Se ha empeñado el Ayuntamiento, y me parece bien, en que Burgos sea nombrada "Capital de la Cultura 2016". Pero pienso que mi ciudad no son los monumentos, aunque en este caso sean excepcionales: la Catedral, el Monasterio de las Huelgas, la Cartuja de Miraflores, la iglesia de San Nicolás, y un largo etc.; que por sí solos merecerían que Burgos lograse lo que se propone a tan largo plazo. Tampoco creo que mi ciudad sean los nuevos paseos, el desvío del tren (a mi parecer gran error; debió de ser soterrado, de esta forma sería más comodo para el viajero que llega a Burgos y que se encuentra ahora con que la estación está en pleno campo), el nuevo aereopuerto a penas sin funcionamiento, y, aquí también, un largo etc. Queda claro, pues, que la herencia recibida no se puede comparar con la que estamos construyendo para nuestros hijos. Basta con dar una vuelta por el Paseo del Espolón, quizás el mas bello de España, y ver hasta cuatro inmuebles en estado de ruina desde hace años, que hablan por sí solos de la desidia de nuestra alcaldía, cuando no de intereses espurios.
¡Cómo se puede aspirar a ser Capital de la Cultura, nada menos!, cuando desde el Ayuntamiento se auspician tres macrobotellones al año: "La romería del curpillos en El Parral, la fiesta del burgalés ausente en Fuentes Blancas, y últimamente el tapeo en las casetas durante nuestros sampedros. La primera tiene un arraigo histórico, aunque supongo que en sus orígenes sería una romería no la charanga en que se ha convertido. La segunda partió de una buena idea pero a nuestros próceres se les ha ido de las manos. Las tres constituyen, a mi entender, una auténtica "marranada" escrito con todos los respetos hacia el berraco; vasos, papeles, restos de comida... cubren el suelo desde primeras horas de la mañana. Ya sé que la mayoría de los burgaleses no estarán de acuerdo conmigo, faltaría más.
La ciudad donde nací es el primer pensamiento que se me pasó por la cabeza; son las voces de los vecinos que en animada charla llegaban hasta mis oídos en aquellas noches cálidas y escasas del verano; es el ir con los amigos a pescar cangrejos, a mano, en el río Arlanzón; es aquel lugar donde llegué a comprender aquello que me hizo abrir los ojos; es la piel de aquella entonces niña y el sabor a manzana de nuestro primer beso; es el "odio" a que sonase el silbato del hermano Castresana porque ponía fin al recreo y al partidillo del patio; son los primeros juegos donde descubrimos el sexo y que nos hacían avergonzarnos sin saber bien el porqué. Esa es la cultura que entiendo. Esa quiero que sea mi ciudad.
Burgos, 16 de abril de 2009.
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