martes, 16 de marzo de 2010

En el refugio de los sueños: Treinta y seis años

Serían las once de la noche, minuto más minuto menos, del quince de marzo de mil novecientos setenta y cuatro.

Mari, inquieta toda la noche, me despertó. Estoy seguro de que tuvo que tocar a conciencia mi hombro: yo siempre he dormido profundamente.

-Rafa, que ya viene. Levántate, corre y ve a por el coche.

-Seguro, ¿no será como el otro día? –debí preguntar mientras me desperezaba.

-Coño, que sí, que me conozco.

-Vale, vale. Necesitas ayuda

-¡Joder, claro que necesito ayuda! ¡Hombres, no valéis para nada! Vete a por el coche y sube a buscarme que las cosas ya están preparadas.

Nevaba a conciencia; vamos como si nunca lo hubiera hecho. Casi primavera y nevaba. Tampoco debió extrañarme tanto, supongo. Recuerdo que tuve que quitar la nieve y el hielo del cristal del coche. Por aquellos años tenía mi primer coche, un renault TS, todo un cochazo. Añoro su sonido: lo más parecido a los F-1de hoy en día, en serio. Fuimos al hospital, nos habían asignado para el parto la Cruz Roja. Serían las 11,30 de la noche.

A las dos de la madrugada del día dieciséis de marzo nacía nuestro primer hijo. Se llamaría Rafael como su abuelo…y como su padre.

Rafa iba a ser niña, hasta tenía juegos de cama, hechos por mamás, tías y abuelas, con el nombre de Susana. Por aquellos años no se podía saber el sexo de la criatura que había de venir. Nosotros queríamos una niña, pero llegó el chico y claro no ibas a decir que no. A veces, en familia y de forma cariñosa, todavía le llamamos “Susanito”. No se cabrea, siempre ha sido muy templado.

El primer recuerdo, a parte de la primera imagen, por cierto la mamá, para ser priparia, se portó muy bien, fue la salida del hospital a los tres o cuatro días: había una nevada impresionante. Al ir a utilizar el limpia del coche se quedó atascado con el hielo y dejó de funcionar; tuvimos que ir hasta casa con la ventanilla abierta y quitando la nieve, que se posaba en el cristal, con la mano. Fue el bautismo de nieve del chaval; a lo mejor por eso le gusta tanto esquiar.

A partir de ahí todo comenzó a ir sobre ruedas. Quiero decir que Rafa lo ha ido haciendo casi todo sobre ruedas. Le costó mucho echar a andar, pero para cuando aprendió a caminar como un humano, hacía tiempo que viajaba en triciclo a toda velocidad y por toda la casa. Un buen día comprendió que los pies también servían para otros menesteres, comenzó a echar sus primeros pasos, pero calculaba mal las distancias y no era difícil que a las puertas las atacase por las jambas, con lo que los chichones se sucedían uno tras otro; tuvimos que comprarle una especie de sombrerete de gasa con una goma que cubría el perímetro de la cabeza y que se ataba por debajo de la barbilla. Fue su primer casco de pilotaje. Fuimos varias veces a urgencias por aquellos años (quiero decir que íbamos varias veces al mes). Hoy en día, treinta y seis años después, su parque móvil cuenta con: dos coches, un kart, un mono-volumen (adquirido con sus compañeros de karts), una moto y dos bicicletas (que yo sepa).

Por aquellos primeros años de su vida intenté que le gustase el fútbol. Desistí el día que vi, en el bolso de una de sus camisas, una tarjeta de plástico amarilla y otra roja. ¡En el patio del colegio hacía de árbitro, el jodido!

Le recuerdo siempre haciendo algo en casa. Lo destripaba todo. Decía que de mayor iba a ser científico loco; de alguna forma lo ha conseguido. Tendría diez-once años cuando fabricó una parabólica con una lata de galletas y ¡veía, lo juro! Los vídeos de los vecinos.

A los dieciocho años se marcó a estudiar a Deusto. Ya no ha vuelto a casa para quedarse. Viene en vacaciones, findes… Vamos lo normal. Hay quienes nos dicen que vaya suerte acabar la carrera y colocarse e independizarse. No sé, también hay un pequeño desarraigo afectivo: era demasiado joven, pienso. Pero bueno así es la vida.

En la Universidad participó, junto a otro compañero, en la creación de una piscifactoría de alevines de merluza (me ha venido a la memoria por el post de hoy de Fernando). Tenían que informatizarla para lograr que los pececitos comiesen solos y a unas horas determinadas. Fue muy nombrado y hasta publicado en alguna revista.

Hoy, día de su cumpleaños, está en Irlanda por motivos de trabajo. Sé que a veces lee mis pequeñas historias, aunque no lo reconoce. Desde aquí quiero felicitarte, hijo, y darte las gracias por ser como eres.



5 comentarios:

  1. Pues nada revivir es vivir dos veces. Como no puedo felicitar al hijo, felicito a los padres, a ti algo más por ser el que ha esrito la crónica. Es una suerte tener chavales asi de listos y trabajadores. Yo no lo llamaría desarraigo, es simplemente que tiene que aprovechar el tiempo ahora que es jóven y los jóvenes viven muy de prisa. Ya echará el freno, no lo dudes.
    Un abrazo

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  2. Hola Katy:
    Espero que éste eche el freno de vez en cuando, como siempre va montado en un vehículo, jeje.
    Gracias Katy por la felicitación y por seguir al pie del cañón.
    Un abrazo

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  3. Hola rafa:

    Los homehajes suelen sel al reves de hijos a padres. Lo que quiere decir que este te honra como padre y como persona. Solo tengo una duda ¿a susana la llamabas Rafaelita? je je
    Felicidades apadre e hijo.

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  4. Hola Fernando:
    No, a Susana le llamamos "moñigón". Ni se te ocurra decírselo (es broma, no lo tomaría mal).
    No sé lo del homenaje se me ocurrió sin más.
    Gracias por la felicitación. Un abrazo

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  5. Muy bonito papi. A Rafa le va encantar. Así que "moñigón" ya hablaremos tu y yo. Voy a tener coña para rato.
    Beso.

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