martes, 5 de octubre de 2010

En el refugio de los sueños: Las monedas (1)

Luis Alarcia Ginés estuvo en la prisión de Burgos quince años. Desde 1938 hasta las navidades de 1953. Tenía al salir treinta y siete años. La mayor parte de su juventud la pasó entre rejas. Cuando logró la libertad, su aspecto físico era el de un hombre mayor. Pero la vida le estaba esperando para darle una nueva oportunidad y poder saborear una pequeña venganza en recompensa por aquello en lo que había creído, luchado y perdido.

Afiliado al Frente Popular, en Cáceres, fue capturado y hecho preso en el frente de Madrid y trasladado a la prisión de Burgos. Evitó un juicio sumarísimo por no haber sido un miembro destacado de aquel partido republicano; aún así se libró milagrosamente de formar parte de alguna de las “sacas” que con la llegada de la noche “sacaban” fuera de la cárcel a los vencidos de la Guerra Civil.

El ocho de diciembre del citado 1953 pudo respirar la libertad. Solo, sin dinero, lejos de su tierra, sin amigos que le pudieran socorrer, durmió en un banco de la estación del ferrocarril de la ciudad burgalesa aquella primera noche. Únicamente quien haya llegado a esta ciudad una noche invernal y se haya apeado en los andenes, hoy demolidos, podrá comprender el frío que tuvo que soportar nuestro amigo Luis; claro que peor fueron los años de cautiverio, aunque allí sí pudo contar con la amistad de otros presos republicanos como él. A algunos les vio sacar a culetazos de las celdas, otros, como él, sobrevivieron y su amistad perduró durante todas sus vidas.

Buscar trabajo era su principal preocupación. Hasta encontrarlo vivió de la caridad de la gente, como tantos otros que habían sido alejados de sus hogares. Por aquellos años era difícil viajar, sobre todo si no se contaba con dinero. Además a Luis nadie le aguardaba en Extremadura: sus padres habían muerto como consecuencia o causa de aquella incivil confrontación entre hermanos. Probó suerte: el trabajo era escaso. Al final la fortuna le sonrió.

El General Franco había inaugurado en julio de aquel mismo año la Fábrica de Moneda y Timbre; ésta apenas había iniciado su funcionamiento. El historial de nuestro hombre, si es que alguna vez lo tuvo, no había trascendido, y Luis fue admitido. Su primera labor fue de carretillero: traer y llevar de un sitio a otro el papel con el que se confeccionaban los billetes; cuando años más tarde llegó el metal para la fabricación de las monedas, él ya había abandonado aquella primera labor. Llegó a oficial primero, encargado del troquelado de las monedas. Cuarenta y dos años más tarde se jubiló: tenía cerca de setenta años. Pero antes, al cumplir los cuarenta y tres pudo sonreír, reír a carcajadas sería más preciso decir.

(continuará).

4 comentarios:

  1. Vaya Rafa:

    Hoy lo ha dejado corto para dejarnos con la intriga. Espero que el final no se delate, aunque ya estoy haciendo conjeturas sobre ello.

    Un abrazo y un placer haberte visto el sábado

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  2. Hola Fernando:
    Lo pasamos bien el sábado; fue un placer conversar contigo.
    La historia se me ocurrió en Madrid, mientras desayunábamos y tiene relación con mi niñez, aunque de momento no lo parezca.
    Un abrazo.

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  3. Las monedas ejercen un atractivo especial para mi. De hecho las coleccionaba. Ya he dejado todas para los nietos. Una buena introducción que promete.
    ¿Que habra hecho nuestro amigo? Como Fernando barrunto pero no me fio mucho de mis presentimientos. Siempre te guardas un as en la manga.
    Un abrazo (no te duermas en los laureles :)

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  4. Hola Katy:
    También yo tengo algunas, entre ellas la que motiva la historia.
    Procuraré finalizarla esta semana.
    Un abrazo.

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