martes, 20 de marzo de 2012

Pequeños Relatos Eróticos : ( 16) Armas de mujer

Que no la viniera bien aquella falda poco importaba a Irene; sabía que había engordado durante los últimos meses, pero no tanto como para que se le notase aún. Ella que siempre había sido delgada, extrañaba, ahora, ese cambio en su cuerpo. Se le quedaba admirando, cada día con mayor atención, en el espejo: su feminidad seguía intacta. No le sorprendía que los hombres se obsesionaran mirándola, que se volviesen a su paso. También lo hacían algunas mujeres: ¿Envidia, deseo…? Algo había en su cuerpo que atraía a los demás. Irene lo sabía y siempre se había dejado llevar, pero marcando con claridad su territorio; poniendo freno a quien se atreviera a trasgredir sus normas. Pronto cumpliría cincuenta años y siempre había sido así.

Cambió la falda por una más vaporosa, que pudiera dejar al viento sus torneadas piernas; la tela llena de flores que para eso empezaba aquel día la primavera. ¿Medias? Sí, pero finas, transparentes, como si no las llevara; sabía que le daban mayor atractivo y el clima aún era propicio. Los zapatos imprescindibles que fueran altos, de tacón fino, que hicieran de la lujuria una virtud. La blusa debiera de ser rosa pálido; eso sí, ajustada y dejando insinuar, que no enseñar. La erótica para ella era ante todo sugerencia.

Pero Irene iba mucho más allá de ser un simple envoltorio. Éste no era sino la imagen agradable, atractiva, insinuante…, que entraba por los ojos. Quien lograba desatar el lazo y entrar se quedaba a vivir allí para siempre. Sutil y dúctil al mismo tiempo, sabía condescender para resultar agradable y profundizar con delicadeza en temas de importancia por escabrosos que fueran. Gustaba de relacionarse y su compañía siempre resultaba atractiva. Se le conocían numerosos amigos y amigas, pero no amantes y de seguro que los tenía. Parecía pertenecer a otro tiempo, como si ya hubiera vivido años victorianos y se recreara ahora recordándolos día a día, por más que su personalidad fuese también muy acorde con el tiempo que le correspondía vivir.

Así era y es Irene; la conozco desde hace años.

3 comentarios:

  1. Que suerte que el bello envoltorio guardase una sopresa mayor, porque a veces lo que va dentro merece poco la pena. Erótica y dulzura combinan bastante bien.
    ¿Te llevaste acaso tu la bombonera y los bombones?:-) Pregunta algo atrevida pero no hace falta ser contestada, mantener el misterio es una buena respuesta.
    Creo que a casi todas las mujeres nos gusta ser más admiradas que deseadas, claro es un opinión mia.
    Un abrazo

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  2. Hola Katy: ¡No, no, es todo pura invención. Lo mío, en la realidad, es toda una confitería, ja,ja.Un abrazo

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  3. Pue esta vez he picado jajaja. Señal de que entiendo poco de bombones:-)

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