viernes, 4 de diciembre de 2009

En el refugio de los sueños: El somnífero

Se llamaba Sara. Era una mujer atractiva, más debido a su juventud que a una auténtica belleza, aunque tampoco pudiese decirse de ella que no fuera guapa. Los empleados de la empresa acabaron comentando de su aspecto físico que tenía el perfil del tordo, ya saben:” la carita fina y el culo gordo”. No era machismo, ya que las que dieron con el chascarrillo fueron las chicas. Llegó avalada por un impresionante corriculo para su edad, y fue nombrada jefe de personal de la multinacional. Era rompedora, destilaba sexualidad a cada paso, vestía para atraer las miradas masculinas, y éstas se producían a diario (pero que tontos somos los hombres –confieso que a mí también se me iban los ojos-). Eran constantes las visitas de clientes masculinos a su despacho y las risas se escuchaban a menudo. Cuando pasaba por entre las mesas de los trabajadores de la oficina, llevaba tal cadencia en las caderas que los papeles volaban y caían rendidos a sus pies. Llamaba la atención, vaya. Además de estos adornos era inteligente y sobre todo lista.

Innovadora como era en todos los aspectos del trabajo, un buen día no se le ocurrió más que, para lograr que los empleados produjesen más, echar en el tanque del agua de la máquina del café un estimulante; al ver que surgía efecto se fue animando y llegó a hacerlo a diario, logrando incrementar la productividad de los empleados e, indirectamente, viendo como su sueldo iba aumentando en la misma proporción.

El presidente del comité de empresa, sindicalista las veinticuatro horas del día, extrañado de la inusitada actividad de sus compañeros, y de la suya propia, dio en sospechar que algo extraño ocurría. Empeñado en descubrir el motivo de aquella eficacia laboral, ocasionada por la alteración de su organismo, decidió hacerse unos análisis clínicos y descubrió que se había convertido en un drogadicto. Buscó la causa y la encontró al descubrir que su jefa, pillándola con las manos en la masa, vertía una sustancia en el agua del café.

Decidido a tomarse la justicia por su mano, le devolvió la moneda echando en la cafetera que la jefa tenía en su despacho un somnífero. Los resultados fueron inmediatos: la jefe se daba de cabezazos contra las paredes y permanecía largas horas en estado de letargo. Sorprendida, en más de una ocasión, por el director de la empresa, fue despedida.



3 comentarios:

  1. Hola Rafa, que maquiavélico, jajaja. Está genial, no estaría nada mal aplicar dicha fórmula en algunas de las empresas. Así cualquiera escala puestos.
    Me ha encantado.
    Un abrazo y feliz finde

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  2. Hola Rafa:

    Cuirosa y divertida historia, Ahora ya te digo yo que a algunos ni echandoles estimulantes y a otros somniferos. Muy buena.
    Un abrazo

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  3. Katy: estamos encerrados en casa por la lluvia y es que aquí en Burgos ya es invierno. Me alegro que te gusten mis pequeños divertimentos.

    Fernando: ¿pero tú no te habías ido a Mallorca? Me alegro que estés de vuelta y espero que todo te haya ido bien. Tienes razón, algunos ni con estimulantes. No creas tuve una directora que se acercaba bastante a la de la historia. De hecho ella me dio la pista . Un abrazo

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