martes, 11 de enero de 2011

En el refugio de los sueños: La imagen

En ocasiones, sin que se sepa bien el porqué, los derroteros de la vida te llevan a perder a aquellas personas con las que te habías encontrado muy a gusto, con las que habías congeniado en pocos días y con las que compartías pensamientos, gustos y sentidos de la vida muy similares. Luego te lamentas pero ya es tarde. Es cierto que a la amistad, como al amor, hay que echarle todos los días leña al fuego para que éste no se apague. A mí me ocurrió con una pareja con la que mantuve una relación profesional. En realidad la mantuve con él, su pareja se unió a esta iniciada amistad, que como digo no llegó a consolidarse, unos días después de conocer al escultor.

Estaba buscando un escultor para mi galería. Necesitaba a alguien que se saliera de la norma, sin ser excéntrico, término que tanto se da en arte y que a veces se equivoca con el arte mismo. Conocía a algunos con los que ya había trabajado, pero buscaba alguno algo diferente a lo que ya habíamos expuesto. Rastré en internét y di con él. Enseguida me atrajeron las formas de sus pequeñas escultoras: sólidas y livianas al mismo tiempo, arquitectónicas en la mayoría de los casos, pero sobre todo llenas de imaginación y espontaneidad. El arte debe de sorprender para ser arte, y aquellas esculturas me sedujeron de inmediato.

Mayor fue mi sorpresa cuando comprobé, el nombre del escultor me sonada pero no sabía muy bien el motivo, que el amigo Juan, no añadiré su apellido pues no le he pedido permiso para escribir esta historia, en realidad se ganaba la vida aparte de ser profesor de dibujo en una universidad madrileña, esculpiendo enormes figuras para ornamentar fuentes públicas. Había ganado varios premios y muchas de sus esculturas adornan algunas de las plazas española. Este tipo de esculturas no era lo que andaba buscando lógicamente, pero sí las de pequeño formato. Me interesaban. Contacté con él y me citó en su casa de Madrid. Allí nos pusimos de común acuerdo y entre los dos elegimos una veintena de pequeños tesoros en bronce. Las piezas las tenía en su casa-taller, en la sierra de Madrid.

Unos días antes de la exposición me acerqué hasta su taller a recoger las piezas. Juan era genial hasta había preparado expositores para que lucieran más. Lo tenía todo controlado. Me enseñó su taller; enorme sobre todo en altura y me estuvo explicando cómo movía los moldes y las piezas troceadas de lo que luego sería figuras inmensas o caballos en movimiento. Espectacular es la palabra.

Espectacular también fue la entrada de ella. Ahí fue donde la conocí: alta, rubia y llena de…!barro! desde el pelo hasta las botas. Sólo se veían sus claros ojos azules. No pude más que sonreír, mientras Juan se acercaba a ella riendo a carcajadas y abrazándola. Reímos los tres durante un buen rato. Así fue como conocí a la pareja: los dos llenitos de barro.

Me contaron tomando un café en el espléndido salón de la casa, desde donde se divisaba una vista fantástica de la zona de Miraflores, que ella se dedicaba a cuidar el jardín de la casa, pero como el terreno estaba muy empinado debía de hacer pequeñas terrazas para sujetar el terreno, de ahí lo del barro.

-Rafael, ¿sabes lo que me ha regalado Juan para mi cumpleaños?

-Os conozco poco pero seguro que me sorprendes con el regalo.

-¡Una hormigonera! Para hacer cemento más de prisa y avanzar con las terrazas.

-Mujer, práctico sí parece, pero…

-Romántico, poco, ¿no?

-Romántico ya lo fuiste, cariño.

Me quedé callado, qué iba a decir. Juan al ver mi cara, me contó la historia.

-Verás me enamoré de Laura en la facultad; ella no me correspondía. Me costó mucho, no creas que me hiciera caso (ella sonreía). Cuando acabamos la carrera yo me dediqué a dar clases de dibujo hasta que logré entrar de profesor y lo compaginaba con la escultura. Ella se dedicaba entre tanto y lo sigue haciendo, a falsificar firmas –me debieron ver la cara de perplejidad que puse –. Juan me aclaró que era grafóloga y falsificaba las firmas del rey, presidente del gobierno y ministros, para las credenciales oficiales –yo jamás hubiera podido conocer que eso existiese, pero es real. Sólo por eso debió merecer que mi amigo se enamorase de ella- Laura se enamoró de mí cuando la dije que tenía que acompañarme a una ciudad en la que había ganado un premio para esculpir la portada principal de una iglesia. Creo que a regañadientes accedió a venir conmigo. La portada recoge varias escenas medievales con motivos de la vida del santo que a su vez es patrón de la ciudad. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio su retrato en una de las imágenes que rodean el motivo central de la enorme puerta. Te puedo asegurar, Rafael, que para mí el momento fue sublime. Laura no paraba de llorar y reír al mismo tiempo.

Nuestra relación no se mantuvo pues tras la exposición, en la que volvimos a compartir algún día de amistad, cada uno tomó su camino y no hemos vuelto a coincidir.

Pero por suerte para mí hay muchos días que me acuerdo de ellos, pues la portada de la iglesia en cuestión está en mi ciudad, cerca de mi casa, y puedo ver a aquella bella chica ataviada de princesa y sonriendo.

4 comentarios:

  1. Que buena historia Rafa. A veces la vida nos va separando de la gente que queremos y apreciamos, sin saber muy bien por qué, pero siempre suelen quedar la parte buena del recuerdo que es una manera de no decir adiós definitivamente sino solo un hasta luego.

    Me ha encantado la historia.
    Un abrazo

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  2. Una bella historia en la debes haber puesto algo de leyenda quizas, porque suena muy bien, demasiado bien. Quizas porque dominas la narrativa, que engancha desde un primer momento. Si es cierto lo cuentas es una bella historia de amistad, y si solo lo es en parte aun es más hermosa.
    Un abrazo

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  3. Hola Fernando:Sí, en esta època en la que abunda tanto lo burdo y vanal, no deberíamos dejar escapar la belleza que hay en mucha gente, personas que siempre aportan, que siempre dan, pero como dices siempre nos queda el recuerdo. Un abrazo

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  4. Hola Katy: La historia es real, como bien dices igual lleva un tinte de romanticismo. No obstante si quieres conocer al padre de Juan, lo verás esculpido en uno de los medallones existentes en los intradós de la plaza mayor de Salamanca. Juan ganó un concurso para retratar a Nebrija, ese es su padre con turbante. Un abrazo

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