martes, 5 de noviembre de 2013

En el refugio de los sueños: Diálogo teatral

(Dos hombres, Antonio y Manuel han quedado citados en un café céntrico de la ciudad. Llevan un tiempo sin verse pero se conocen desde niños. Antonio, recién jubilado, quiere consultar con Manuel, abogado, cuestiones sobre su reciente separación matrimonial. Los dos hombres irán perdiendo la timidez, a lo largo de la conversación, e irán abriendo sus vidas el uno hacia el otro en un juego entre el pudor y la liberación. Antonio está sentado; sobre la mesa un vaso de cerveza. Entra Manuel).

ANTONIO. – (Levantándose)  ¡Manuel! ¡Gracias por venir! ¡Cuánto tiempo sin vernos, chaval!
MANUEL.  - ¡Años, Antonio, años! ¡Más de diez, sin temor a equivocarme! Me alegra verte. Estás igual. Algo más calvo.
ANTONIO. –La vida pasa para todos, Manuel. No vale hacerse ilusiones. ¿Qué quieres tomar?
(Se sientan)
MANUEL.  –Una cerveza. Bueno, ¿tú dirás? Me dijiste por teléfono que querías verme con urgencia.
ANTONIO. –¡Camarero, otra cerveza, por favor! Sí, es sobre mi matrimonio… vamos sobre mi separación. ¡Después de cuarenta años! Lo que pasa es que  he pensado mientras llegabas que, quizás, fuera mejor hablarlo en tu despacho. ¿No te parece?
MANUEL.  –Sí será mejor. Pero ya que estamos aquí, cuéntame, ¿qué tal se vive de jubilado?
ANTONIO. –La verdad es que no me jubilé, me jubilaron. Ya sabes estos tiempos que corren. Pero vamos me va bien: paseo mucho, quedo con algunos amigos. El cine, la lectura, ocupan parte de mí tiempo ahora. Ayer sin ir más lejos fui al teatro. Me reí mucho.
MANUEL. –No parece mala vida. Qué ponían.
ANTONIO. –“Confidencias de mujer” Va sobre dos mujeres que desnudan su alma, la una a la otra, pensando que se conocen. Un equívoco que sólo se descubre al final y que resulta muy gracioso.
MANUEL. -¡Es que las mujeres son muy despistadas!
ANTONIO.-Es una forma muy delicada de decirlo. La verdad es que cómo son las mujeres, a mi edad y después de la separación, me trae sin cuidado. Tal vez hemos dado, a lo largo de la vida, demasiada importancia a eso del amor. En el amor siempre hay algo de egoísmo. Y me refiero por las dos partes. Por eso, creo, que siempre gana el otro. ¿No sé si me entiendes? Sólo el amor de una madre está fuera de dudas. El otro… los otros amores, como te digo, siempre tienen algo de interés. Yo te doy esto,  tú me das lo otro. Ya sabes.
MANUEL. –A mí la vida en pareja no me gusta. Y creo que soy más egoísta que los que, al menos, ceden una parte de su vida a otra persona. He tenido amores…claro, pero por puro hedonismo, por placer, vamos. Tampoco esperaba nada a cambio.
ANTONIO. –Buscabas sexo. ¡Toma, como todos! Ya sabes el dicho:”De esta vida sacarás, lo que metas, nada más"
MANUEL. -¡Qué burro eres!
(Beben)
ANTONIO. –Lo que sucede es que te enamoras. No nos equivoquemos: cuando se tienen veinte años la belleza cuenta. Y cuando se tienen treinta y cuarenta…Siempre cuenta que la mujer sea guapa ¿O, no? Eso que dicen que lo importante es que sea hacendosa, trabajadora. Está bien. Pero una mujer guapa siempre gana. Y es que somos como todos los animales, ¡tenemos que mejorar la especie!
MANUEL. -Sí que eres burro, sí.
ANTONIO.- Ya, ya. Cómo que tú buscaras otra cosa. Por eso nunca te has casado. ¡Qué eres muy feo, Manuel!  ¡Que ellas quieren lo mismo!
MANUEL. – Feo, feo. Yo también tuve mi tirón, no creas. Lo que pasa es que los años no pasan en balde. A medida que pasa el tiempo va siendo más difícil abrir nuestro corazón… a otra persona.
ANTONIO.- La verdad es que aunque antes te decía que damos demasiada importancia al amor; quizá hable en general. A mí me costó un gran disgusto que  Pilar me abandonara. Cómo explicar si no esa angustia que se fijó dentro de mi cuerpo. Era un ahogo que no me dejaba respirar. Hasta la comida no me sabía como antes. Se fue pasando, claro, pero le costó salir de mi interior. Ahora estoy bien.  Por cierto: ¡cómo echo en falta las comidas de Pilar!

