Pero vamos a ver, ¿qué se le puede regalar a una mujer a punto de cumplir los noventa y seis años? La familia, bien intencionada, sugiere: unas gafas de sol, una chaqueta, unos zapatos… vamos lo normal. Parece que la chaqueta se va a llevar el honor de ser vestida por esa mujer: mi madre. No, ese color tan oscuro no, que le hace mayor… ¿mayor? Mejor ese verde aceituna que le hará más joven… ¿joven?, cuánto de juventud la vais a devolver… ¿diecisiete días? Lo primero que os dirá es que si la queréis vestir como Alaska, pues buena es con su ropa. Algún miembro familiar sugiere un bastón. ¡Deséchalo chaval, que la abuela se sujeta estupendamente del brazo de su hija o de quién la acompañe –no necesito estorbos de palo-! ¡Pues no es presumida ni nada! Alguien apunta: ¡Unos cascos de esos sin cables para escuchar la tele, que la pone tal alta que ofende a los vecinos! ¡Mejor unos audífonos!, continúa. No se los querrá poner, la comento, ni los unos ni los otros que ya lo hemos intentado. Dice que le molestan para oír. ¡Hay que fastidiarse, por no mentar al santo Jod (o era Job)!
Me dio por pensar, cosa rara en mí que suelo ser más de impulsos, y recordé haberle visto en más de una ocasión ojeando un viejo álbum de fotografías que ella misma ha ido confeccionando en los últimos años. Me dije: se lo voy a digitalizar (vaya palabro). Y ello me ha ocupado buenos ratos de los últimos días. “Robé” su álbum y pasé por el scaner aquellas viejas fotos en blanco y negro, al efecto de ir coleccionando un buen número de ellas para tener más cómodamente donde elegir. A algunas de las personas que aparecen en las instantáneas no las he visto en mi vida, pues son lógicamente amigos de mis padres. Pasando hojas me detuve en fotos de las hermanas menores de mi madre y pensé que también ellas tendrían viejas fotografías. Y ahí he estado haciendo una especie de árbol genealógico, pero eso sí en digital como mandan los tiempos en que vivimos.
Resulta sorprendente como pasados setenta años o más, aquellas caras juveniles de mis tías – llegaron a ser once hermanos entre chicos y chicas, vamos una familia numerosa como las de ahora – las observo entre los que ahora vivimos. Se repiten en mis primas, en mis primos, en mis hermanos. Debe ser cierto eso de que a medida que nos hacemos mayores nos parecemos más a nuestros progenitores. Pero lo que más me sorprende de aquellos años, por la edad serán de los años treinta, es la preciosidad de la ropa que vestían: aquellos inconfundibles trajes de chaqueta de finales de los veinte. Se podrá decir que se arreglaban para la foto, pues va a ser que no. Son instantáneas tomadas en la calle, se nota que es cualquier día del año: las hay con prendas veraniegas y también otras rodeadas de nieve con aquellos abrigos largos que tanto las favorecían. También se ven algunos hombres: mi padre, siempre con su bigote –no recuerdo haberle visto nunca sin él -, los maridos de mis tías…todos con traje y corbata. Mi padre –lo juro- iba a la playa, ya en los años setenta-ochenta trajeado.
Me sorprendió una fotografía en la que se ve a varias de mis tías en la plaza de toros de Zaragoza - me lo contaron ellas la tarde que compartimos fotos, solera 1874 y pastas -, con unos primos que por lo visto tienen en la ciudad maña, aún deben vivir alguno de los hijos de aquellos primos. Me sorprendió porque al principio no reconocí a una de aquellas bellezas del coso taurino. Caí, no obstante, enseguida: no podía ser otra que mi tía Clara, la única rubia de la familia. Su pelo actual, casi blanco, sigue siendo igual de interesante. Mi familia es de pelo muy oscuro, pero Clara nació rubia, rubia y con unos ojos entre verdes y azules; vamos que en aquella antigua fotografía llegué a confundirla nada menos que con Lauren Bacal. Juro que se parecía.
Ahora sólo me toca elegir pues entre unas y otras, más las que tengo en casa de hijos, nietos, biznietas, sobrinos y demás familia, se me va a hacer eterno. Espero que la haga ilusión recordar toda su vida.
Seguro que si Rafa, seguro que si.
ResponderEliminarUn abrazo
Un buen repaso por el árbol genealógico y gran trabajo. Nosotros lo hemos hecho con mi madre que tiene 90. Le encantó.
ResponderEliminarPor cierto mi padre tambien llevaba bigote:)
Que el trabajo te sea leve pero es la mejor idea y de paso tu revives muchos recuerdos mientras lo haces.
Gracias por compartirlos
Un abrazo
Hola Fernando:
ResponderEliminarDe eso se trata, de ilusionarla. Un abrazo
Hola Katy:
ResponderEliminarEl placer siempre es mío. La verdad es que, como dices, también yo le estoy dando un repaso a mi infancia y juventud. Gracias a ti. Un abrazo