su totalidad diría, fieles.

No puedo decir lo mismo de la gente más joven. Sin que esto quiera decir que sea malo o un error. Sencillamente la gente joven piensa distinto, y quizás tengan razón. Acuden más a los hipermercados a comprar que a las tiendas del barrio, cambian de banco con relativa facilidad buscando el máximo beneficio. Ni que decir tiene de compañía telefónica. Si de libros se trata los compran en cualquier lugar que los vendan. Para ellos es también una cuestión de tiempo.

Nosotros somos fieles al peluquero del barrio, a la librería, a Pauli la charcutera del mercado, a la frutería, al quiosco de la esquina, hasta al banco que ya es decir. Siempre nos tratan bien o al menos damos por sentado que nos tratan lo mejor posible, y seguro que es cierto.

Se es fiel a la esposa o al esposo, pues en el caso de que exista un enamoramiento hacia otra persona no se dejaría de ser fiel por el hecho de enamorarse, sino por el hecho de ocultarlo.

Ni que decir tiene cuando se trata de tu equipo de fútbol, ese que elegiste tú de pequeño y al que nunca has ultrajado por malos que fueran los resultados (no hay más que ver la estupenda afición que tiene el A.Madrid). De equipo no se cambia nunca. Es una máxima. Mira que lo está haciendo bien el Barça, aunque creo que este año no hila tan fino, y sin embargo el Real siempre estará por encima de estas pequeñeces.

En política sucede otro tanto. A veces no estamos de acuerdo con lo que hace nuestro presidente, ni con algunos de los miembros del partido, pero no por eso damos un giro de ciento ochenta grados y nos vamos al otro campo, todo más nos escoramos a la derecha o a la izquierda, pero siempre con similar ideario.

Resulta curioso como, ante los desmanes de algunos, los que les votan hacen la vista gorda y les siguen votando. Es esto fidelidad. No estoy muy seguro. Aquí más bien cuentan los intereses de cada cual. Se es fiel, en este caso, porque son los míos. Son los que defienden lo que piensa el “yo de cada uno”; otra cosa es como obren. Es una fidelidad egoísta que atañe al “ego”, y de lo cual ya hemos escrito.

jueves, 15 de octubre de 2009

ÁGORA

Los miércoles vamos al cine. Esta semana tocaba ver Ágora, película de Amenábar tremendamente publicitada.

Si el cine fuese únicamente espectáculo, Amenábar lo consigue al cien por cien. La brillantez y el impacto visual de las escenas resulta espectacular. Movimientos de cámara, de gente, magníficos decorados por su realismo, y sobretodo las tomas aéreas del universo son extraordinarias.

La acción la sitúa en la ciudad de Alejandría y en particular en su sorprendente, para la época, biblioteca. Los nombres del astrónomo Aristarco de Samos, Eratóstenes, Euclides, Arquímedes, cuya ciencia viene a ser la heredera de la griega, salen a la luz, en lo que quizás sea la parte más importante de la película, al menos para mí la que más me interesó: la férrea lucha de esta mujer por hallar el conocimiento. La batalla amorosa que se libra alrededor de la astrónoma y filósofa Hipatia resulta muy poco creíble, quizás por las actuaciones de los actores masculinos.

Acierta, el director, en el desarrollo de los temas religiosos. Cristianos, judíos y las creencias paganas en ídolos de los moradores de la ciudad, cohabitan en un principio sin problemas aparentes, pero el dichoso ego que convive con cada religión actúa de acicate para la lucha armada. ¿Acaso no sucede hoy lo mismo?

Se equivoca Amenábar de pleno, siempre según mi criterio, en no haber incluido a ningún actor español. La película daba para ello y para más; también se echan en falta nombres españoles en los títulos de crédito, como: cámaras, sastrería, iluminación, etc…Al menos yo no los leí.

En fin que la película me defraudó un poco, aunque estoy seguro de que será un éxito en taquilla, pues yo también opino que hay que ir al cine a verla. En casa, por la televisión, las imágenes espectaculares que presenta, quedarán empequeñecidas.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Personas

Es curioso este invento. Ha dado un vuelco en nuestras vidas: en la rapidez en la información, en la comunicación en tiempo real… El cambio en los últimos años ha sido brutal.

