Aquel escritor llevaba días sin saber que poner en el inmaculado rectángulo que tenía a la vista en la pantalla del ordenador. Su mente estaba también en blanco, pero era consciente de que si quería encontrar una historia que contar debía de buscarla en el interior de su cabeza. Por más que había deambulado por la ciudad, recorriendo sus entrañas a la luz del día o a altas horas de la madrugada, por lugares en los que suponía que se podía chocar con la historia que necesitaba, nada había hallado; muy al contrario regresaba de vacío a casa y con el alma desesperada.
Una vez había leído que un escultor dijo que cuando se enfrentaba a un gran bloque de piedra o de mármol, sabía que las miles de figuras que podían ver la luz, estaban en aquel bloque precisamente, que sólo había que desbastar la piedra con lo que sobrara para que tomaran vida aquellos miles de posibilidades.
En su cabeza debía pasar lo mismo: sólo había que rastrear hasta dar con la historia que en aquel momento necesitaba. Al fin la encontró escondida bajo una neurona que había pasado de largo por sus pensamientos:
Saturnino, Satur para los íntimos, es un ser entrañable. Tiene más de ochenta años y la sabiduría de otros tantos. Cuenta historias. Nos las cede cada vez que estamos juntos. A veces las repite, pero enseguida se da cuenta por nuestras miradas y nuestras sonrisas; pero las termina, consciente que le dejaremos continuar hasta el final. Como todas las del pueblo, su familia, también tiene mote: “Los panblanco”; nunca nos dijo el motivo. Él seguro que lo sabe, pero se lo guarda como castellano recio que es.
Recuerdo que un día nos contó el motivo por el cual a una familia del pueblo les apodan: “Los come pastas”. Me hizo gracia la ocurrencia y más el pretexto por el cual llegaron a tomar ese nombre.
Sucedió hace mucho tiempo. La gente de los pueblos conserva muy bien sus tradiciones y año tras año se celebran diversas procesiones por las calles del pueblo. Una de ellas, la que se realiza el día de La Pascua de Resurrección, consiste en llevar en andas una imagen de la Virgen adornada profusamente. Sitúan la imagen entre dos arcos en los que se alternan ramos de flores y dulces rosquillas bañadas de azúcar. A la virgen la llevan entre cuatro niñas del pueblo vestidas primorosamente para la fiesta eclesiástica. Se organiza una rifa para paliar los gastos de la parroquia y se sortean las rosquillas que ha llevado la Virgen en su recorrido. Es costumbre que la persona que resulta agraciada con los dulces los reparta entre la chiquillería del pueblo. Pues bien un año sucedió que un vecino, al que le tocaron las rosquillas, no las repartió como era y sigue siendo preceptivo. Desde aquel día toda la familia recibió el apodo de “Los come pastas”.
Otro día os contaré más historias de apodos, como: “Los rojillos”, “El tío ¡hay que me la trago!”, “Los culones”, “Los cangrejos”, o esa otra de una familia a la que no había forma de apodar y acabaron llamándoles: “Los sin mote”.
Hola Rafa, las musas no siempre rondan al escritor yeste ha de apañárselas como pueda. Lo de los motes sabía yo que es costumbre y nadie sabe a ciencia cierta de quién nace la idea, alguién un dia se le ocurre y ya todos lo repiten.Es un auténtico símbolo.
ResponderEliminarLo de come pastas les cuandra a mis nietos :)
Yo me he puesto uno hace unos días que les ha hecho gracia. "La abuela percha".
Simpática entrada.
Un abrazo y feliz finde
Hola Katy:
ResponderEliminarSí es curioso lo de los apodos, y más curioso sobre todo porque suelen cuadrar bastante bien con la persona apodada. Ya me explicarás el tuyo. Un abrazo y buen fin de semana. Nos vamos a Madrid a ver a mis hijos y a mi madre, así que no estaré por aqúi. Un abrazo de nuevo
Hola Rafa:
ResponderEliminarCurisoso esto de los apodos. Sigue con ello que a mi estas cosas me gustas. Por cierto. me tienes que enviar el texto en word para que lo mande a narrativas.
Un abrazo
¿Y los rompe-culeras? ¿Y "el que pasea a la hija la Marifeli"?.
ResponderEliminarBesos.
Hola Fernando:
ResponderEliminarSí es un mundo curioso y si conocieras al personaje que nos cuenta las historias, estarías encantado de escucharle.
Discúlpame por mi ineptitud en esto de la informática. Creo que para mandarte el texto en word necesito tu correo: el mío es rafa@susanabartolome.es
No te rías. Un abrazo
Hola mi ojito: de nuevo por aquí. La verdad es que no me acordaba de "el que pasea a la hija de la Marifeli" Ja, ja, que bueno. Un beso mi niña.
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