lunes, 17 de octubre de 2011

En el refugio de los sueños: Consolación

¡Qué hacía en aquel lugar! Rodeada de campos de cereal en extensión interminable, sin un solo árbol donde refugiarse cuando el sol caía desde lo más alto, sin lluvia que bendijera su existencia y que la hiciese recordar el lugar donde nació.

La vida le había llevado a aquella situación que ni humanitariamente soportaba ya, después de un año de convivencia con aquella anciana aquejada de Alzheimer. No es que no sirviera para cuidarla, es que la situación se estaba haciendo insostenible. Tan sólo cada quince días abandonaba su trabajo para viajar a la ciudad y reencontrarse con su familia y abrazar a su nieta pequeña. Las horas de aquel día de asueto se le escapaban haciendo carantoñas a Carolina y jugando con las risas de la niña.

Consolación había nacido en el departamento de Tachira en Colombia, hacía cincuenta y dos años, y llevaba tres años y medio alejada de su país y de parte de su familia: tan sólo su hijo y la esposa de éste vivían con ella. Vivir con ella era un decir pues estaba alejada de ellos desde que había aceptado, por exigencias de la vida, cuidar a aquella anciana en aquel pueblo seco, viejo, triste y apartado; tan alejado en sus costumbres a su auténtica realidad.

Pero necesitaban tanto el dinero que no tenía alternativas. Soportar el día a día, más bien cada minuto con aquella anciana, a la que había tomado cierto cariño al principio, pues hasta le hacían gracias sus continuos dislates y repeticiones. Pero cuando se dio cuenta de que Mercedes le preguntaba cada minuto por las mismas cosas: ¿Qué día es hoy, Consolación? Lunes, Mercedes. Entonces ¿hoy es lunes? Ayer domingo claro. ¿Y qué día me has dicho que es hoy? Lunes…Mercedes… Y así hasta la hora de la comida, la cena o el sueño, que afortunadamente llegaba un par de veces al día, le proporcionaba algunas horas de sosiego en aquella vivienda. La noche transcurría unas veces tranquila y otras llenas de inquietud y temor por cualquier insulso motivo. Y así pasaban los meses. En días bonancibles, en el corto paseo que aún podía dar la anciana, las horas transcurrían más plácidamente pues siempre encontraban a alguna vecina, amigas de infancia de Mercedes, que conversaba con ellas, aunque Consuelo notaba que cada vez eran menos frecuentes aquellas pequeñas charlas. Lo peor llegaba con el mal tiempo. El estar todo el día encerradas en casa hacía insoportable la convivencia. Consuelo, ¿ya has hecho las camas? Sí, Mercedes, esta mañana. Hace malo en la calle no podemos salir a dar un paseo. ¿Has hecho ya las camas? ¡Qué, sí, Mercedes, qué, sí! – le gritaba, ya sin miramientos- Lo digo porque ya sabes que yo soy tu dueña y tienes que hacer las camas todos los días. Si no las hacer se lo diré a mis hijos y te pondrán de patitas en la calle; por cierto, ¿hoy es lunes? Los hijos, tus hijos –pensaba Consuelo meneando la cabeza- me tienen a mí día tras día, hora tras hora, porque ellos no pueden soportar esta situación ni media hora cuando vienen a verte; y supongo que te quieren –le decía ahora abiertamente mirándole a la cara, mientras Mercedes andaba perdida contemplando la pantalla del televisor-. A veces pienso que no quieren a la persona en la que te has convertido, que seguirán añorando y esperando, ingenuamente, a que regrese aquella madre que una vez tuvieron y que les trató con tanto esmero y cariño. Pobrecitos, me pongo en su lugar, quizás su vida sea peor que la mía; al menos yo tengo alguien que me espera cada quince días.

4 comentarios:

  1. Real como la vida misma Rafa. Solo hay que cambiar el lugar, pero el panorama es el mismo. Cosas que no vuelven en ningun sentido, soeldad y contradicción.
    Un abrazo

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  2. Conozco muchas Mercedes que cuidan ancianas con Alzheimer. Conozco hijas que cuidan a sus madres, conozco tantas cosas que hasta mirar se me hace doloros y a veces cansado. Mucha gente sufriendo y no solo la crisis, sino enfermedades, soledad, abandono. Mercedes al fin y al cabo tenía un trabajo.
    No has podido describirlo mejor.
    Un abrazo

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  3. Hola Fernando: a medida que uno se hace mayor tiene más cerca este panorama, supongo que debido a que cada vez se viven más años y a que el sentido de familia, motivado por como llevamos la sociedad la vida actual, ya no es el de antes. Gracias por seguir ahí. Un abrazo

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  4. Hola Katy: sí, a veces nos quejamos, o se quejan algunos, de los inmigrantes sin pensar que hacen una gran labor. Gracias por tus continuas muestras de apoyo. Un abrazo

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