martes, 1 de diciembre de 2009

En el refugio de los sueños: el teclado

"Hoy: desde mi ventana".

Aquel hombre se estaba volviendo loco, no podía entender el teclado del ordenador. Quién demonios había diseñado colocar las letras en el orden en el que aparecían. Los números estaban bien, todos seguiditos; incluso los signos de puntuación podían tener su lógica; además pocas veces se usaban; al menos él pocas veces los usaba. Figuraban allí porque tenían que ponerlos para la gente que sabía escribir sin faltas de ortografía, y que eran conocedores de los signos de puntuación. A él la verdad es que esto le daba lo mismo, hubiera sido capaz de rellenar un libro del grosor del Quijote, sin apenas utilizar esos dichosos puntos. Eso sí, consideraba que el punto redondo, ese que se pone al final de cada frase y que sirve, normalmente, para finalizar un relato, era imprescindible. Pero hubiera bastado con ese punto, y con los números eso sí.

Pero las letras, que son capaces de contar, por sí solas, una historia u otra, un relato u otro, quién demonios dispuso que estuvieran colocadas de esa manera tan arbitraria. Cuando se levantaba por la mañana y se duchaba y acicalaba, se iba sobre el teclado para escribir .Se había levantado de buen humor y sin embargo al releer lo que el pensaba haber escrito se encontraba con una historia muy distinta, llena de amargura, como si alguien hubiera llevado su mano sobre el teclado, y hubiera escrito por él. Y la culpa era de esas malditas teclas que no tenían un orden debidamente establecido. Cuando esto le sucedía recordaba su infancia con los hermanos maristas. Ellos le habían enseñado, en tardes inacabables, el alfabeto: a, b, c, d…, para qué le servía ahora ese aprendizaje. Las letras del teclado no estaban en su sitio. Decidido a solucionar esta situación optó por poner en práctica una atrevida idea. Observó, dando la vuelta al plástico que contenía las teclas, que estas podían desprenderse sin gran dificultad de las sujeciones que las prendían a aquellas especie de pletina. Fue quitándolas una a una y ordenó las teclas alfabéticamente como le habían enseñado aquellos frailes en tardes interminables. El resultado fue maravilloso: en la primera línea de la parte superior iban los números, debidamente dispuestos, en la segunda línea las letras, empezando por la A, como Dios manda, seguía la B, la C… hasta la J. La tercera y cuarta línea fueron compuestas en el mismo orden. Y resultó. Desde aquel día si escribía una historia de amor, salía la historia que el quería contar; si escribía un artículo para un periódico, pues nada lo mandaba al rotativo sin ningún problema. ¡Con lo fácil que era! –exclamó sin que nadie le oyera.



3 comentarios:

  1. Hola Rafa resulta muy simpático tu relato, pero más tu intuición que se encamina hacia toda lógica.Yo tambien me he preguntado por qué las letras se han colocado arbitrariamente en los teclados. Debe de ser para escribir más rapido, a dos manos con todos los dedos. Con un solo dedo estarían mejor en orden :) Mucha imaginación la tuya y un tio muy cuadriculado y metódico tu protagonista. Esta vez le ha quedado muy bien su narración.
    Un abrazo

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  2. Asombrado me tienes Rafa. Que buen ejercicio de inteligencia y lógica has hecho. No se porque es así el teclado, quizás por lo que dice Katy, pero a lo que vamos. Me ha parecido fantástico, un precioso cuento.
    Un abrazo

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  3. Katy: la verdad es que me puse a teclear y bien fuera porque apoyé mal las manos o por otro motivo, el caso es que las palabras se me juntaban y no las escribía correctamente; lo uno llevó a lo otro y me dio por escribir esa pequeña historia sobre la posición de las teclas. Un abrazo.

    Fernando: salió sola de verdad y sin pretenderlo en un principio. La historia debía de estar ya en la cabeza; vamos como al escultor que para sacar a la luz la estatua quita lo que sobra en la piedra, ja...ja. Un abrazo

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