Sí, quiero. Fueron las últimas palabras de soltera que Miguel escuchó de Lucrecia; acababa de casarse con Enrique, su mejor amigo.
Estaba apoyado por los antebrazos en la barandilla de madera de aquel hotel en el que se celebraba la boda de sus amigos. Miraba distraído al paisaje que en la proximidad del anochecer se perdía en la distancia. Las últimas sombras alargaban los árboles en una neblina opaca y azulada; pronto la oscuridad cercaría aquel lugar en donde un Miguel pensativo jugueteaba con la copa de güisqui que le habían servido en el bar. Sintió el calor de una mano amiga sobre su hombro y volvió el rostro distraído. Se encontró con una sonrisa fresca, con unos ojos que irradiaban felicidad y con unos labios seductores pintados de rojo carmín que se acercaron a los suyos. No sólo fue un beso, fue toda una declaración de intenciones. Sorprendido aún, Miguel se volvió y tomó a la mujer de vestido blanco por la cintura; ella se dejó llevar al ritmo de la música que llegaba hasta la terraza. Te lo debo, le susurró al oído. Pero, es tu boda –dijo él-. Eso no importa –respondió ella-. Te lo debo –repitió-. Se fueron alejando de la barandilla, hacia la oscuridad que les atraía como un imán, sin dejar de bailar.
- Nos echarán de menos, sobre todo a ti. Enrique estará buscándote–musitó Miguel dejándose llevar de la mano de Lucrecia.
- Enrique está como una cuba. Menuda juerga tiene con vuestra panda. Al que sin duda estarán echando de menos será a su amigo Miguel. Vamos –conminó Lucrecia-, huyamos esta noche.
- ¡Tú estás loca Lucrecia! ¿Huir?
- Es una broma, sólo detrás de esos arbustos, donde no puedan vernos. Te deseo Miguel, siempre ha sido así y tú lo sabes. Además no sería nuestra primera vez.
- Ya, pero hoy te has casado.
- Y eso qué importa, ya te lo he dicho, te deseo una vez más, la última vez, Miguel –dijo Lucrecia mientras atraía hacia sí a su atribulado amante-. En lo único que has de tener cuidado es en no estropearme el vestido.
Les vieron aparecer procedentes de la terraza. Iban de la mano. A nadie le sorprendió, siempre habían sido buenos amigos. Enrique se acercó a Lucrecia y le besó los labios. La embriaguez no permitió que el novio sintiese el sabor de las manzanas verdes que Miguel había dejado en la boca de la novia minutos antes.
Aquella noche Enrique no acertaba con los ojales del vestido de la novia, sus manos titubeaban mientras su mirada se perdía en la habitación del hotel. Por fin logró desenvolver a la novia de aquel hermoso vestido; así, casi desnuda, era aún más bella
Miguel se dejó caer sobre la cama sin quitarse el traje. Algo en uno de los bolsillos de la chaqueta le molestó; metió la mano en el bolsillo y sonriendo sacó la liga blanca, floreada, inmaculada, que había arrebatado a Lucrecia en el jardín apenas hacía unas horas. Sonrió mirando hacia el techo de la habitación. La lámpara pareció balancearse; también él había bebido demasiado
-¿Y la liga? –acertó a preguntar el novio.
-¿La liga? – contestó Lucrecia devolviendo la pregunta- No recuerdas que tras tirar el ramo de novia, que por cierto recogió tu hermana Rocío, qué ganas tenía la mujer. También arrojé la liga de florecitas –añadió con ironía-. La alcanzó Miguel, o eso me pareció. Pero, ¿tanta borrachera tenías ya a esas horas que no te acuerdas de nada? Anda vamos a dormir que me parece a mí que tú no estás para muchas esta noche.
Más que erótico la novia es un poco descarada y no tenía nada claro lo que estaba haciendo esta noche. Quién la hace una lo hace otra. El signo de los tiempos. Pobre Enrique de puro tonto el futuro de esta relación no existe.
ResponderEliminarMuy bien retrado, el escenario, el ambiente aunque a mi me parezca algo surrealista.
Un abrazo
Vaya Rafa. Como dice Katy no lo tenía claro o, a lo mejor, demasiado claro. Quien sabe...
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Katy: tú la llamas descarada, a mí me parece un p... verbenero que solemos decir por aquí, ja,ja, No te creas que es tan surrealista, a veces se dan estas cosa, como dices: el signo de los tiempos. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Fernando: ja,ja a lo mejor quien no lo tenía demasiado claro era yo. Gracias por seguir ahí. Un abrazo
ResponderEliminarPD: Esta semana y a la que viene mi niña; Susana, en la Sala Mirador de Madrid. Iremos la próxima: a ver si nos conversamos unas cervezas como tu dices.