Supongo que serán muchos los que, al igual que yo, habrán pensado que este medio nos permite todos los días entablar conversación, compartir inquietudes, ideas, pensamientos con personas que en ocasiones ni frecuentamos, y que quizás no conoceremos, físicamente, nunca.

El primer contacto con otra persona siempre es físico. Quién no recuerda a aquella joven que te hizo estar en vela más de una noche. O aquel primer beso que te persiguió por todos los rincones de tu casa, y cuyo sabor tardó días en disiparse. Siempre miramos, en un principio, el especto físico de las personas. La atracción viene por esta vía; es biología pura: debemos preservar la especie pues somos animales.

Pero llegó este invento y el mundo de los blogs y face book, y las cosas se han dado un poco la vuelta. Las personas, sin conocerlas físicamente, nos abren(nos abrimos) su alma, sus sentimientos, su forma de pensar. Nos desnudamos en una palabra. Y lo hacemos venciendo el pudor. Inicialmente creo que a todos nos cuenta un poco vencer esta situación (de hecho cuando yo me inicié en este mundo de los blogs, el primer post hablaba del pudor), pero enseguida nos damos cuenta que este poderoso invento también nos ayuda, y mucho, a acercarnos pronto a las demás personas, a abrirnos en una palabra. Los tímidos tenemos, ahora, una gran ventaja. Porque a quién no le imponía aquella chica del pupitre de al lado a la que sólo te atrevías a mirar de soslayo o dirigirla cortos comentarios en el patio, que no iban más allá de un hola o un adiós. Ahora, sin embargo, la podríamos enviar tranquilamente nuestras fotos familiares de las últimas vacaciones, con la suegra, los niños, la esposa y esa tripita que poco a poco se va quedando a vivir con nosotros.

lunes, 12 de octubre de 2009

La cuñada de M.L.: "Conversación (2)

-Muy filosófica te noto hoy – comentó Leonor

-Pero vamos a ver, ¿acaso a ti no te sucede lo mismo?

-Puede ser, lo que ocurre es que yo no sé expresarlo con palabras. Es cierto que me resulta agradable estar detrás de ti cuando tocas el piano. Cierro los ojos y me dejo llevar. Sé que acaricio tu pelo y me sorprendo viajando con la música. A veces, supongo que lo has notado, hasta muevo mi cuerpo en cada nota y es cierto que me satisface estar ahí contigo. Yo no sé si esto es felicidad, amor, ternura, cariño o cualquier otro adjetivo que queramos utilizar. Pero he de confesar que en estos momentos de mi vida, las vivencias que tengo contigo y el amor que siento por Roberto no los cambiaría por nada del mundo.

-¡Ves! No hay porque renunciar a nada. Y además creo que no hacemos mal a nadie. Porque si lo nuestro fuera realmente amor, yo creo que el amor nunca es malo, y si no lo fuese, por qué preocuparse.

-¡Joder, Ángela! Si que estás filosófica hoy, sí –contestó una consternada Leonor.

-¡Vamos, vive! Voy a tocar el piano para ti, me encanta que tus dedos se deslicen por mi pelo. ¡Ah, no te he dicho! Te he escrito un poema.

-Lo dicho, me agotas, Ángela. Léemelo.

-¿Antes o después de tocar?

-Antes, tonta.

-Escucha: “ Si es cierto

que en el amor

lo verdaderamente importante

es el otro.

Si es cierto que no es necesario

poseer el halo de la luna,

pues es suficiente un momento de ternura

Sí es bien cierto

que poco a poco nos morimos

y que esta tragedia que nos aguarda

no logra hacernos

más tiernos y comprensivos.

Si es cierto

que el auténtico patrimonio del hombre

es la amistad;

y que para conservarla

hay que echar, día a día, leña al lar.

Si es cierto

que el tiempo hay que vivirlo,

y no “pasarlo”

que es igual para todos,

y obra según la necesidad

que hagamos de él.

Que cada segundo

es tiempo de cerezas,

y que cada beso que desperdicio

de ti me aleja.

Si es cierto

y bien cierto,

que he de morir,

y has de llorar por los abrazos

que no me diste.

Dime: porqué no buscamos

ese momento de ternura,

localizamos entre las rocas

los amigos que nos falten,

y unimos los labios, sin separarlos,

hasta que la muerte pase de largo.”

