Pequeños Relatos Eróticos: ( 3) La Parca

Extendió la manta sobre el suelo de pizarra negra, junto al fuego de la chimenea que acababa de avivar. Quería esperarla allí; verle el rostro atizado por el fulgor rojizo de las llamas. La habitación se fue caldeando poco a poco; las horas pasaban y ella no llegaba. Él sabía que acudiría a la cita; en los últimos días se había venido insinuando. Sus amigos más cercanos le habían comentado que solía llegar sin hacer ruido, aunque viniese pisando hojas caídas en otoño. Él se dejó llevar en la espera.

Se desnudó y protegió su cuerpo con la manta, aguardándola.

Cerró los ojos. En la habitación sólo se podía escuchar el crepitar del fuego y una suave música. Miguel había preparado sobre una bandeja de plata dos alargadas copas y una cubitera de hielo con cava. Soñó con ella, con su cuerpo alargado, con sus pechos menudos y lascivos; se demoró en la encrucijada de sus piernas y viajó por cada rincón de aquel cuerpo bello de manos huesudas y frías que comenzaban a acariciarlo. La vio vestida de negro, con una capucha del mismo color que no llegaba a cubrir del todo su blanco rostro. Rostro en el que se marcaban, sobre unos prominentes y bellos pómulos, los ojos negros, profundos y sombríos.

Ella llegó puntual, a las doce de la noche de aquella fecha marcada en el calendario de Miguel, y se introdujo entre las mantas abrazándolo. Él dormía profundamente.