Francisco le miraba atentamente: el rostro, el pelo, los brazos, las piernas… Quería apoderarse de la totalidad de aquella mujer que le deslumbraba.
Recostada sobre aquella otomana ocupada por almohadones de seda, parecía aún más bella, enigmática sería la palabra justa.
El negro pelo de la mujer, de rasgos nobles y andaluces, caía ensortijado sobre sus blancos hombros. Se hallaba completamente desnuda ante él, pero Francisco quería conocerle el alma, sentir lo que había dentro, ver de dónde salía aquella fortaleza interior que emanaban sus ojos negros y se trasmitía por todo aquel ser lleno de feminidad; era lo que realmente le daba aquella extraña y turbadora belleza. Apoyada sobre aquellos encajes de blancura deslumbrante, su cuerpo ligeramente atezado parecía desprender una luminosidad contrarrestada por la oscuridad ambiental de la habitación. Todo su cuerpo era luz: los brazos ligeramente izados por detrás de su cabeza, los pechos generosos y vivos, la cintura joven y el vientre plano, Por debajo de su ombligo parecía correr una leve sombra que lo uniera con la suavidad del pubis enmarcado por sus amplias caderas que caían tendenciosas alargando los redondos muslos de la mujer. Las rodillas parecían ajenas al movimiento, pero al mismo tiempo lo insinuaban. Toda ella se mecía ofreciéndose a él, a Francisco.
Francisco sonrió, estaba seguro de haber captado cada rasgo del carácter de la dama, al mismo tiempo que cada curva de su armonioso cuerpo. Tomó la paleta y el pincel y comenzó su trabajo.
Una hermosa lección de anatomía. Francisco Goya pintando la maja desnuda:) Sin duda un pintor que no refñeje el alma en la mirada pintará simplemente un lienzo.
ResponderEliminarIgual era otro pero te ha quedado soberbio y la foto muy acorde.
Me ha gustado
Un abrazo y buena semana
Hola Katy: pues sí me dio por Goya y su maja. Me ha encantado tu frase:"Sin duda un pintor que no refleje el alma en la mirada pintará simplemente un lienzo". Muy acertada. Gracias por seguir aquí. Un abrazo
ResponderEliminarInesperado final.
ResponderEliminarEs curioso, son las 19 horas aquí en España y acabó de terminar, apenas hace unos minutos, un libro de cuentos, "La palabra del mudo" de un compatriota tuyo (permite que te tutee), Julio Ramón Ribeyro, entro en mi blog para dar una nueva entrada y me encuentro con tu comentario, desde Perú. Gracias por acercarte y un saludo afectuoso.
ResponderEliminarHola Rafa:
ResponderEliminarEspero que al final de toda la serie los publiques. Además de buen gusto, son muy originales y siempre sorprendentes.
Un abrazo
Hola Fernando: me alegra mucho que te resulten sorprendentes, puesto que quizás sea lo que persigo. Encantado de seguir contando contigo. Un abrazo
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