jueves, 7 de febrero de 2013

Opinión: Los valores

        Seguro que ellos los recibieron de sus padres, y sus padres de los suyos. Nosotros los fuimos mamando en casa, minuto a minuto, hora a hora, día tras día. Nos les fueron transmitiendo sin esfuerzo, con naturalidad, pues era por lo que apostaban. Siempre había sido así; no se podía entrever nada más. No es que sólo fuese necesario. Es que era vital para una correcta educación. Para que pudiéramos transitar por la vida sin temor y sabiendo que lo que hacíamos en cada momento era lo correcto. Me refiero a esos valores que nos inculcaron desde pequeños. Primero en casa, pero también en el colegio. Nosotros hemos hecho lo mismo con nuestros hijos. Todo el mundo, pienso ha tratado de hacerlo con los suyos. Pero mira tú por dónde me parece creer que todo esto se ha ido al traste. El trabajo, el estudio, el esfuerzo, la honradez…empiezan a contar muy poco. Ahora se empiezan a premiar otras pautas de comportamiento, cuando no las contrarias.
        Sin duda los que seguimos sosteniendo aquellos principios, como normas de vida, continuaremos con nuestras ideas e intentaremos, por todos los medios, que sean respetadas, sabedores de la razón que nos ampara. Pero, ¿hasta dónde nos puede llevar la prudencia de nuestros actos si nuestros jóvenes que se han esforzado en sus estudios, que tratan de encontrar un trabajo, ven como se les cierran todas las puertas y sólo se les abren en otros países con sueldos, en la mayoría de los casos, indecentes para sus conocimientos?
       Nos estamos acostumbrando a que sólo se premie la mediocridad, la simple charlatanería, cuando no (ejemplos tenemos estos días) la falta de honradez y hasta la delincuencia. El hacer las cosas bien apenas si cuenta. Un ejemplo (me ha ocurrido a mí, pero supongo que le ha pasado a mucha gente. No creo que sea un acto de honradez con mayúsculas ni mucho menos, sino un hecho tratado con normalidad):
 “Ayer al aparcar mi coche en una de las llamadas grandes superficies, golpeé ligeramente el coche que se encontraba estacionado a mi derecha. Apenas le hice un ligero rasguño en la esquina del parachoques; por mi parte mi coche sufrió un pequeño arañazo sin importancia. Era de suponer que el propietario de aquel coche estuviera comprando. Como es lógico anoté mis señas y mi teléfono en un papel y  lo coloqué en el limpiaparabrisas, rogándole me disculpara por las molestias que pudiera causarle. A las pocas horas me llamó. Me agradeció la anotación y me confesó que no se había dado cuenta del golpe. Le di mis datos concernientes al seguro. Hablamos un rato por teléfono. Me pareció una persona respetuosa, normal. En la conversación me dijo que no todo el mundo deja la anotación puesto que las compañías de seguros quitan la “prima por siniestralidad” a los que emiten partes - por lo que el recibo del año próximo lo pagaré más caro-. Sonreí pensando en cuanto escribía anteriormente. ¡Qué país.  Al delincuente fiscal le perdonan y al que obra con sensatez le castigan! “

4 comentarios:

  1. El problema es que muchas años de educación se los han cargado "vendiendo" la cultura del poco esfuerzo, del pelotazo fácil ...
    Los actos siempre empiezan por uno mismo . Esa es la clave.
    Un abrazo

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  2. Hola Fernando. sí, creo que no hay que bajar la guardia e intentar seguir haciendo las cosas de una manera honesta. Algún día se reconocerá, seguro. Un abrzo.

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  3. Yo ya no me sorprendo de nada. Ahora lo único que cuenta es el valor de dinero. Antes educaban los padres, el colegio y la sociedad en el respeto y la honradez fundamentalmente. Ahora nadie educa solo reivindica derechos, hasta los los chavales de EGB protestan y exigen con el beneplácito de educadores y padres. Así nos va.
    Yo s¡desde luego no pongo en venta mis valores.
    Un abrazo y buen finde

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  4. Hola Katy. Haces bien en no ponerlos en venta: valen mucho. Resultan impagables, como queda claro en el mundo actual. Habrá que seguir defendiéndolos. Un abrazo

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