miércoles, 10 de marzo de 2010

La cuñada de M.L. :Explicaiones (2)

Aquel día de primeros de diciembre había amanecido muy frío con una niebla espesa cubriendo la ciudad. Las primeras horas de la tarde, sin embargo, se habían llenado de luz al disiparse las nubes bajas. El sol aliviaba la baja temperatura y la ausencia de viento hacían que el caminar por la ciudad resultase agradable.

Leonor vestía un abrigo gris muy ceñido que le llegaba por debajo de las rodillas. Las grandes solapas, alzadas con ambas manos, le protegían del frío, y el sombrero negro, que se había convertido aquel invierno en su inseparable compañero, le daba un aire elegante y a la vez enigmático. Llamaba la atención y los hombres se volvían a mirarla. Ella, absorta en sus pensamientos, no se fijaba en el mundo que le rodeaba. Tomó asiento en un banco del paseo por el que transitaba. El sol comenzaba su ocaso pero aún brillaría unos minutos en aquel lugar. Desde el banco podía ver el río que cortaba la ciudad en dos en su lento fluir. Dejó su mirada fija en las aguas sin saber que decisión tomar. Estaba en manos de Alberto. Tenía que decidirse, ya que el tiempo obraba en su contra; no podía predecir cuándo aquel ser inmundo, que un día fue su marido, podía decidirse a hacer valer la fuerza que le daban aquellas vergonzantes fotografías tomadas a traición. No salían de su mente aquellas imágenes abrazada y besando a su cuñada Ángela. Estaba segura de que Alberto las usaría, pero tampoco dudaba de que no le servirían de nada: tan sólo harían sufrir a demasiada gente, a personas que no se lo merecían; por su parte debía de tratar de dañarles lo menos posible; pero ella y Ángela –pensaba- también eran culpables de la situación creada. Desvió los ojos del río, las aguas se iban oscureciendo a medida que el sol se metía por detrás de las casas de la orilla opuesta a la que se encontraba. Las siluetas de los edificios se iban alargando hacía donde Leonor estaba sentada; al sentir la sombra alcanzando su rostro se levantó sin saber muy bien hacia dónde dirigirse. Roberto era a quién debía dar explicaciones, pero no le resultaba nada fácil confesarle la verdad. Con Núria había sido diferente, hasta fácil –pensó mientras caminaba con la mirada perdida-.

Sacó el teléfono del bolso. Las pequeñas teclas parecían escapar a sus dedos nerviosos. Notó que su pecho se agitaba a medida que los números aparecían en la pequeña pantalla. Respiró profundo mientras marcaba el número del hotel, Roberto a esas horas estaría allí trabajando. No había cobertura. Malditos móviles, maldito invento –dijo en voz baja dándose cuenta de que la situación le superaba-. Lo volvió a intentar; esta vez sí: la señal de llamada fue contestada por Roberto.

-Hola, mi amor, ¿desde dónde me llamas?

-No…, estoy paseando…haciendo tiempo hasta la hora de abrir el vídeo-club. ¿Podemos cenar juntos?

-¿Esta noche? –pregunto a su vez Roberto.

-¡Claro, esta noche! Tengo algo que contarte…que aclararte más bien.

-Como quieras. ¿Te paso a recoger?

-No, ven a casa, sobre las diez.

-De acuerdo. ¿No me puedes adelantar de qué se trata?

-No, mejor te lo cuento luego.

-Enigmática te veo. Hasta la noche, cariño.


Roberto se quedó callado. No entendía nada. Leonor…su hermana… Alberto. Pero,

¿qué era aquello que Leonor le estaba contando?


Leonor había dejado que transcurriera la velada para contar a Roberto su “affaire” con su hermana, con su cuñada.

Nuria, tan pronto se percató de que su madre iba a desnudar la verdad a Roberto, se levantó indicando que se iba a su habitación a estudiar:

-Tengo los exámenes de navidad al caer –dijo-. Mamá si me necesitas me llamas, ¿vale?

-Descuida, Nuria – le contestó sonriendo forzádamente.

-Preciosa tu hija, un encanto de chica –comentó Roberto viendo marcha a Nuria.

-Te quiere mucho. Me lo ha dicho más de una vez.

-Sí, nos llevamos bien y eso que apenas la veo, vamos casi menos que a su madre.

-De eso quería hablarte precisamente.

-A ver, qué es eso tan importante que querías contarme.

-Roberto yo te quiero por encima de todo, ¿lo sabes verdad?, y desearía que tú también me siguieras queriendo después de que escuches lo que tengo que decirte.

Roberto había cogido las manos de Leonor entre las suyas y le miraba con ternura a los ojos. Parecía divertido con aquella escena. Creía que nada de lo que pudiera contarle Leonor iba a influir negativamente en sus vidas. Estaba seguro de su amor. Por el contrario ella sospechaba que Roberto no estaba preparado para entender lo que se le avecinaba, por eso debía ser cauta y sincera al mismo tiempo, una postura que desde que tomó la decisión de confesárselo sabia que iba a resultar difícil.

-Verás, Roberto, yo quiero a Ángela.

-Claro, y yo, a mí manera, eso sí, pero la quiero –contestó Roberto.

-Bueno no sé si la quiero. Verás, escucha. Sabes que paso mucho tiempo con ella…

-Demasiado –intervino Roberto.

