jueves, 15 de abril de 2010

En el refugio de los sueños: Duda razonable

En el reloj del salón estaban dando las diez. Pilar miró el suyo de pulsera y comprobó, como ya sabía de antemano, que el de pared estaba adelantado unos diez minutos, pero aún así era demasiado tarde para que Carlos, su marido desde hacía treinta años, aún no hubiera llegado a casa. Nunca se había retrasado tanto sin avisar y empezaba a estar preocupada. Vivían en un cómodo piso en el centro de la ciudad desde el día que contrajeron matrimonio; allí transcurría su ahora monótona y tranquila existencia desde que sus tres hijos, uno a uno, hubieran ido abandonando el domicilio familiar buscando su independencia.

Pilar comenzaba a intranquilizarse a medida que transcurrían los minutos. Miraba repetidamente el reloj; las agujas parecían no moverse ante su insistencia pero en ocasiones, si se descuidaba absorta por la televisión, aquellas mismas agujas parecían haber brincado de repente. Carlos había ido, después de comer, hasta su pueblo a resolver unos asuntos, pero su tardanza en el regreso impacientaba cada vez más a su esposa. Eran ya cerca de las once de la noche cuando decidió llamar a Carlitos, como llamaba cariñosamente a su hijo mayor.


-Vamos cariño desnúdate mientras entro al baño a lavarme.

- Perdone, ¿debo pagarle antes o después?

-Como quieras, hay confianza aunque no te conozca. ¿No te importa que te tutee, verdad? –preguntó la mujer desde el otro lado de la puerta del baño-. Me pareces un hombre serio, pero si te tranquiliza deja los cien euros encima de la mesilla, debajo del vaso de agua. ¿Cómo me dijiste que te llamabas? –volvió a preguntar la mujer.

-Carlos dudó en desvelar su nombre…No se lo dije: me llamo Carlos.

La mujer salió del cuarto de baño. Llevaba puesta sólo su ropa interior.

-¿Pero aún no te has desnudado? ¡Vamos que no tengo toda la tarde! ¡Ah, y tutéame, cariño!

-Perdone…perdona –rectificó Carlos- es que es la primera vez que estoy con una…

-¿Prostituta? No te avergüences que cosas peores me han llamado –la mujer se le quedó mirando y añadió- ¿No me creo que sea tu primera vez. Todos mentís.

-Se…te lo aseguro. Es la primera vez que pago por esto. En realidad nunca lo he hecho con nadie que no fuera mi esposa –dijo un apesadumbrado Carlos.

-Mercedes, me llamo Mercedes. Sigo sin creer que nunca hayas estado con otra mujer que no fuera tu esposa. Tu aspecto es saludable y pareces un hombre de mundo.

-Amo a mi mujer –dijo Carlos mirando a los ojos de Mercedes.

-Mira guapo yo no estoy aquí para psicoanalizar a nadie. Hago mi trabajo y punto.

-Perdona, el dinero lo tienes en la mesilla, como me dijiste.

-Ese dinero es para que follemos, o ¿a qué coño has venido?

-Yo solo trataba de ser cortés e iniciar una conversación, me parece muy frío acostarme con alguien sin conocerle de nada. Si es por dinero podríamos llegar a un acuerdo.

-Claro que es por dinero. Yo sólo me acuesto con clientes por dinero, es mi medio de vida, coño. Pero si quieres hablar allá tú. Tipos más raros he conocido. Pero, mira, me caes bien, al menos no has sido grosero conmigo, hasta lo de prostituta te ha costado decirlo.

-Yo no la he llamado eso, Mercedes –afirmó Carlos.

-Tienes razón lo dije yo. Bueno entonces qué : ¿follamos o hablamos?

-Pero que bruta eres, chica. Hablamos, primero hablamos.

-Bueno, y qué me quieres contar, ¿tu vida?; por otros cincuenta pavos estoy dispuesta a escucharte.

-No mi vida te resultaría muy aburrida. Creo que me resulta aburrida hasta a mí.

-A lo mejor por eso has venido. Por variar. Vamos, ¡digo yo!