-Ángela, toca el piano, por favor.

viernes, 9 de octubre de 2009

La cuñada de M.L.: "Conversación (1)

Dejó la taza sobre el poyo de la ventana y se quedó mirando el exterior. El jardín, por falta de cuidados, presentaba un aspecto penoso. Tengo que hacer algo con este jardín, quizás Leonor quiera ayudarme –pensó-. Pasaba muchas horas en su casa y ahora con el comienzo de las clases, la rutina le llevaba a ver poco a Ildefonso. Dormía y desayunaba con su marido en la casita anexa al hotel, y no sentía ninguna pereza por tener que tomar el coche y desplazarse todos los días hasta el instituto. No regresaba a su domicilio hasta el anochecer. Absorta en sus pensamientos, que la llevaban de Leo a Nuria y de Nuria a Leo, continuaba con la mirada perdida entre los pequeños árboles del jardín, tardó en percatarse de que estaban llamando al timbre con insistencia. Era Leonor.

-Creí que no estabas –dijo Leonor a modo de saludo, mientras besaba la mejilla de Ángela.

-Ya sabes que a estas horas siempre estoy, lo que pasa es que estaba distraída pensando…

-En Ildefonso.

-Sí, y en ti, y en Nuria, tu hija.

-Nuria,…ya. Sabes, habla muy bien de su profesora de Lengua –dijo Leonor sonriendo-. Y, ¿se puede saber en que pensabas? –añadió mientras se quitaba la chaqueta de botonadura cruzada que tanto marcaba su talle.

-No, nada, algo que tu hija dejó entrever en el primer ejercicio escrito que propuse a mis alumnos. Habló de su padre, como de un ser lejano. Me preocupó. Tú nunca me has hablado de él. ¿No se lleva bien con vosotras?

-La verdad es que no se lleva. ¿Tienes café hecho?

-Vamos que no vas a contarme nada –comentó Ángela mientras vertía la infusión en una taza.

-No me apetece nada recordarlo. Nuria era muy pequeña, tres añitos, cuando desapareció de nuestras vidas. Al principio nos veía. Nos llevábamos bien. Poco a poco se fue distanciando. Sólo llama por los cumpleaños, por navidad. Ya sabes, por cumplir. Pero pensaba que para mi hija ya no constituía una preocupación. Al menos no tanto como para contarlo.

-Buena, ella no contó nada. Sólo comentó que lo echaba de menos.

-Suficiente, ¿no crees?

-¿Qué pasó? – pregunto Ángela.

-Lo de siempre, una mujer.

-¡Hombres!

-¡Sí, hombres! Pero ella sabía que estaba casado. También las mujeres a veces somos responsables. Quiero decir que toda la culpa no tiene que ser necesariamente de ellos.

-Vamos, que sigues enamorada de él.

-No digas tonterías, yo estoy enamorada de tu hermano, aunque últimamente lo tengo demasiado abandonado. No sé de quién será la culpa –dijo Leonor mirando a los ojos de Ángela.

-Lo nuestro no es enamoramiento, querida. Puede que sea pasión, deseo; pero creo que está muy lejos de poderse llamar amor. Estamos a gusto; nos entendemos bien. No lo des más vueltas. Tú tienes tu vida, y yo la mía.

-Claro.

-¡Esa cara, Leonor, esa cara! ¡No debes de ser tan emocional, tan romántica! ¡Hay que vivir! ¡Qué ya nos hemos comido la mitad de las galletas! –exclamó Ángela.

-¿Qué es eso de comer galletas? Cada día me sorprendes más.

-Es un símil, mujer. Yo a la vida la comparo con una caja de galletas. Vamos que nos vamos comiendo las que más nos gustan y que dejamos las peores para el final. ¿Entendes vos?

-Sí, claro que entiendo. Pero me agotas con tus cosas. ¿Y a qué viene ese deje argentino ahora?