-No me interrumpas, por favor, me resulta difícil contarte todo esto. Verás: cuando Ángela e Ildefonso volvieron de su viaje de novios, tu hermana me llamó, quería contarme su viaje y su felicidad. Se la veía feliz, radiante, alegre; no es que pareciese otra mujer, sabes mejor que nadie que siempre ha sido un poco alocada, pero yo la noté asentada, más madura, no sé si es la palabra apropiada a su edad, a nuestra edad. Estuvimos hablando toda aquella tarde en su casa, me contó prácticamente su vida: la relación con vuestros padres cuando erais niños, la vida junto a vuestros tíos, su pronta independencia, la adquisición de la casa y como la fue reconstruyendo…en fin su vida hasta el momento de casarse con Ildefonso. Me habló de su viaje de novios a la India y de los recuerdos que acudieron a su mente. ¿Sabías que se había enamorado de un hindú? No, seguro que no, Ángela, aunque no lo parezca, es muy reservada para sus cosas. Le había conocido en un viaje a la India que hizo de joven, supongo que lo recordarás. Lógicamente tuvieron que separarse. Me dijo que aquello le marcó y le volvió un ser solitario, más de lo que había sido hasta que conoció a Omar, así se llamaba su primer amor. Se puso triste, al borde del llanto. Yo en aquel momento le tomé las manos entre las mías y no me preguntes el porqué, nos besamos. Aquello no se paró ahí y desde entonces no hemos dejado de hacerlo. ¿Amor, deseo, amistad…? no lo sé, el caso es que estamos bien juntas. Ángela ama profundamente a su esposo y yo, lo juro, también te quiero con locura.

Leonor hizo un inciso. No había dejado de mirar los ojos de Roberto desde que comenzó a hablar, y éste la miraba con una mezcla de extrañeza e incredulidad.

-Te decía que no sé si es amor, deseo o amistad, quizás un poco de todo haya – Leonor se había ido serenando a medida que hablaba -. Estamos bien juntas. Somos conscientes desde el principio de que aquello debía de terminar, que no nos llevaba a ninguna parte, pero el deseo podía más que nosotras, por eso creo que sólo había deseo…

-¿Por qué me cuentas todo esto? –preguntó un Roberto apesadumbrado – Podías habértelo ahorrado si pensabais dejarlo.

-Siempre he creído que la infidelidad consiste en no contar los problemas a la persona que amas, más que en tener una aventura, un lío o como quieras llamarlo. Además hay más motivos.

Leonor calló por un momento. Volvió a tomar las manos de Roberto, que éste había retirado, y se enfrentó de nuevo a la verdad.

-Alberto, ya te dije hace unos días que había regresado con ánimo de que le perdonara y de recuperar a Nuria, no me preguntes cómo, se enteró de lo mío con Ángela y nos estuvo observando. Supongo que nada sabía pero debió de estar merodeando por la casa de Ángela. El caso es que el muy hijo de puta logró hacernos unas fotografías, a través del ventanal que da a la calle, mientras nos abrazábamos y besábamos en el salón de tu hermana.

Roberto lo estaba pasando mal. Nuria lo notó en su cara que se había vuelto pálida.

-Siento darte este disgusto pero debía de contártelo.

-¿Me lo cuentas por eso que decías de la infidelidad o por miedo a las fotografías tomadas por el cabronazo de tu ex marido? –comentó preguntando un enojado Roberto.

-Por ambas cosas. Entendería que no entendieses, mi amor. Pero todo lo que te he contado es la verdad.


Roberto se quedó callado…Leonor…su hermana…Alberto.


-¿Podrás perdonarme?

-No lo sé. Estoy cansado. No me esperaba nada de esto. Debo pensarlo, Leonor

-Claro, lo entiendo.


Nuria no acudió a la mañana siguiente a clase; pidió hora en la consulta de su padre.

4 comentarios:

  1. Jo que fuerte Rafa, hay que tomarse casi una tila para poder seguir :)
    Menudo lío. La quiere, no la quiere, la quiere no la quiere. Menudo papelón tiene Roberto. Un beso robado y esporádico no es lo mismo que una ralación y encuentros. Esta Leonor es bi.. según lo describes y entiendo y Ángela me temo que no tenía su sexualidad resuelta cuando se caso con Ildenfonso.
    Tengo que decirte que independientemente del argumento o la trama, me gusta cómo escribes. Seguiremos hasta el final...
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Hola Rafa:

    tensión. Ese es el resumen que hago yo del capítulo de hoy.

    Lo que pase ahora cambiará el curso de todo, porque esto me da que no ha haecho más que empezar y que se va a aponer muy feo.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Hola Katy:
    Sí, es posible que ni la propia Leo sepa que es bi..., como dices. En cuanto a Ángela debiera darle más protagonismo, pero creo que la mayor dificultad en escribir un relato está en caracterizar a los personajes de principio a fin, y en el caso de esta cuñadita soy consciente de que no lo consigo. Habrá que intentarlo. Gracias y un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Hola Fernando.
    Sé que estás muy ocupado por eso te agradezco que tengas la paciencia de seguir día a día lo que escribo.
    Intento mantener tensión en el relato pero a veces creo que soy demasiado blando.
    Gracias de nuevo y un abrazo

    ResponderEliminar