lunes, 29 de abril de 2013

En el refugio de los sueños: EL BALCÓN (10)

          El ruido de la puerta del taller le sorprendió  e hizo que volviese el rostro en aquella dirección: era Jenny.
         -¡Ah, hola Jenny! -saludó Edouard-, y, ¿Jean? – preguntó-. No puedo creer que te haya dejado sola ni un instante.
          -Buenas tardes Edouard. Estoy citada aquí con él, pero creo que me he adelantado. Tenía que ir a resolver un asunto familiar. Bueno así puedo admirar vuestra pintura.
         -La de Jean no creo -ironizó Edouard-, los últimos días se le ha visto poco por aquí; no sé dónde habrá estado metido. Sus pinceles y su paleta están allí arrinconados, llorando su ausencia. Supongo que tendrá poderosas razones para haber abandonado su trabajo -añadió mientras que con el rostro hacía una mueca de complicidad hacia la muchacha.
         -Le amo es el hombre más maravilloso que he conocido. Siento una enorme felicidad cuando estoy junto a él  -dijo sonriendo.
         -Sí debes estar enamorada, pocas veces he visto esa dicha en tu cara.
         -¿Y, Victorine?  -preguntó Jenny mirando alrededor del taller.
         -Ha salido. Mejor dicho, ha huido de mí. Debo de ser un sátiro a sus ojos  -respondió el pintor mientras limpiaba sus manos sucias de óleo en un trapo que colgaba de un extremo del lienzo en el que la imagen de Victorine parecía llenar toda la estancia-. Pero me ha dejado su recuerdo y su belleza en este lienzo. La he ofendido, Jenny. No creo que vuelva más. Menos mal que tengo bocetos para terminar la obra y su rostro no ha de olvidárseme nunca; lo tengo en la cabeza. No hay problema.
         -Perdóname, Edouard, nos conocemos desde hace poco tiempo, pero, ¿de veras es lo único que te importa de Victorine? ¿ No te preocupa el que quizá no vuelvas a verla?
         -Yo no estoy enamorado de ella como pareces estarlo tú de Jean. Lo pasamos bien, nos divertimos, trabaja para mí en este taller; pero nada más. Lo siento si ella se ha hecho alguna ilusión conmigo, pero más siento no habérselo podido decir, no me ha dado ocasión, y, tal vez ahora sea demasiado tarde.
         Edouard se quedó mirando al techo del taller, como buscando allí solución; pero no la encontró. Sabía, sin duda, que no la hallaría. La culpa era sólo suya. Había menospreciado a aquella mujer que justo antes de que todo terminase le había dado una lección que  tardaría en olvidar, pero su orgullo no le permitía en esos momentos reconocerlo abiertamente. Se levantó lentamente del taburete y dejó deslizar la paleta y los pinceles sobre la mesa de trabajo;  suspiró y se acercó hacia donde Jenny se encontraba. Miró a la joven, examinándola, a los ojos. Era su forma de ver las cosas, poseyéndolas. Plasmaba lo real en sus cuadros, sin concesiones al academicismo;  era así como observaba su mundo, y en él a las personas.
         -Edouard -comentó Jenny-, si no fueras el mejor amigo de Jean, juraría que tu mirada se me hace insinuante. Pero él ya me avisó de lo impulsivo que eres a veces. Te conoce bien. Siempre me dice que eres un gran pintor porque no se escapa detalle alguno a tu mirada. Que no te quedas en lo superficial de las cosas ni de las personas, que siempre ves más que el resto. Pero para quien no te conozca a fondo, tu mirada puede hacer daño.
        -Ah, Jean, mi buen Jean. Sí me conoce bien. Tanto como yo a él. Hemos pasado muy buenos momentos juntos. Bueno, hasta que te conoció; ahora casi no lo veo -añadió con una ligera sonrisa-. ¡Ah, “les femmes”! -y soltó una carcajada.
         -Y dices que has quedado aquí con él.
         -Sí, creo haberte dicho que tenía que resolver un problema familiar. Vendrá a buscarme e iremos todos, supongo, al Guerbois -respondió la muchacha-. Sigo trabajando allí.
        -Si se trata de algún asunto de la familia creo que Jean se retrasará. No corren buenos tiempos para la aristocracia.
        -¿Aristocracia? -dijo sorprendida Jenny.
        -¿No me digas que ignorabas que Jean tiene un pasado nobiliario? -Se sorprendió ahora Edouard.
        -Había oído comentar que Jean era un aristócrata, pero siempre pensé que lo decíais en plan cariñoso y debido a su impecable manera de vestir y a su forma tan caballerosa de comportarse. Nunca utiliza palabras soeces en sus conversaciones y toda su actitud denota una correcta educación; pero de ahí a pensar que realmente procede de la nobleza. Verdaderamente nunca lo hubiera supuesto. Creí que era una más de tus invenciones.
        -Los Guillemet, mi querida señorita, a finales del dieciocho estaban al lado mismo de la realeza. Por eso, seguramente, les tocó una caída tan rápida al llegar la revolución. Alguno de los ascendientes de Jean pagaron con la vida su condición de nobles. La Primera y Segunda República no hicieron más que ahondar su decadencia. Ahora con la llegada del Emperador las cosas parece que van cambiando positivamente para su familia. Napoleón lleva casi una década abandonando, paulatinamente, su gobierno de autoritarismo y ensayando la restauración de un régimen más liberal. La familia Guillemet podría reclamar algunas de sus propiedades incautadas, y quizá les devuelvan algunos de sus privilegios perdidos. Nunca será como antes, pero podrían llegar tiempos mejores  para ellos.
       -Pero eso -balbuceó ligeramente  Jenny-, podría ser maravilloso para Jean.
       -Sí, pero también se corre un grave peligro. Las turbas podrían volver a tomar las calles ante los aires de libertad y proclamar la Tercera República. Al menos es lo que se escucha estos días en mentideros como los del Café Bade o el Guerbois sin ir más lejos. Mientras tú tocas el violín, inhibida totalmente de cuanto te rodea, las gentes comentan cuanto te digo y a veces parece observarse hasta ciertos aires de maquinación. La verdad es que estamos ante  situaciones difíciles. ¡Pero cuándo no lo han sido! –añadió Edouard tras un largo suspiro-. Dejémoslo. El tiempo, ese soberano señor que quita y pone razones, colocará a cada uno en su lugar.
        -Comentaste al entrar que querías ver nuestras obras –dijo Edouard cogiendo a Jenny de la mano y llevándola hacia los lienzos almacenados en el taller-. Te enseñaré algunas de las mías. Me parece más correcto que sea Jean quien te muestre las suyas.
(Continuará 10)

4 comentarios:

  1. da la sensación de que Jenny está un poco incómoda, pero al tiempo feliz de la situación. Mola

    Un abrazo

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  2. No todo iba a ser color de rosa. Jenny me parece que se ha quedado sobrecogida de la noticia que Edouard le acaba de dar sobre Jean.
    Edward me parece un poco prepotente:-)
    Ya has introducido la intriga. A ver como continúas.
    Un abrazo y feliz semana

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  3. Hola Fernando: Sorprendida quizás por la situación. Me gusta que te mole, porque yo si sé como sigue ja-ja. Un abrazo.

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  4. Hola Katy. A ver, a ver. Juego con ventaja. Manet sí es prepotente, al igual que extraordinario pintor; así lo veo al menos. Un abrazo

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