-Es que tú, Leonor, me trasmites impulsos que no puedo evitar. Encuentro

satisfacción estando cerca de ti. Me gusta verte. Hablar contigo. Sonreír. Tenerte cerca. Abrazarte. Me agrada acurrucarme en el sofá usando tu vientre de almohada donde apoyar mi cabeza. Dormirme en esta posición y que tu veles mis sueños, y al despertar sentir tus dedos deslizándose por mi cabello. Tú lo llamas enamoramiento, amor. Yo creo que es pasión, deseo o quizás sólo búsqueda de felicidad. Sí, me dirás, ¡pero nosotras ya somos felices! Sí, claro, pero ¿qué grado de felicidad deseas tener, Leonor? Nadie nos ha explicado nunca, dónde empieza la felicidad y dónde termina. De la misma manera que no se nos enseña a ser madres o padres. No hay clases para eso. Cada una de nosotras busca, a veces sin saberlo, un mayor grado de felicidad. ¿No te sucede lo mismo con el bienestar? ¿Por qué, entonces, va a ser diferente con la felicidad? No te abrumes, la vida es así.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Fotografía

Estoy contento, voy a ver realizado uno de mis pequeños deseos. Montar una exposición fotográfica. Hoy me han dado fecha, será durante el mes de diciembre en una de los pocos cafés antiguos que existen en Burgos (creo recordar que sólo hay dos). Un lugar muy agradable. Es el Café Alonso, en el Paseo del Espolón.

Siempre he hecho fotografías. Ha sido una de mis inquietudes. Captar el momento, el instante –de ahí lo de instantánea- me parece mágico, milagroso. Hoy en día con las cámaras digitales quizás sea más sencillo o esté al alcance de más gente (hasta mi prima Rosi hace buenas fotos), pero no creo que por ello la fotografía esté perdiendo su atractivo.

Las fotos que hago en los viajes me traen a casa los momentos vividos y me sirven para volver a recordar más de una sensación.

Decía que hoy esta actividad está al alcance de más personas, por eso yo trato de hacer tomas un poco especiales, que se salgan de la normalidad. No así en los viajes que como decía fotografío todo lo que veo.

Las cámaras siempre han tenido una correa; sin duda para que resulte más cómodo su transporte. Quiero decir que siempre hay que llevarla encima si quieres que sea la foto la que te venga a buscar a ti. Este blog se llama precisamente: Pasaba por allí, porque desde siempre he tomado esas escenas que me sorprendían o me gustaban. Creo que ahí reside la cuestión.

Una anécdota: antes cité a mí querida prima Rosi, persona bondadosa donde las haya. Es la prima mayor de la familia y como digo muy querida por todo aquel que la conoce. Pues bien estábamos en la boda de un familiar. El banquete se celebró en el Hotel Landa de Burgos. Nos dieron un aperitivo al borde de la piscina cubierta y una voz, micrófono en mano, nos advirtió que en todas las bodas alguien se caía al agua. Yo aposté con un familiar a que la prima Rosi se bañaba; y efectivamente gané la apuesta. Estaba ella haciendo una foto a algunos de los asistentes y dio dos pasos hacia atrás, para encuadrar mejor al grupo, y cayó al agua, afortunadamente en el lugar en que hacía pie. El vestido nuevo flotaba, el mantón de manila ocupaba media piscina, pero lo sorprendente fue que la copa donde la habían servido el champán y la cámara fotográfica que llevaba en la otra mano no se mojaron; Rosi parecía estar bailando una jota en el agua. Tuvimos que llevarla a casa para que se cambiase de ropa y así mi querida prima pudo estrenar dos vestidos el mismo día.

Voy a tratar de unir una foto de la exposición. A ver si hay suerte.


En el refugio de los sueños: Pedida de mano.

David pulsó con mano temblorosa el timbre de la puerta.

-¿Está Marisa? –preguntó al chico que le abrió.

-Tú debes de ser David. Pasa, pasa, te está esperando toda la familia. Mi hermana nos dijo que venías hoy. Te aconsejo que no hables demasiado. No sabes cómo son.

-Gracias por el aviso.

Marisa llegó corriendo. Lo llevó al salón de la casa, en donde estaban sentados, esperando, sus familiares. Todos los adultos se pusieron de pie.

-David, éstos son mis padres –dijo señalándoles con la mano-. Mi tío Luis, su mujer Amelia. A mi hermana Elena ya la conoces. Y Guille, a quien acabas de saludar.

-Siéntate –dijo Milagros, la madre de Marisa-. Eres muy alto, David.

-Usted también…Quiero decir que…Gracias.

-¿Así que quieres irte a vivir con mi hija? –dijo el padre a modo de saludo.

-¡Papá! –protestó Marisa.

-Bueno, si ella quiere.

-¡Pero os casaréis antes –exclamó sobresaltada la madre.

