viernes, 28 de junio de 2013

En el refugio de los sueños: EL BALCÓN (23)

     Aquella noche Edouard no pudo dormir y Suzzane le acompañó en su vigilia. Permanecían en el salón de su vivienda contemplando tras los ventanales el leve resplandor que a lo lejos  producían los cañones enemigos y que iluminaba el horizonte.
      -¿Qué ven tus ojos cuando la oscuridad se apodera de las calles, Edouard? -preguntó una angustiada Suzzane.
       Manet se acercó a su esposa y la tomó entre sus brazos. Suzzane apoyó su cabeza sobre el pecho de él y cerró los ojos en silencio. Se había echado un  chal  de lana negra sobre los hombros para evitar el frío que en aquellas horas se había apoderado de la casa. El camisón blanco resaltaba en la oscuridad de la habitación. Llevaba recogido el pelo en un gran moño que a juicio de Edouard no le favorecía, pero Suzzane era una mujer de su casa, su vida había transcurrido siempre sirviendo, nunca había tenido tiempo para ella misma, y aunque, ahora, si pudiera hacerlo, la costumbre le llevaba a preocuparse más de los demás, de buscar la felicidad de su familia, que de sentirse atractiva. En ocasiones Edouard la reprochaba su actitud, el que no quisiera salir de casa para acompañarle al café. Sabía que su esposa era más inteligente de lo que aparentaba, pero nada podía hacer si ella no se dejaba guiar.
       En contacto con el pecho de su esposo, el rítmico respirar de éste adormilaba a Suzzane que se dejaba mecer por el leve balanceo. Casi dormida repitió la pregunta a la que no había respondido Edouard:
      -¿Edouard, qué ves en la oscuridad de la calle? Me interesa e inquieta a la vez.
      -Sombras, sólo sombras –contestó, y permaneció en silencio unos segundos, para añadir a continuación-: sombras que me llevan a recordar tiempos pasados y que es muy posible que en los próximos meses se repitan los sucesos de aquellos tristes días. Claro que todo es política y no sé si te interesan estos temas.
      -¡Claro que me interesan, y más en estos momentos! -exclamó contrariada Suzzane ante la pregunta de su esposo-. ¡Hemos decidido marcharnos mañana con las primeras luces, huir de París, y me preguntas qué si me interesan!
      -Huir a lo mejor no es la palabra exacta, podríamos quedarnos. Creo que nada nos pasaría. Pero será un pequeño cambio para todos. Regresaremos pronto, no te preocupes, cuando las aguas del río vuelvan a su cauce.
       Edouard  sonreía mientras intentaba quitar gravedad a los acontecimientos. Pero como siempre la razón hurgaba en sus pensamientos y ponía las cosas en su debido lugar.
      -Mira Suzzane, en este momento tenemos un gobierno que llaman de Defensa Nacional que dará origen, según creo, a la rápida división de los republicanos en facciones. A pesar de contar con casi cien años de sucesivas repúblicas, los monárquicos, como Jean, aún tienen poder en Francia,  y es muy posible que sean los encargados de controlar la situación. Los monárquicos cuentan con algo muy importante a su favor: son la clase más preparada del país y no se van a dejar engañar. No creo que tengan un gran interés en recoger los despojos de un gobierno que tan mal ha dirigido nuestras vidas. Si tomaran el mando como únicos valedores se estarían echando sobre sus espaldas todo el peso de la derrota que nos ocasiona en estos momentos Prusia, y es lógico pensar que únicamente se contenten con efectuar una declaración de buena voluntad, esperando tiempos mejores, y declaren el carácter provisional de la Tercera República.  Suzzane -continuó Edouard-, el Gobierno, su Asamblea Nacional, saben que los extremistas se hallan en París, por eso ellos también se han establecido fuera de aquí, en Versalles. Sin dirección, los extremistas parisinos, como el Gobierno  los llama, marxistas y socialistas, es posible que  inicien revueltas y proclamen lo que ellos llaman “La Commune” y estalle así una guerra civil dentro de París. Las tropas alemanas que nos rodean serán mudos testigos de estos acontecimientos, y Bismark sonreirá viendo como nos hacemos pedazos nosotros mismos. Es casi seguro que durante la revuelta se sucedan hechos muy desagradables en las calles de la ciudad; debemos salir de París ahora que todavía podemos.
      -Es tu balcón  -comentó una entristecida Suzzane.
      -Es mi balcón -contestó Manet mientras lanzaba una última mirada hacia la oscuridad.
(Continuará 23)

2 comentarios:

  1. Reconozco que está maravillosamente contado. Pero algo se me remueve dentro. Me cuesta leer sobtre cualquier episodio de guerra o revolución.
    Mi padre le dijo estas mismas palabras a i madre embarazada de mi:
    "Regresaremos pronto, no te preocupes, cuando las aguas del río vuelvan a su cauce".
    Y han pasado más de 60 años. Nunca más volvieron a la tierra que les vio nacer.
    Un abrazo

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  2. Hola Katy: siento trastornar tu paz evocando episodios que nunca debieron haber ocurrido; supongo que el tiempo aunque no haga olvidar apacigue, al menos, el alma. Gracias por tu perseverancia. Un abrazo.

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