-Quizás cuando dije aburrida, quise decir vacía. Ese sería mayor motivo para estar aquí, aunque tampoco lo creo a pies juntillas. Pero el tiempo, ya sabes. Se pasa de ser amante a la rutina del matrimonio, luego vienen los hijos, los problemas, el trabajo…Pero por encima de todo ya te dije que amo a mi esposa.

-Que fino eres, guapo. Por qué no dices: mi mujer, como todo el mundo, en lugar de mi esposa.

-Porque decir mi mujer, es incorrecto.

-Inco qué. Todo el mundo dice: mi mujer.

-Ves, esto ya empieza a parecerse a una conversación –señaló Carlos sonriendo.

-No has respondido a mi pregunta –dijo Mercedes.

-Veo que te interesas por la lengua. Me gusta eso. Me parece estupendo que una mujer como tú se preocupe por estas cosas.

-¿Estamos hablando de la misma lengua?

-No, ja-ja, me temo que no. Yo hablaba del lenguaje.

-Bueno, que me tienes en ascuas, por qué es mejor decir esposa que mujer.

-¿Por qué vosotras decís marido o esposo en lugar de hombre? –preguntó Carlos, para añadir-. Bueno, quizás las mujeres de raza gitana digan “mi hombre”, pero el resto de vosotras decís: marido o esposo. Vosotras habláis con corrección. Nosotros no.

-Explícate más que empiezo a no entender nada.

-¿A ver si me vas a tener que devolver los ciento cincuenta euros que me va a costar esta conversación?

-Je-je, graciosillo –respondió Mercedes a la ironía de Carlos-. Venga, coño, que el tiempo es oro.

-Verás si yo digo: mi mujer, estoy diciendo que poseo a mi mujer, y no es así, yo no la poseo. Yo sólo la amo. Mientras que si digo: mi esposa, lo que estoy diciendo es que poseo el vínculo del matrimonio, que es lo correcto.

-Joder que complicado eres tío. Andas vamos a joder.


A la una de la madrugada sonó el teléfono en la casa de Pilar. La policía le informó que Carlos Álvarez Tejedor había sufrido un accidente de circulación a última hora de la tarde en la nacional Madrid-Burgos, y que debía acudir al hospital Reina Sofía en San Sebastián de los Reyes. Pilar llamó de nuevo a su hijo Carlos. Estaba vez el chico, no rió al otro lado del teléfono. Su madre había tenido razón llamándole dos horas antes

Llegaron al hospital. Carlos estaba siendo operado de urgencia, pero estaba con vida. Pilar no hacía más que preguntar a su hijo: ¿pero que hacía tu padre en esa carretera si el pueblo está en la provincia de Toledo? En la otra punta, repetía a Carlitos. En la otra punta. Su hijo la tranquilizaba: -mamá se habrá equivocado en la entrada, ya sabes te saltas un cartel y ya es difícil regresar- Pero el también dudaba, era demasiado error. Ya se lo preguntarían cuando saliese del quirófano



4 comentarios:

  1. Hola Rafa, más que una duda si yo fuera Pilar no se me pasaría nada extraño por la cabeza. Lo raro es que no puesiste cuando ocurrió esto, porque ahora con los móviles le pillabas al menos farfullando una mentira...
    Si que debía de ser un poco desaboría esta Pilar.
    Muy realista tu relato, por eso me gustan, sacadas de la vida misma.
    Un abrazo

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  2. Hola Rafa;

    Otra de tus magníficas historias. Son como ver una pelicula en la que ve todo, el mobiliario, los gestos , las angustias, las dudas etc..
    Un abrazo

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  3. Hola Katy:
    Verás Katy es que yo mantengo un auténtico litigio con los móviles: no me gustan en absoluto. Será por eso que cuando escribo no me doy cuenta de que existen. Las historias no sé si salen de la vida misma, pero siempre me resulta más fácil tener un referente.
    >Gracias por tus ánimos. Un abrazo

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  4. Hola Fernando:
    Sí, antes le comentaba a Katy que cuando tengo un referente me resulta más fácil escribir. Las películas, quizás porque me gusta mucho el cine, pueden darme, incoscientemente, esas referencias.
    Gracias por tu apoyo. Un abrazo

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