-Bueno, no era del todo mi…nuestra…intención, pero…

-Nada, nada, os casaréis antes –determinaron al unísono la madre y la tía Amelia.

-¿En qué iglesia pensáis casaros? –apostilló la tía Amelia,

-No lo hemos pensado aún –contestó David en un intento de aligerar la tensión.

Elena intervino:

-Ahora se lleva mucho eso de conocerse, comprometerse…Arrimarse, vamos.

-¡Cállate, niña! –gritó el padre, y añadió: David, ¿estudias o trabajas?

-Trabajo.

-¿En qué?

-Soy traficante.

-¿El qué? -exclamaron, mientras saltaban de sus sillas, el padre, la madre y los tíos.

-David trabaja con su padre –intervino rápidamente Marisa-. Tienen un comercio en el centro. Trafican con mercancías. Ya le conoceréis, es muy bromista.

-Un comerciante –repitió el tío Luis-. ¿Qué clase de comercio?

-Vendemos telas-

-¿Y eso da mucha “tela”? –se carcajeó Guille.

-¡Estos chicos! –añadió la madre mientras miraba expectante a David.

-Vivimos cómodamente. No se preocupen por eso. Además nos queremos y …

-Eso está muy bien –cortó el padre-. Pero las penas con pan son menos…

-¿Qué penas? –protestó Marisa.

-Quiero decir que es mejor tener una buena posición que…

-No, por mí no se preocupe –interrumpió David-, estoy cómodo así –y se ajustó el respaldo de la silla.

-Me refería a…

-Sé a qué se refería. Ya les ha dicho su hija que soy muy bromista.

-David, ¿eres religioso? –preguntó la tía Amelia.

-No. No soy practicante, si se refiere a eso, pero tengo mis creencias.

-Pero católico sí serás.

-Estoy bautizado e hice la primera comunión.

-¿En qué iglesia te bautizaron?

-No me acuerdo, era muy pequeño.

Elena y Guille soltaron una carcajada.

-Ya veo que eres muy bromista –dijo el padre, mientras Marisa empezaba a ponerse un poco nerviosa.

-Un poco de sentido del humor nunca viene mal –terció el tío Luis, a quien David comenzaba a caerle muy bien-. Y –añadió-: David, ¿te gusta el fútbol? Lo digo porque hoy hay partido.

-Sí, sí señor, me gusta mucho.

-¿De qué equipo eres?

-Del Atlético, tío Luis, si me permite llamarle así.

-¿Del Atlético? –exclamó Guille-. ¡Toma ya!

Sí que es raro este chico –dijo el padre como para sí.

La madre se levantó mientras decía:

-Voy a la cocina a prepara un poco de merienda. ¿Me acompañas, Amelia? Vosotros seguid hablando, ahora que habéis encontrado vuestro tema favorito.

Amelia aprovechó para sentarse junto a David.

-Cariño, ¿te apetece merendar o nos vamos a dar una vuelta?

-No, cielo, me apetece quedarme. Tu familia es muy agradable.

-Como quieras –se conformó Marisa cruzándose de brazos.

-Dónde iréis de viaje de novios –preguntó Elena.

-A Cancún –se anticipo Marisa.

-Aún no lo hemos decidido – replicó David mirando a su novia.

Milagros y Amelia regresaron al saloncito llevando unas bandejas con tazas, vasos y platos de comida.

-¿Qué te gusta para picar, David? –preguntó la madre.

-Como de todo, no se preocupe por mí, señora.

-Deberías llamarle mamá – dijo un emocionado Guille.

-¿Guille! –se oyó desde una esquina del saloncito.

-No sé si me atrevería…aún –dijo tímidamente David.

-Llámame como quieras. Todo menos señora. Me hace mayor.

-Es usted muy joven todavía –dijo David viendo la ocasión como un delantero ve un hueco en la defensa.

-Gracias David, eres muy amable –respondió la madre visiblemente halagada.

-A mí también puedes llamarme como quieras –intervino la tía Amelia.

-Supongo que Amelia estará bien –insinuó David.

-Bueno, a merendar, que se enfría el té –propuso la madre no sin entusiasmo.

Fueron pasando los minutos, y la tensión con la que David entró en la casa de su novia también fue pasando.

lunes, 5 de octubre de 2009

La cuñada de M.L.: Nuria

-¡Benditos los ojos que te ven, Leonor! ¡Creí que te habías marchado de vuelta a Argentina! ¡¿Se puede saber dónde te metes?! Llevo todo el verano detrás de ti y apenas consigo que estemos juntos –dijo Roberto mirando a Leonor con ojos apenados.

