lunes, 15 de julio de 2013

En el refugio de los sueños: EL BALCÓN (27)

      -Siempre asomado al balcón, Edouard. El gobierno es muy posible que haya aprendido la lección y deje paso a otra forma de autoridad. Jean puede que tenga razón en como ve él la situación; siempre has sido un poco agorero. Al menos mientras estén juntos y se sigan queriendo nada han de temer.
      -Soñar siempre ha sido gratis, Suzzane, pero la situación no está para  fuegos artificiales. Te puedo asegurar que nuestros amigos en estos momentos están en su mejor sueño; tanto mejor para ellos.
      -Como tu dices: el tiempo, ese truhán,  pondrá las cosas en su sitio.
      -Sin duda, y hablando de tiempo me he fijado como ha crecido  León. Se ha convertido en todo un hombre. Me gustaría hacer algo por él.
      -Ya has hecho bastante por él, Edouard. Siempre te estaré agradecida. Nos acogiste sin pedir nada a cambio, y en todos estos años le has tratado como a un hijo.
      -A eso me refería cuando decía que me gustaría hacer algo por él. Tengo que legalizar su situación actual considerándole hijo mío y heredero de mis..., de nuestros bienes -agregó tras una ligera pausa.
      El rostro de Suzzane no pudo reprimir la sorpresa al escuchar las palabras de su esposo. Sus ojos se llenaron de lágrimas y sus manos buscaron las de Edouard, mientras sus labios besaban los de él.



        El café Guerbois había recuperado su pulso. Las personas que a esas horas se encontraban en él comentaban los acontecimientos recientes, y el bullicio hacía inaudible los comentarios de unos y otros. No había forma de que la gente atenuase el tono de sus comentarios. A cada elevación de voz le correspondía otra mayor. Sólo se echaba en falta el sonido de aquel violín que un día ya lejano había enamorado a Jean. Por lo demás el humo de los cigarros era teñido de tonos azulados por las amarillas luces de las lámparas de gas. El espesor del aire se podía palpar y resultaba casi irrespirable aquel ambiente creado. En medio de aquella batahola y en una mesa, junto al ahora vacío estrado, una dama sobresalía del resto por su atractivo, era Berthe Morisot. Siempre bella, quizás la más bella mujer que había contemplado Manet, tenía en aquella tarde del mes de junio una vivacidad en sus ojos que no podía pasar inadvertida a la escrutiñadora mirada del pintor. Sus cabellos caían por su frente y adornaban su delicado rostro. Un sombrero negro con un enorme lazo  hacía juego con el pañuelo del mismo color que se anudaba a su garganta.
       -¿Qué te sucede Berthe? ¿Qué veo en tu deslumbrante mirada que no soy capaz de descubrir? -preguntó un sonriente Edouard.
       La muchacha bajó la mirada buscando, de esta manera, una excusa para no hacer comentario alguno.
      Fue Eugene quien habló:
      -Querida Suzzane, querido hermano. Esta hermosura y yo hemos decidido seguir los pasos de Jenny y Jean y pasar por la vicaría.
       Mientras esto decía Eugéne, Berthe había levantado los ojos y aquel brillo especial que Manet había notado se instaló de nuevo en ellos.
      -Esperábamos  –continuó Eugéne- comunicarlo cuando estuvieran con nosotros también Jean y Jenny,  pero la impertinencia  –añadió con una sonrisa- de Edouard ha frustrado nuestros planes. Por cierto ahí llegan los auténticos novios.
      Jenny llevaba un hermoso vestido de color malva abotonado hasta el cuello,  donde un gran lazo de terciopelo negro hacía juego con el ancho cinturón que acariciaba su cintura. La blancura de los puños de la camisa, que sobresalía por las mangas,  y el cuello del vestido eran una continuación de su pálido  e inquietante rostro que al ver a sus amigos dibujó una enorme sonrisa. Portaba una graciosa sombrilla, también de color blanco, y los pliegues de su largo vestido se movían a cada paso con aquella gracia que sólo Jenny poseía. A su lado Jean, siempre elegante y con una espesa barba que le hubiera hecho irreconocible si no fuese por su siempre, y sin pretenderlo,  porte aristocrático.
      -Mirad a la pareja de moda en París –exclamó un Edouard exultante mientras se levantaba para recibirles-. Observad  como los miran.
       Efectivamente algunas de las personas del Guerbois volvían las cabezas al paso de la atractiva pareja.
       -¡Qué elegancia! -continuó Edouard mientras se fundía en un abrazo con Jean. 
       Berthe y Jenny se abrazaron mientras unas lágrimas brotaban de los ojos de ésta.
       -Jenny, Jean -decía ahora Eugéne–, Berthe y yo tenemos una sorpresa para vosotros: nos casamos; ya está bien de soltería.
       -Ya era hora de que dejaseis de vivir en el pecado –ironizó Edouard.
       -Parece que por fin  todo el mundo empieza a comportarse de una forma racional  - comentó una sonriente Suzzane.
       -Esto hay que celebrarlo amigos -exclamó Jean-. Voy a ver si nos traen champagne.
       -Efectivamente vuelve la monarquía -comentó ahora Edouard-; hemos pasado directamente de la absenta al champagne. Esto es lo que se llama progreso. Todo sea por la amistad. Si no fuera por el dolor de este maldito pie me pondría a bailar.



      El murmullo del Guerbois engullía las palabras de Manet mientras se revivían en el interior del café  todos aquellos últimos acontecimientos acaecidos en la ciudad. El remolino de sus habitantes se había instalado en aquel lugar como en aquel balcón, como en aquella atalaya desde donde poder  observar sin miedo a ser observado. El bullicio no era sino una seña más de identidad de aquella ciudad viva que  negaba  dejarse raptar por aquellos que no la consideraban. Desde aquel balcón, como una vez dijo Jean, no se podía dominar el mundo, no se podía ser su centro, pero lo que sí era cierto es que desde aquel París estaba surgiendo una nueva concepción de la vida artística. Una nueva forma de ver y de entender la más bella inclinación del ser humano: el arte.

F I N.

FELICES VACACIONES Y HASTA SEPTIEMPRE(AL MENOS ESO ESPERO).

3 comentarios:

  1. Me ha encantado el broche final. No es fácil terminar un relato con tanta soltura. Y has dejado lugar para la imaginación.
    Felices vacaciones, que disfrutes del merecido descanso junto a los tuyos.
    Un abrazo

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  2. Hola Katy: lo mismo te deseo y gracias por acompañarme en este viaje. Un abrazo

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  3. Ya estoy intentando volver y estoy pasando a saludar a los amig@s. Veo que no está por labor:-) Pues ale a seguir disfrutando.
    Un abrazo y buen finde.

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