MANUEL.- ¿No estarás enamorado aún? Yo sólo recuerdo que me pasase una vez. Viví una temporada en pareja, pero no salió bien. En aquella época estaba muy mal vista nuestra actitud. La persona con la que compartía mi vida también sufrió, me consta. Pero la situación se hizo insoportable. Tal vez no toda la culpa fuera nuestra. La sociedad estaba muy poca abierta a lo que hoy en día no se le da la más mínima importancia… Hoy, ya es tarde, demasiado tarde.
ANTONIO.- Enamorado ya no estoy. El amor hacia una persona debe dejar paso a una fuerte amistad a medida que convives con ella. Echas de menos la compañía, el cariño, el compartir cosas. El estar solo. Si te soy sincero para mí esto tiene más valor que lo demás…, ya sabes a qué me refiero,  aunque no dejo de entender que también es importante. Sentir el calor de otro cuerpo junto al tuyo al abrir los ojos cada mañana. Abrazarse en ese duermevela. Despertarte por la mañana y sentir  que la casa se ha impregnado de olor a café. Ver su vestido sobre la silla. La ropa interior olvidada a los pies de la cama. En fin…
MANUEL.- Lo que digo que no la olvidas.
ANTONIO.- Es que no es fácil, pero fíjate que siempre lo he pensado. Me refiero a que se da por hecho que el hombre, el macho, siempre ha de llevar la iniciativa. Pero siempre eché de menos que fuera ella  la que en alguna ocasión se acercara a mí con ternura; y fuera ella quien iniciase el juego. No sé si me explico. Desnudar a una mujer poco a poco es muy agradable, pero que se lo hagan a uno quizás lo sea más. Ser, alguna vez, el amado, no siempre el amante.
MANUEL.- Sí, soy de tu misma opinión. Lo que pasa que en mi caso ser amante o amado poco importaba. Era difícil entender quién era quién.
ANTONIO.- Hombre no me dirás que no te resulta agradable que alguna mujer te mire por la calle o baje los ojos cuando le observas “distraídamente” en una cafetería. Que te devuelva una sonrisa o no rechace tu mirada y aguante más allá del decoro. No me digas que no te resulta agradable.
MANUEL.- Esas aventuras ya no existen más que en la imaginación. En la tuya, claro. En la mía, ni eso. Desde mi última aventura, y de eso hace mucho que él me dejo, he centrado mi vida únicamente en mi trabajo.
ANTONIO. - ¿Él?
MANUEL.- ¡Ah! ¿Pero no sabes que soy homosexual, y que tú eras mi preferido ya en el colegio? Pero, ¡si me he insinuado muchas veces!, Antonio. Quizás aún estemos a tiempo. Los dos estamos tan solos… (Dice mientras acerca su cara a la de Antonio).
ANTONIO.- (Con los ojos como platos) ¡Qué dices! ¡Si haces más de diez años que no nos veíamos! ¡Tú mismo la has dicho, al llegar!
MANUEL.- Antes, antes, mucho antes. Lo que pasa es que entonces no se podía decir libremente.
ANTONIO.- ¿Y tú eres el que me vas a aconsejar sobre mi matrimonio? ¡Antes me arreglo con Pilar! ¡Maricón!. ( Y sale dando la espalda a Manuel).

6 comentarios:

  1. Ja ja. rafa, no dejas de sorprenderme, tienes una especial habilidad para contar situaciones y historias, y ésta, es genial. Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Hola Fernando. La verdad es que surgió como un juego. La directora de teatro donde acude mi esposa me propuso que escribiera una pequeña escena de dos hombres hablando, para contraponerla a otra que están interpretando dos mujeres de su compañía. Y así surgió. Me agrada leerte de nuevo. Unb abrazo

    ResponderEliminar
  3. Pues me parece super divertido. Mira que es poco tolerante el amigo:-) Buenos consejos le daría.
    Está claro que no estaba por la labor. Tienes imaginación jajaja,
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  4. Hola Katy: Sí, le debió pillar por sorpresa. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo

    ResponderEliminar
  5. Aqui estoy... Buena la historia, papi. Muy divertida e ingeniosa. Hablaremos del ritmo teatral, me parece importante, lo conversaremos en el desayuno.
    Vuelvo a aconsejarte que leas mas teatro.
    Esta muy bien y el final me ha sorprendido.
    Besos mil.

    ResponderEliminar
  6. Hola ojito. Pues eso lo hablaremos en breve. Un beso, hija.

    ResponderEliminar