-Tienes razón, mi amor. Te lo compensaré. La verdad es que desde que volvió Ángela de su viaje por la India paso más tiempo con ella que contigo –respondió Leonor.

-Ya me había dado cuenta, ya.

Miguel Ángel Lozano…. Sí. Fernando López… Sí. Nicolás Pérez…Sí. Susana Maté…Sí. Nuria Monterrubio…Sarmiento…Sí… Ángela se sorprendió. Luis Alberdi… Sí… Terminó de pasar lista para ir conociendo a sus alumnos en el primer día de clase.

Acababa de comenzar el curso en el Instituto. Chicos y chicas gritaban tratando de contar su veraneo y ser oídos por sus amigos. Imposible, cuanto mayor era la algarabía menor era la posibilidad de ser escuchado.

¡Silencio! -se alzó entre las voces de la clase, la de Ángela- ¡ Por favor! Así no hay quien se entienda.

-Tomen su cuaderno de literatura que voy a ponerles el primer trabajo del curso.

Se escucho un murmullo de fastidio.

-¡Silencio!– volvió a exclamar Ángela-. Sólo va a ser un ejercicio para irles conociendo un poco. Tienen que escribir en un folio, y a una sola cara, lo primero que se les ocurra, lo primero que pase por su cabeza. No olviden que esta es la clase de literatura y no sirve escribir con su singular manera de expresarse. Olviden las abreviaturas, los signos, la falta de comas y tildes. Ya saben a lo que me refiero.

Se oyó ahora un clamor.

-¿Qué son las tildes, señorita? –preguntó una voz en apariencia irónica.

-Los acentos –contestó Ángela sin malestar-. No olvide ponerlos en su lugar; suelen ser muy importantes. ¡Ah! Por cierto –añadió-, tampoco olviden que las palabras en mayúscula también se acentúan, vamos que llevan la “tilde” –añadió con retranca-. Cuando terminen, esto tiene que ser rápido, pongan su nombre y apellidos…ya les digo que es para irles conociendo mejor.

“Pues no nos manda escribir lo primero que se nos ocurra, y que sea rapidito. Como si fuera tan fácil. La verdad es que no se me ocurre nada. ¿Qué podría escribir? Estoy mirando a los demás compañeros. Parecen todos atascados como yo. Bueno yo al menos voy escribiendo a medida en que me fijo en ellos, y la hoja se va llenando, aunque todavía queda mucho para llegar hasta abajo. ¿De eso se trataba, no? De llenar la hoja, pues toma palabras. Ahora hago un punto y aparte y así lleno otra línea.

Y de que demonios puedo seguir hablando. Podría hacerlo de mi madre, ella si que tiene aventuras para contar, o quizás de mi padre, pero es que lo veo tampoco, y le hecho tanto de menos. Nos dejó. A mí todavía no me lo ha explicado. Pensaría en su momento que era muy pequeña; pero ahora sí que lo entendería. ¿Por qué no lo hace? No se por qué cuento esto. A quién puede interesarle.

De mi vida, podría escribir sobre mi vida aunque a nadie le importe. Bueno excepto a Luis… y a mi madre, supongo. Así voy rellenando.

(Otra línea chupada) Nací hace casi dieciocho años, en esta ciudad, Siempre he vivido aquí. No me gustaría cambiarme a otro lugar. Mis amigos, Luis, mi madre, son cuanto deseo. Quizás al año que viene, si voy a la uni tenga que irme a Madrid; bueno por unos años no me importaría, aunque no sé, me va a doler un poco abandonarlos. Pero que demonios estoy diciendo si para eso aún falta un mundo. Ya casi llego al final. Creo que mis compañeros están peor que yo.

Señorita Ángela, no sé si con esto nos vamos a conocer mejor, pero a lo mejor estoy descubriendo, sin darme cuenta, que me gusta escribir. Que con un pequeño esfuerzo se puede llegar a donde uno se propone. Para mí en estos momentos ese propósito acaba al final de esta hoja.

Ya está”.

