Ángela repasaba los exámenes de sus alumnos. Las vacaciones de navidad estaban al caer y era época de nerviosismo entre los estudiantes. Nuria no había acudido a su clase aquella mañana, cosa extraña en la chica. Puede que se encuentre enferma –pensó-. Pero no era Nuria quien absorbía en aquellos momentos su mente, sino el exmarido de Mari Leo, Alberto, el hijo puta de Alberto –volvió a pensar estaba vez con menos delicadeza-. Sabía que su cuñada lo estaba pasando mal. La reacción de Nuria ante su madre le pareció lo más natural, conociendo a la joven. Nuria era para ella, además de una alumna aventajada, una mujer responsable y que sabía muy bien lo que esperaba de esta vida. Tenía su orgullo, como todos los jóvenes, que a veces la llevaban a ser un poco cabezota, pero era dulce y su comportamiento decía mucho a favor de la educación que había recibido de su madre. Y ahora ese ser indeseable quería romper la unión entre madre e hija. Ángela sabía que no lo conseguiría pero también era consciente de que si Alberto hacía valer las fotografías, ante la minoría de edad de su hija, podía conseguir que un juez dictase sentencia a su favor en la custodia de la joven; era una lejana posibilidad, pero existía. Tenía que hacer algo. Debía ayudar a Mari Leo y de paso tratar que su matrimonio con Ildefonso no se viera alterado: su marido no se merecía sufrir por ningún motivo, y menos por algo que sólo a ella concernía y que sólo ella había creado.
Ángela se levantó del escritorio donde estaba corrigiendo los exámenes y miró por la ventana que daba al patio del instituto. Había estado nevando toda aquella mañana y chicos y chicas se lanzaban bolas de nieve. Las chicas se veían obligadas a refugiarse en los soportales del patio ante el intenso bombardeo nevado que les caía encima; no pudo por menos que sonreír, pero la situación que la angustiaba había hecho presa en su mente y ninguna distracción pudo alejarla de su cabeza. Sin dejar de mirar por la ventana, inesperadamente, aunque Ángela hubiera estado deseando que sucediese ese algo durante toda la mañana, sus ojos se iluminaron y la sonrisa acudió a sus labios. Acababa de tener una idea, una idea hasta cierto punto temeraria. Dudó por unos momentos en si su realización sería posible, pero –pensó- sólo se trataba de armarse de valor. Valor era lo que le sobraba en esos momentos y además por muchas vueltas que lo diera no veía posible que se le ocurriera algo mejor. El asesinato de Alberto lo había descartado a las primeras de cambio, para eso no se sentía capaz –volvió a pensar esta vez con ironía-. Volvió hacia el despacho, se puso el abrigo y se caló el sombrero. Salió a la calle, afortunadamente aquella mañana no tenía más clases ni tutorías con alumnos. Un viento helado la recibió al salir por la puerta acristalada del instituto. Los jardines colindantes al edificio se habían cubierto de blanco. Seguía nevando.
Anduvo ligera sobre la nieve, sin miedo a resbalar. Sus ojos sonreían bajo el ala del sombrero negro. Sus cabellos rojizos, ensortijados, se estaban cubriendo de nieve. Se sentía bien caminando por el paseo. Era algo más de mediodía. Pensó que no había pedido cita, pero no la importó, a una mujer como ella siempre se la recibía sin cita previa. Atravesó el paseo junto al río, le pareció ver, desde la pasarela que unía las dos orillas por aquel tramo del paseo, que por la superficie del agua flotaba vapor, sin duda la temperatura ambiental era mucho más baja que la del caudal. El fenómeno no hizo sino favorecer su entusiasmo. Llegó al pie del edificio, buscó el portal y el rótulo, desconocía el piso. Cruzó el umbral e intentó eliminar la nieve de las hombreras del abrigo y golpeó el sombrero, tras quitárselo, contra su pierna derecha. Tomó el ascensor que le condujo al tercer piso. Llamó a la puerta. Una mujer joven, vestida con una bata azul, la llevó hasta la salita de espera cerrando la puerta tras ella. En la luminosa sala sólo había una persona que ojeaba una revista. Ángela al ir a saludar cruzó su mirada con los ojos de Nuria. Sorprendidas e incrédulas se miraron durante unos segundos. Ángela, más intuitiva, se llevó el dedo índice a los labios y sonriendo, dijo:
-Yo primero.
Hola Rafa, al fin te has animado a seguir escribiendo tu novela....
ResponderEliminarBueno de momento no has despejado ninguna incógnita . La "X" sigue ahi y la maquiavélica idea de Ángela no la sabemos, ni con que intención fue a ver a su padre Nuria.
Así que ya estás trabajando :) La descripción del entorno la clavaste, parece Burgos en un día invernal.
Un abrazo grande
Hola Katy:
ResponderEliminarSí, queda algún cabo suelto que habrá que ir juntando. Me había metido en un lío pero creo que voy a ir deshaciendo la madeja.
Retratar Burgos es fácil: todos los días del año, óyeme bien, todos los días hace frío, a una hora u otra, pero todos.
Un abrazo.
Si, como decie Katy ya se echaba de menos la continuación y eres un poco cabrito porque nos dejas con ganas (que es bueno). e todas formas a mi me da que la vas a liar parada.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Fernando:
ResponderEliminarVosotros sí que sois un par de pacientes pero de los buenos, porque aguantar esto a pequeños cachos me parece increíble.
Gracias por el apoyo. Un abrazo