martes, 3 de mayo de 2011

En el refugio de los sueños:El tac

Laura es morena, con los ojos claros y alta para sus quince años de edad. Según su madre acaba de “pegar el último estirón”; la verdad es que la chica es muy atractiva. Ella lo sabe y sus compañeros de aula en el instituto también, en especial Antonio. Pero Laura sobre todo es soñadora. Parece flotar en este inicio de la primavera.

Antonio sólo tiene ojos para ella y la chica le corresponde de igual manera. Miradas durante el recreo, sonrisas y cuchicheos con las amigas al paso del chico; esa serie de cosas que van conformando los primeros amores, los que nunca llegan a olvidarse. Laura siente algo muy especial por él: suspira cuando lo ve acercarse, su corazón se acelera y no le pierde de vista si el muchacho se aleja de ella charlando con sus amigos. Sus amigas saben que está loca por él y la ven emocionarse cuando les habla del último encuentro con el chico entre clase y clase. Estuvimos a punto de besarnos –les cuenta en voz baja-, pero pasó la petarda de literatura y se fastidió. Las amigas quieren saber más. De momento no hay más –les deja con las ganas Laura.

Laura está viendo la televisión en el salón de la casa de sus padres cuando siente un pellizco en el pecho e instintivamente se lleva la mano sobre el corazón sin dejar de mirar su serie favorita, en la que en aquel instante el protagonista besa apasionadamente a su chica. La madre está cerca y le mira con cariño.

-¿Sucede algo Lauri?

- … No, ¿por? –pregunta a su vez la chica, sin volverse hacia su madre.

- Te has llevado la mano sobre el corazón y he visto que te dabas unas fricciones sobre el pecho. Me has asustado.

-¡Ay, déjame ver la serie, mamá, no seas pesada!

-Soy madre, no pesada.

El padre, ajeno al televisor, lee la prensa y ha escuchado la conversación entre la madre y la hija. Médico de profesión espera a que acabe el capítulo que tan apasionadamente tiene apresada a Laura para enterarse más a fondo de la molestia que siente su hija.

- Laura, tu madre tiene razón. ¿Has notado algún malestar en el pecho? Las fricciones que parece ser te has dado de una manera inconsciente pueden haber sido debidas a algún pequeño dolor –le comenta el padre cariñosamente.

- No os preocupéis a veces noto pequeños pinchados aquí –dice Laura posando su mano sobre el seno izquierdo-, como si me dieran taquicardias, se pasan enseguida; no es nada, de verdad, no os preocupéis.

- ¿Te pasa con frecuencia? ¿En algún momento en concreto?

- Qué pesado eres papá. A veces, y no, no sé cuándo me pasa

- Es importante. Mira vamos a hacer una cosa, mañana te pasas por mi consulta y lo miramos; hazlo para tranquilidad de tu madre, ¿vale?

- Vale, papá, vale.

Al día siguiente Laura sufrió un nuevo pinchazo en el instituto. Recordó las preguntas de su padre. La pequeña molestia había coincidido cuando aquel chico que la tenía trastornada se acercó a ella. Cosas del amor –se dijo sonriendo. Estuvieron tonteando entre clase y clase: el amor empezaba a apoderarse de sus adolescencias.

Había quedado en la clínica de su padre al acabar las clases de la mañana. Antonio le acompañó hasta allí. Ya en la consulta del doctor Villanueva, su padre, éste le dijo que había comentado con un compañero cardiólogo y que la iban a hacer un “tac”.

- ¿Qué es eso? ¿Duele?

- No, no duele Laura. Un tac es una tomografía axial computarizada que…

-¡Papá, qué soy tu hija! Explícamelo con palabras que pueda entender.

-Es fácil consiste en una especie de rayos X cuya función es hacer unos cortes gráficos del cuerpo; es una técnica para diagnosticar enfermedades que no se ven a simple vista. ¿Entiendes?

-Vamos que me vais a cortar en rodajas todo el cuerpo.

-Gráficamente, y no todo el cuerpo sólo donde tienes las molestias: el pecho, el corazón; por ver si hay algo que nos explique tu mal. Pero no te preocupes para nosotros es pura rutina.

El doctor Fuentes y su equipo de cardiología vascular descubrieron en el joven corazón de Laura una mancha. ¿Un tumor, quizás? Lo sorprendente es que su forma era triangular, no esférica como son habitualmente. Procedieron a hacer un segundo escáner. El resultado fue el mismo: un triángulo, pero que sorprendentemente había cambiado de lugar. No se explicaban el fenómeno. Harían volver a Laura para más pruebas.

Laura y Antonio continuaron su iniciada relación. Iban de la mano a todos los lados y a veces los primeros besos sellaban algo más que una buena amistad. Era primavera y sus jóvenes cuerpos estaban llenos de… ¿energía?

Las siguientes pruebas que efectuaron a la chica sirvieron para dejar al equipo médico sin soluciones a la dolencia. Laura no experimentaba ningún tipo de trastorno salvo aquellos pequeños pinchazos, que ahora sí estaba segura que sólo le acontecían cuando estaba con su recién estrenado novio. Así se lo hizo saber a su padre. El doctor Villanueva sonrió y comentó a su hija:

-Laura, la primera vez que lo observó tu madre estabas frente al televisor, enfrascada en el programa, y que recuerde…Antonio, dices que se llama, no andaba por allí.

-Ya, papá, pero había escenas de amor: chico besa a chica, ¿entiendes?

-Entiendo, Laura, entiendo.

Más pruebas sólo sirvieron para confirmar que cada corte gráfico que hacía el escáner al corazón de Laura, aquella mancha se movía, nunca estaba en el mismo lugar. El triángulo oscuro aparecía en cada “tac” en distinta posición. El equipo dio por llamarla: mariposa. En efecto parecía una diminuta mariposa que se moviese por el corazón de la chica de manera sorprendente. Operar parecía una decisión difícil pues no sabían muy bien a qué se enfrentaban ya que nunca habían tratado un caso así. Pasaron algunas semanas y Laura no tenía ningún síntoma de enfermedad más allá de los ligeros pinchazos que continuaban visitándola cada vez que sus labios tropezaban como por descuido con los del muchacho.

Los cardiólogos estaban por arrojar la toalla, puesto que más pruebas siguieron dando los mismos resultados: aquella mancha en forma de mariposilla seguía revoloteando en el interior del corazón de Laura, hasta que en el último tac uno de los miembros del equipo exclamó exultante:

- ¡Joder, pero si es Cupido, con su arco y sus flechas!

4 comentarios:

  1. ja ja Qué bueno Rafa. Fantástica historia. El amor es incomprensible ¿verdad?
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Hola Fernando:
    ¡A mí me lo vas a contar!, todavía no comprendo cómo alguien puede quererme, je,je.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Vaya sorpresa al final. Muy propio este relato en ésta época de la primavera que la sangre altera. Seguramente Cupido se tiene que dislocar para estar en tantos corazones que palpitan a la llamada del amor de tantos Antonios y Lauras que empiezan a despertar.
    ¡Muy romántico!
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  4. Hola Katy:
    Es lo que toca estos días primaverales. Por otro lado también toca hacer labores de huerta en el pueblo, motivo por el cual estoy muy poco en casa, y allí, en el pueblo, lo de Internet es un bien escaso. Un abrazo.

    ResponderEliminar