lunes, 25 de mayo de 2009

En el refugio de los sueños: La abuela.

Aún no se ve con claridad a través de las láminas de la persiana. ¿Qué hora será? Y que más da. Total para lo que voy a hacer cuando haya que levantarse.Como todos los días. Más de los mismo. Y encima me duele la espalda; debe ser este dolor el que no me deja dormir. O las siestas que hecho en el sofá viendo la tele, esos al menos es lo que dice mi hija; quizás tenga razón, pero que voy a hacer si me duermo. A veces pienso que será la tele la que me amodorra. Para lo que dan, mejor no verlo. Pero que hago si no. Me aburro viéndola, pero al menos hago algo: desgastar los ojos, que por otro lado es lo que mejor conservo; porque lo que son los oídos. ¿Qué me contará mi hija en ocasiones? Hago como si la escuchara, pero como apenas la oigo, meneo la cabeza siempre asintiendo. Supongo que a veces tocará negar, pero prefiero ser positiva, quizá por eso he llegado hasta aquí, noventa y tres ya. La gente me dice que no me puedo quejar; mis hijos también. ¡Joder, con que no me puedo quejar! ¡Es de las pocas cosas que puedo hacer ya, quejarme! Cuando me levanto me duelen las piernas, la espalda siempre; cuando no se me hinchan los pies, por haberme excedido en la comida, me duele el costado o me cuesta respirar, y eso que nunca fumé. Mi marido, que en la gloria seguro que está, sí fumaba. Decía que no se tragaba el humo para contentarme, y eso que en aquellos años a ver quién era la guapa que le decía al marido que no fumase. A mi hijos, sí: "Tu padre no fumó hasta los venticinco años, cuando se echó novia" Pues mira por donde, el mayor no ha fumado nunca. Debió de pensar que pasada esa edad, para qué. Siempre ha sido listo. Claro que más listo es el pequeño, pero también me ha dado más sustos, sobre todo últimamente. Será que ahora lo llevo peor. Y la luz que no entra por esa puñetera rendija. A ver si mi hija bajó la persiana del todo. Cualquiera se levanta, con lo que me cuesta. Cada día más. La cama también me produce dolor: el costado mayormente. Necesito de ella, pero no debe ser bueno estas acostada tantas horas. Mi hija me dice que preciso de más actividad. ¡Joder, con la actividad! ¡Que mal estoy hablando esta noche, que Dios me perdone! Si casi no puedo moverme. Con lo ligera que era yo para todo. Tres hijos, un marido buenísimo, eso sí, ytrabajador, pero fuera de casa, porque lo que es en los asuntos domésticos todo para una servidora. Vamos como ahora que tienen un niño y lo llevan a la guardería sin destetar, bueno y eso la que le da el pecho, pues dicen que se deforma. Luego que hablo mal. Y todo por culpa de este día que no quiere llegar hoy. ¡Hay Señor, Señor, que tan jorobaos nos tienes, será porque nos conviene, hágase tu voluntad!

Me parece haber oído las cuatro. No puede ser, estoy casi sorda. Claro que ese sonido sin más ruído que incomode es posible que lo haya escuchado. Pues nada, paciencia, que hasta las nueve quedan...cinco, creo, y mi cabeza rige bien, es lo mejor que tengo, pero yo fui poco a la escuela. Lo justo para leer, escribir y saber hacer cuatro cuentas. Lo importante era aprender a coser, bordar y cocinar, para cuando llegase la hora de casarse. Ahora lo compran todo...¿cómo dicen?, en "pretaporter" y "pitsas" para comer. Bueno, mi nieta, sí sabe cocinar, ¡es que mi nieta vale mucho! Pero lo de casarse, nieta incluida, no va con ellas, ahora se juntan y luego deciden. Ese luego a veces se retrasa hasta que los niños van solos al colegio. Eso me cuentan, al menos. Me debo estar haciendo mayor, todo lo veo raro. ¡Mi espalda! Claro como estoy encogida. Si me estiro me dan calambres en las piernas y el dolor me sube por todo el cuerpo. ¡Es horrible! El otro día desperté a mi hija. La pobre madruga para ir al colegio y temo que duerma poco: es tan buena y trabajadora; la más de los tres. A veces la riño como si continuara siendo pequeña, y ya es abuela. No te digo, a mí me llaman ahora la "Visa", se deben creer que tengo dinero, ¡pues están apañados! Nunca lo tuvimos; jamás faltó para comer, pero el mes parecía que no se acababa. A veces me preguntaba si no serían de cuarenta días o más. La guerra, la maldita guerra que lo arruina todo, y eso que por fortuna mi familia no lo pasó mal, pero restricciones ya lo creo que había. Vamos como ahora. Ahora la gente está mejor; pero no se yo si son más felices.