Nuria Monterrubio Sarmiento

Pues no es tonta la niña –dijo para sí Ángela al leer el escrito de Nuria, mientras tomaba una taza de té-. No es tonta, no –repitió.

viernes, 2 de octubre de 2009

En el refugio de los sueños: Dino el dinosaurio


Cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía allí. Laura se llevó un gran susto. Al principio fue incredulidad: pensó que continuaba durmiendo. Pero no, el dinosaurio con el que había tenido aquel sueño tan feliz permanecía junto a su cama. No era ni grande ni pequeño. Era un dinosaurio normal, como de andar por casa. No muy diferente a un perro de buen tamaño. Estaba sentado sobre la alfombra y la miraba con sus dos enormes ojos negros. Ladeó la cabeza con dulzura al ver despertar a la niña y le sonrió con aquella sonrisa que sólo tienen los dinosaurios. Laura, aún somnolienta, se llevó sus pequeñas manos a la boca tratando de contener el grito de alegría que le produjo la visión de su amigo. ¡Dino estaba allí, junto a su cama! Habían pasado la noche entre juego y juego, y, ahora, al despertar, Dino seguía en su cuarto. ¡No había sido un sueño más!¡Dino era real!

-Hola, Laura. Por fin despiertas. Empezaba a preocuparme –dijo Dino mientras sonreía.

Laura se frotó los ojos con sus manitas; aún no creía lo que veía.

-Hola, Dino –acertó a decir, casi muda por la sorpresa.

-¡Levántate, princesa! Tenemos que encontrar a Pesi y a Glas; seguro que se han perdido entre los juguetes de tu habitación. La última vez que les ví se peleaban con uno de tus gatos.

-¡Pesi y Glas! Me había olvidado de ellos –exclamó una emocionada Laura.

Se escuchó un gran estruendo. Varios juguetes cayeron desde la estantería y fueron a chocar contra el suelo. Pesi y Glas aparecieron encaramados en lo más alto mueble y sonrieron desde allí arriba a Laura y a Dino.

-Buenos días! –saludaron al unísono los dos pequeños hombrecillos mientras saltaban hacia la cama de la niña.

Al caer sobre la colcha comenzaron a dar volteretas ante las risas de Laura y la incredulidad del dinosaurio, que no llegaba a entender la flexibilidad de aquel par de saltimbanquis.

-¿Quieren para de una vez? –exclamó Dino-. Van a volverme loco con sus acrobacias.

-¿A que no nos coges? –le dijeron entre risas.

Laura se unió a las carcajadas.

(Pedro hizo una pausa y levantó los ojos del libro para ver si Carlitos dormía)

-¡Papá, sigue! –protestó el niño.

-¡Como les pille se van a enterar! Les meto de cabeza en ese platillo volador en el que entraron a noche por la ventana y de un puntapié los mando a su galaxia.

-Estás gordo, muy gordo, Dino. No podrás cogernos por mucho que lo intentes.

-¡Ya se descuidarán, ya!

-No hagáis tanto ruido –dijo Laura bajando la voz-. Se pueden despertar mis papás. Menudo susto se iban a llevar si os vieran.

-¿Qué son papás? –preguntaron Pesi y Glas.

-Pues que van a ser: ¡papás! –contestó Laura abriendo los manos.

-Lo has aclarado muy bien –dijo Dino-. Estos dos son unos mequetrefes.

El dinosaurio se había subido sobre la cama de la niña y se introdujo entre las sábanas para ir poco a poco enseñando la cabeza con sus ojos saltones.

-Dino, te pareces a Matilde con su cofia – reía Laura.

Los dos alienígenas seguían con sus ojos sin apercibirse de la escena. Tan pronto como se dieron cuenta de la nueva imagen de Dino, se quedaron boquiabiertos observándolo. Lanzaron un escandaloso grito y se abrazaron el uno al otro. Habían creído ver un fantasma. En su galaxia eran frecuentes esas visiones, debidas al polvo cósmico. Se echaron a temblar. Mientras Laura no paraba de reír.

-Les pillé, comadrejas –gritó el dinosaurio sujetando a Pesi y Glas con sus pezuñas-. Ya les dije que serían míos en cuanto se descuidasen.

(Pedro bajó con lentitud el libro. Le parecía que hacía un rato que su hijo había parado de rebullir en la cama. Efectivamente, Carlitos se había dormido. Se levantó despacio, intentado no hacer ruido, apagó la luz y se deslizó fuera de la habitación. Por el pasillo iba pensando en el pequeño dinosaurio. La próxima noche averiguaría lo que había sido de él.)

jueves, 1 de octubre de 2009

El día que me echaron de la mili.