Y esta espera. ¿Las cinco dieron ya? No, el reloj sólo tocó una vez, aún deben ser y media. Me levantaría a calentarme un poco de leche en el microondas. ¿Cómo funcionará ese aparato? Hay tantas cosas que una no entiende al hacerse mayor. Claro que tampoco entendía lo de la lavadora, y eso que yo nunca tuve que ir al río a lavar la ropa; pero aquello me pilló, aún, a tiempo. Lo que de verdad me gusta es que vengan mis hijos a verme, vienen muy poco. A veces parece como si me regañaran cuando creen que no los oigo y no intervengo cuando hablan. Hablan tanto. Me cansa solo escucharles. Y además para qué, cuando me quejo de algo siempre me dicen lo mismo: ¡Mamá a la edad que tienes, qué quieres! Noventa y tres tengo ya, bueno para junio noventa y cuatro; lo malo es que esos son los que ya no tengo. Los he gastado todos, y parece que fue ayer. Hay que fastidiarse con lo deprisa que se me han pasado, y lo que tardan esta noche en pasar las horas, se me hacen interminables. Pero amanecerá, como siempre lo ha hcho. Podría entreneterme rezando un rosario. A ver como era:"Padre nuestro que estás en los cielos..." Por qué no rezará ahora la gente. Eso me parece al menos. Yo iba todas las tardes con mi marido a la iglesia del Carmen a hacer una visita a la Virgen. Era baratito decía él. Y es que era muy gracioso y muy chulito para el vestir; sólo lo veía sin corbata cuando se ponía el pijama; casi lo puedo jurar...ahora, antes no se podía ni jurar. Era pecado, como casi todo. ¿Ir del brazo con el novio? ¡Pero, estás loca! ¡que dirán los vecinos! ¡Y que me importan a mí los vecinos! Mira como me han tratado estos últimos años, viviendo en un carto piso y sin ascensor, que mi pobre esposo no pudo salir a la calle los últimos años de su vida, y yo voy por el mismo camino. Por eso estoy mejor aquí en casa de mi hija. Aquí hay de todo... hasta ascensor. El piso..., los pisos son más pequeños ahora; más acogedores, se consuelan. El treinta metros meten: la cocina, en el salón el tresillo bien amplio, la tele(enorme), columnas de cedes(que coño será eso de "cedes"), las camas con edredón, el armario que como lo abras ya no consigues cerrarlo nunca, el baño con ducha incorporada lo llaman ahora.¿Y aún tiene sitio para recibir a las visitas!¡Como cambian los tiempos! "Los tiempos cambian que es una barbaridad..."decía el cuplé de moda en mis años mozos. Pregunta, pregunta a los jóvenes de hoy en día que si saben lo que es un cuplé- Y se ríen mis nietos de mí cuando confundo la antena tres con el emepetres. Y es que hablan de deprisa. Dan la sensación de que te lo quieren contar todo al mismo tiempo, y una no les entiende nada. Y se ríen, claro que yo sé que lo hacen de buen corazón y que me quieren. Pero coña, podían explicarme algo más las cosas. Una es mayor pero no tonta. Como mi hijo, el banquero, bancario dice él -no debe ser lo mismo-, al que pregunto por mi plan de pensiones, y me responde que no me preocupe que toda va bien. Pero, coña, ¡si no me preocupo! -le contesto-, si lo que quiero es saber como va y cuánto tengo. Y él se ríe. Y yo al final también

Creo que han dado las seis. Mi hija duerme como un lirón. Noto que el tiempo no transcurre. Dicen que a los ancianos se nos hacen muy largos los días porque no hacemos nada. Será por eso, pero lo cierto es que, a lo largo de mi vida, he visto a cantidad de gente que nunca hizo nada. Quizás por eso se hayan muerto ya todos: de aburrimiento. ¡Joder con el aburrimiento! A mí jamás me dio tiempo a padecerlo. Ahora sí, pero es por la espalda, y por las piernas que apenas me sostienen ya. Todo el mundo me dice que tengo que andar más. Donde querrán que vaya en esta ciudad en donde no hay más que coches y zanjas con obras. Mi ciudad es más tranquila; la echo de menos, pero allí ya no podría vivir, necesito que me cuiden; quizás me esté engañando a mi misma y lo que en realidad necesito es que me mimen, como a los niños. No se está mal cuando ves que alguien te quiere y te mima, por eso no entiendo algunas de las contestaciones que doy a mi hija. Será que los años me han vuelto más gruñona. Creo que antes yo no era así, aunque genio sí tenía, sí. Empiezo a sentir frío, como si la manta y las sábanas no me cubrieran todo el cuerpo. Aunque para frío antes, cuando no había calefacción en las casas. Teníamos "la económica": una cocina que se usaba con la leña y el carbón que había que comprar al menos una vez por semana. A la económica iban a parar todos los deshechos de la casa: muebles viejos, que troceábamos, madera, ropa usada..., en fin todo lo que pillaba para calentar la casa. Alguno de los juguetes que, ahora, añora mi hijo mayor se convirtió en calorías que compartíamos toda la familia. ¡Qué tiemps! Y eso que siempre he pensado que es una tontería decir aquello tan socorrido de: "En mis tiempos..." Como si estos de ahora no fueran también los míos. Pues claro que lo son, aunque me empiecen a venir algo grandes y a menudo me hagan sufrir porque no los entiendo.

Mi hija pareze que rezonga ya. No me extraña, se debe estar también durmiendo y que el cuerpo sienta que tiene que levantarse. Los de nuestra edad usamos palabras que ahora ya no se escuchan. Rezongar, que bonita, como...argayar...barruntar. A ver si ahora me voy a quedar dormida, pues bien parece que estuviera contando ovejitas. Pero ¡quiá!, ni por esas.
-Buenos días, mamá ¿Estás despierta?
-Sí, hija, sí, desde hace un ratito.
-¿Has dormido bien?
-Pues no sabría decirte. He pasado noches peores.

3 comentarios:

  1. Uf, que bien te has metido en el cuerpo y mente de una anciana. Enhorabuena Rafa

    ResponderEliminar
  2. Precioso, me encanta leer textos donde la emoción se combina con el humor y esto te crea la congoja, otra de esas palabras que los mayores dicen ( como mi madre), algún día recuerdame que te pase algunos escritos de mi padre, hay cosas tuyas que me hacen recordar mucho a el.
    Abrazos

    ResponderEliminar
  3. Mañana 94!!! Es como si hablase la abuela, solo te falto el "agujerito frito..." y el "desde Cordoba a Sevilla"
    Besos.

    ResponderEliminar