Han pasado muchos años, demasiados diría, pero aún lo recuerdo. Sí, a mí me echaron de la mili. Me explico: tenía veinte años en el 67, y por aquellos años se hacían las milicias. Estoy a favor de la desmilitarización, pero en ocasiones pienso que esos meses no estaban del todo equivocados. A los veinte años, quizás ahora debamos rebajar la cifra a los dieciocho años, los jóvenes son, por pura lógica, atolondrados. La vida se ve sólo en una dirección, la que lleva cada uno, y esto hace que no se mire más allá. Hoy en día quizás a ese atolondramiento haya que añadirle unas buenas dosis de pérdida de valores, de acomodamiento... Se dice que a los jóvenes de hoy se les han puesto las cosas demasiado fáciles: desde casa, la propia sociedad, la escuela. No sé si será del todo cierto, pero algo de ello debe de haber cuando se insiste tanto en esa situación.
Con lo que escribo quiero decir que cuando a la juventud que me toco vivir nos llamaban "a filas", algo se rompía. La mili actuaba de acicate para el cambio. Teníamos veinte años y con los meses que pasábamos en el ejército, el cambio se realizaba. Siempre había un sargento, un capitán que te obligaba a hacer aquello que no te gustaba o no te interesaba. ¿Autoridad, disciplina, las dos cosas a la vez? El caso es que cuando te licenciaban algo había surgido que te había hecho recapacitar, y ya no eras el joven atolondrado de meses atrás. La ruptura había sido violenta, pero no siempre negativa. Excuso decir que estoy comentado sobre la mayor parte de los jóvenes. Excepciones siempre hay. Yo también viví situaciones por aquellos días, y vi como compañeros no soportaban aquello y su única vía de escape era la bebida. Daba lástima comprobar como les afectaba. Sucede que hoy en día, yo al menos lo veo así, el joven llega a los dieciocho, a los diecinueve, a los veinte, y no sufre ese corte en su vida, y prorroga su forma de mal entender la vida algunos años más; hay casos que en demasiados años. Y esto creo que no es bueno para la sociedad. ¿Quiero con esto decir qué la mili era la panacea universal en donde todos los problemas de la juventud quedaban solucionados? De ningún modo. Deberían existir otros métodos para disuadir a la juventud de ciertos comportamientos.
Yo no lo pasé mal en el campamento, aunque no me gustó en absoluto. Hice amigos, algunos aún lo son. No aguantaba las comidas. Comía únicamente bocadillos. Me repateaba la instrucción; nunca entenderé el motivo de aquello. ¿Para qué? Me parecía una pérdida de tiempo. ¡Si ahora no van, que me devuelvan aquellos quince meses! Pero a pesar de todo me acostumbré a aquella monotonía.
Llevaría cerca de un mes en el campamento cuando un buen día me echaron de la mili.
¡El recluta Bartolomé Marín, que se presente de inmediato en el puesto de oficiales! Y allí me fui, rumiando qué habría hecho, o si sucedería algo en mi familia. Cuando entré en la oficina el sargento y el capitán de guardia se echaron a reir. Yo no entendía. Debía de ser mi forma de vestir, pero en aquel acuartelamiento había cuatro o cinco mil personas vestidas igual.
¿Así que usted se llama Raquel Bartolomé? Me preguntó el capitán.
Yo, a colores.
En su partida de nacimiento figura usted como mujer. ¿Lo sabía?
Debí de enrojecer... y balbucí: no mi capitán, no lo sabía.
En el ejército no admitimos mujeres (profeta, habrá llegado lejos), así que tiene usted que aclarar su situación.
Y que quiere que haga, me atreví a decir, ¿no pensará mandarme bajar los pantoles?
Le hizo gracia, afortunadamente.
Graciosillo (bueno esto no recuerdo si lo dijo así). No, tiene usted que marcharse a su casa y volver, antes de una semana, con la partida de nacimiento correcta.
Ni que decir tiene que tomé el tren aquella misma mañana y tarde en regresar los siete días justos. En el juzgado fue lo que tardaron en cambiar aquel nombre de Raquel por el de Rafael.